martes, 6 de octubre de 2015

aunque no lo veamos

I CAN SEE YOU




traerá el sol más luz
aunque nos vayamos-



Veo al hombre bajar de su caballo. Lo veo acomodándose el sombrero, bajo el fulminante sol. Veo todo lo oculto que está su rostro: no poder ver sus ojos no es una ausencia sino que una confirmación. Podría no tener ojos.

Veo, ahora que lo veo girar sobre sus talones para mirar lo que lo rodea, que todo allí es posibilidad de algo.

Veo un desierto, veo a un hombre y su caballo. Nada más. Y para colmo el caballo no parece en buen estado. El hombre más o menos. O no acusa debilidad. Además, cuando sólo sos vos no podés estar débil, ni bien, ni más o menos (mucho menos más o menos), porque no existen las categorías. No hay dos modos de poder ser. Vos en tu interior sabés que es así, yo también, el hombre también. El caballo, no sabemos. No parece importante saberlo.

¿O sí?

De pronto, el hombre mira al caballo. Lo mira como mira alguien que sabe que no hay más testigos. Y nosotros no contamos como testigos: nosotros le estamos dando vida. No sabemos lo que va a venir, pero una vez sucedido, se imprime. Y a veces no está tan mal. Y a veces sorprende. No somos sólo testigos. Quizás no existan los testigos. ¿Puede alguien ser testigo imparcial de su propia vida?

El hombre se pregunta eso, pero de otro modo:

“el bicho este… ¿es… conciente de mi vida?”

 El plano se aleja un poco más, el hombre sigue siendo el centro de lo que veo, de lo que vemos, de lo que existe si entendemos lo que existe como lo que podemos ver ya y acá, y acá está, pero ahora hay más espacios vacíos o el hombre se está achicando. O las dos cosas. Es un desierto enorme.

El viento esparce una pequeña lluvia de arena que entra por la derecha y se va por la izquierda, el cielo podría ser un telón: es tan uniforme que no posee curvaturas aparentes, como si el mundo fuera plano en su infinitud.

Un aura de calor crea un desenfoque mínimo en la figura del hombre mirando al caballo, como si estuvieran borroneados o desplazados en el tiempo, siempre un poco antes y un poco después, siempre una posible ilusión.

Como que a fin de cuentas somos un poco responsables de lo que va a pasar.

Y lo que pasa es lo siguiente: el caballo, que ya vimos que no estaba muy bien, se desmorona de pronto, sin escándalo, convencido, seco, muerto antes de tocar el piso.

El hombre había llegado a anexar una reflexión al pensamiento inicial: “puta madre, los ojos parecen re sinceros”. Y se había visto reflejado, con un lente ojo de pez, que, siendo correctos, en éste caso era lente ojo de caballo, por mucho que eso no signifique nada en un enfoque técnico del asunto.
La siguiente reflexión fue: “La muerte no tiene mala cara”.

El hombre ladea la cabeza, mira el cadáver. Quiere ver al caballo pero sólo ve la certeza de que todo se esfumó de modo definitivo. Fin.

Veo a un hombre que da la espalda al ser que se queda con el trofeo de haber sido el último en largarse. Sí, el último. Veo que el hombre entiende que su supervivencia lo deja afuera.

Ladea la cabeza hacia el otro lado, al compás del plano que se abre otros centímetros. O se empequeñece más la figura del hombre, que se incorpora, con algo de sobresalto, con un escalofrío, a pesar del calor infernal, a pesar de la camisa pegada en la espalda y en las axilas, a pesar de los huevos pasados por agua.

Veo que el hombre levanta su vista.

Mira directo al sol. Que podría estar pintado sobre ese cielo-telón.

Cree entender que él aniquiló a la vida con su mirada. Cree entender que tiene la culpa. Que quedar afuera no forma parte del proceso natural.

Que entonces tiene que ser el encargado de apagar la luz.

Veo, vemos, que, a pesar de que aún no sabemos si tiene ojos, es incuestionable que se terminará quedando ciego. 

Veo, vemos, pero no vamos a ver por mucho tiempo.

Se agranda el desierto, el hombre se hace más chico al tiempo que un reflejo de luz empieza a teñir una de las esquinas de blanco.

Veo que la próxima cabeza en levantarse será la nuestra, cuando el resto de todo esto sea vacío.

Y vamos a volver a vomitar al mundo por los ojos.

Una pequeña transfusión de sol.

Todo esto va a desaparecer. 

Y veo que va a suceder después del siguiente punto: .

(mirá)










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