sábado, 27 de febrero de 2016

endless vacation


OJALÁ QUE ESTE VERANO NO NOS MATEN




Sentirme punk,
lo que más quiero es sentirme punk.

Quiero la vida eterna de los buenos, la muerte eterna de los malos.
Pablo Ramos, En cinco minutos levántate María.


*

Se termina, por fin.

La realidad es que se hizo largo. Al menos para mí se hizo largo. Yo salí de vacaciones la segunda semana de Enero. No la segunda quincena, la segunda semana. Para cuando el año recién cumplía sus diez días de vida yo me encontraba despertando temprano, con el sol ya colándose en la habitación, sin ninguna obligación en mi rutina, con el ventilador imperturbable, siguiendo de punta a punta con el cansino soplar. Miraba el techo, un poco transpirado, un poco con muchas energías. Ansioso. Optimista a pesar de todo. Sin ir más lejos, mi mantra consuelo fue pensar en la gente que se toma las vacaciones en diciembre. “Esas no serían vacaciones”, me dije más de una vez mientras empezaba a memorizar manchas de humedad. Uniendo algunos puntos logré ver la cara de Bill Murray. Repetí en mi cabeza secuencias de una película en la que él se repite una y otra vez. Así que se me hizo largo, pero tampoco me quejo.

*

Soy consciente, además, de que se “hizo largo” porque salir de vacaciones fue, en realidad, salir, a secas. Dejé el trabajo, en busca de tiempo. No mucho más plan: tiempo para poder pensar en cómo utilizar mejor mi tiempo, entendiendo por mejor el capricho de sentirme bien haciendo lo que hiciera. Confío en mis ideas. No sé cómo se forman las ideas, pero sé que aparecen, que se pueden cazar. Aprendí a detectar el gusto de las ideas que se acercan. Aprendí a disfrutar del humo que dejan al huir. Las ideas. Me gusta tener ideas. Confío en que, como todo hobbie, éste, el de tener ideas, puede volverse algo más profundo si se le dedica tiempo. Así que: tiempo para pensar. Y que pensando pase algo. Tiene que ver con la posibilidad de hacer que lo que pensás cambie la realidad. ¿O pensabas que literalmente bastaba con pensarlo? Hay que pensarlo y hacerlo, ahí reside el gran espectro metafísico. Podés cambiar la realidad con la mente, claro, estamos de acuerdo. Pero procurá, después, llevar a la práctica. Llevar a la práctica es más fácil que pensarlo, pero pensar también es adictivo. Y entonces otra idea. Y a las ideas que no se concretan se las devoran los de afuera. Se hizo largo porque no fue salir: fue algo parecido a entrar.

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"¿A qué me voy a dedicar?". Eso fue todo Enero. Así termina Febrero. Siento que cada vez lo pienso menos, pero en realidad está sucediendo que antes lo pensaba todo el día sin poder enfocarme. Ahora me enfoco más rápido. Capturo una idea y la disecciono. Están mutando mis mañas de cazador, recién ahora lo puedo ver. “¿A qué me voy a dedicar?”, tiene ecos que no sé por cuánto me van a acompañar. Es una pregunta sólida. Es un desafío. Vuelvo a cerrar los ojos cuando me canso de mirar el techo. Pido. Pretendo algo. Sé que por delante tengo ese día que se disfrazó de vacaciones pero no es otra cosa que un “bienvenido al resto de tu vida”.

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¿Cómo no estar un poco confundido?

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Estoy escribiendo menos. Hay menos excusas. Hay menos mentiras. En un momento me invadía la urgencia. Creo que esa urgencia me enseñó cosas. Y para poder adentrarme en esas enseñanzas, en búsqueda de otras enseñanzas, necesito, acá vamos de nuevo: tiempo. Ahora, de a poco, empecé a no correr con las historias. Son historias que no salen por reacción. Son historias-acción. Tomo mucho aire antes de ponerme a escribir. Tengo tanto tiempo para pensar que siento culpa. Escribir es mi pasión. Obvio que hacer lo que me hace feliz me da un poco de culpa ahora que no tengo otra cosa para hacer. Cuando escribo siento gratitud. Escribo menos, pero dejo que el blanco de la hoja me ilumine. Ya no soy violento. Soy más certero cuando pego, busco la fuerza. Es violencia, está bien, pero en otro nivel. No se me ocurre otra cosa para decir sobre la juventud y lo que viene después.

