I CAN SEE YOU
traerá el sol más luz
aunque nos vayamos-
*
Veo al
hombre bajar de su caballo. Lo veo acomodándose el sombrero, bajo el fulminante
sol. Veo todo lo oculto que está su rostro: no poder ver sus ojos no es una
ausencia sino que una confirmación. Podría no tener ojos.
Veo, ahora
que lo veo girar sobre sus talones para mirar lo que lo rodea, que todo allí es
posibilidad de algo.
Veo un
desierto, veo a un hombre y su caballo. Nada más. Y para colmo el caballo no
parece en buen estado. El hombre más o menos. O no acusa debilidad. Además,
cuando sólo sos vos no podés estar débil, ni bien, ni más o menos (mucho menos
más o menos), porque no existen las categorías. No hay dos modos de poder ser.
Vos en tu interior sabés que es así, yo también, el hombre también. El caballo,
no sabemos. No parece importante saberlo.
¿O sí?
De pronto,
el hombre mira al caballo. Lo mira como mira alguien que sabe que no hay más
testigos. Y nosotros no contamos como testigos: nosotros le estamos dando vida.
No sabemos lo que va a venir, pero una vez sucedido, se imprime. Y a veces no
está tan mal. Y a veces sorprende. No somos sólo testigos. Quizás no existan
los testigos. ¿Puede alguien ser testigo imparcial de su propia vida?
El hombre
se pregunta eso, pero de otro modo:
“el bicho
este… ¿es… conciente de mi vida?”
El plano se aleja un poco más, el hombre sigue
siendo el centro de lo que veo, de lo que vemos, de lo que existe si entendemos
lo que existe como lo que podemos ver ya y acá, y acá está, pero ahora hay más
espacios vacíos o el hombre se está achicando. O las dos cosas. Es un desierto
enorme.
El viento
esparce una pequeña lluvia de arena que entra por la derecha y se va por la
izquierda, el cielo podría ser un telón: es tan uniforme que no posee curvaturas
aparentes, como si el mundo fuera plano en su infinitud.
Un aura de
calor crea un desenfoque mínimo en la figura del hombre mirando al caballo,
como si estuvieran borroneados o desplazados en el tiempo, siempre un poco
antes y un poco después, siempre una posible ilusión.
Como que a
fin de cuentas somos un poco responsables de lo que va a pasar.
Y lo que
pasa es lo siguiente: el caballo, que ya vimos que no estaba muy bien, se
desmorona de pronto, sin escándalo, convencido, seco, muerto antes de tocar el
piso.
El hombre
había llegado a anexar una reflexión al pensamiento inicial: “puta madre, los
ojos parecen re sinceros”. Y se había visto reflejado, con un lente ojo de pez,
que, siendo correctos, en éste caso era lente ojo de caballo, por mucho que eso
no signifique nada en un enfoque técnico del asunto.
La
siguiente reflexión fue: “La muerte no tiene mala cara”.
El hombre
ladea la cabeza, mira el cadáver. Quiere ver al caballo pero sólo ve la certeza
de que todo se esfumó de modo definitivo. Fin.
Veo a un
hombre que da la espalda al ser que se queda con el trofeo de haber sido el
último en largarse. Sí, el último. Veo que el hombre entiende que su
supervivencia lo deja afuera.
Ladea la
cabeza hacia el otro lado, al compás del plano que se abre otros centímetros. O
se empequeñece más la figura del hombre, que se incorpora, con algo de
sobresalto, con un escalofrío, a pesar del calor infernal, a pesar de la camisa
pegada en la espalda y en las axilas, a pesar de los huevos pasados por agua.
Veo que el
hombre levanta su vista.
Mira
directo al sol. Que podría estar pintado sobre ese cielo-telón.
Cree
entender que él aniquiló a la vida con su mirada. Cree entender que tiene la
culpa. Que quedar afuera no forma parte del proceso natural.
Que
entonces tiene que ser el encargado de apagar la luz.
Veo, vemos,
que, a pesar de que aún no sabemos si tiene ojos, es incuestionable que se
terminará quedando ciego.
Veo, vemos,
pero no vamos a ver por mucho tiempo.
Se agranda
el desierto, el hombre se hace más chico al tiempo que un reflejo de luz
empieza a teñir una de las esquinas de blanco.
Veo que la
próxima cabeza en levantarse será la nuestra, cuando el resto de todo esto sea
vacío.
Y vamos a
volver a vomitar al mundo por los ojos.
Una pequeña
transfusión de sol.
Todo esto
va a desaparecer.
Y veo que
va a suceder después del siguiente punto: .
(mirá)
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