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Estoy seguro que voy a escribir más. Más de lo que escribía cuando escribía más. Son las ideas, ahora más claras dentro de tanta incertidumbre.

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Mi mejor amigo está de vacaciones. Me gusta que se haya ido justo cuando yo me despido de la idea de las vacaciones. Va a traer la historia de sus vacaciones y me voy a sorprender. Y me gusta encontrar esos pretextos para disfrutar de lo que acontece. Me parece algo genuino. Quiero dejar de entenderme como alguien que busca equilibrarse. Quiero percibir el equilibrio y vivenciarlo, sin estar siendo culpable del boicot. Esto me hace bien y esto me hace mal. Algo simple. Tan simple que a veces me parece hasta tonto hablarlo con mi mejor amigo. Me pregunto qué piensa él del equilibrio. Yo pasé casi diez años en un mismo trabajo, en ese tiempo él cambió de trabajo unas cinco o seis veces. Quiero preguntarle cosas. Siempre sentí que mi mejor amigo sabe qué cosas le hacen bien, lo sabe con cierta paz. Admirarlo me gusta, por ejemplo. Desplegué una idea al respecto: las personas que admiro me inspiran. Es un valor subjetivo, es mío y lo respeto. Son mis modos de ser "contemporáneo". 

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El año empezó, en mis coordenadas específicas, con un gobierno nuevo que se anunciaba como fascista y que así se desenvuelve para poca sorpresa de los que nos pronunciamos en su contra, un año con la típica especulación económica de todos los años para estas fechas en este país, con alerta rojo y noticias de ayer sobre cómo no deshidratarse con las oleadas de calor sofocante. Un año en el que se estrenó una temporada nueva de mi serie favorita, una que llevaba una década fuera del aire, un año con un viaje que con mi novia hicimos a Tandil, donde ambos nos volvimos fans de Pablo Ramos. Un principio de año con la escasez de porro que acompaña al verano cuando no tenés planta propia. Un génesis similar, pero tangencialmente opuesto: despidos por doquier, muchas movilizaciones, grupos neonazis resurgiendo, el caos de la capital reducido en escala automotriz pero aún así latente, meditaciones globales para resultados personales. Tengo la sensación de que siempre voy a recordar éste año. Por una parte porque de jóvenes, nosotros, mi generación, ya planteábamos distopías donde imaginábamos al actual presidente ocupando el puesto que hoy ocupa. Un año donde descubro, temprano, que imaginar lo peor nos hizo ver inteligentes y audaces pero no sirvió para evitar lo que imaginamos inevitable. Un año donde también descubro que es difícil que algunos personajes puedan adaptarse a los tiempos modernos, siendo la “modernidad” el instante de consumo actual. “Quiero dejar de ser un personaje”, me digo, convencido, antes de meterme a la cama o cuando salgo. Ya no quiero más días de la marmota para mí.

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¿Cuál es tu lugar en todo esto? ¿por qué?

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Tengo un único modo de medir las “vacaciones” (ya no son “mis” vacaciones) y es evaluando a las vacaciones propiamente dichas. Hoy, 27 de Febrero, siento que las vacaciones están llegando a su fin. Por fin. Para mí fue muy largo. Y no fueron necesariamente vacaciones, pero ya dije que no me quejo: las manchas de humedad sí eran un mensaje. Y tengo ideas. Y el mundo (ya empieza a ser “mi” mundo) empieza a cambiar. Y, como todo buen comienzo, arranca con un epílogo. O eso es lo que espero: un buen comienzo. Nada más. En tiempo presente. Ahora. Ahora que el futuro imaginado se hace carne, ahora que se hace carne el presente, ahora que el pasado es eso: pasado. Ahora que estoy enojado con lo que me rodea, ahora que extraño mucho a mi mejor amigo, ahora que mi novia me dice que “tranquilo, yo confío en vos como vos confías en las ideas”. De tanto que se me llenan los ojos de lágrimas empiezo a ver con un prisma multiplicado: veo hoy, veo siempre.

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Ahora las vacaciones están por convertirse en eso que va a venir. ¿Voy a tener “vacaciones” el año entrante? ¿Qué voy a haber escrito cuando llegue ese momento? ¿A qué me voy a estar dedicando? Mientras tanto, la necesidad imperiosa, por fin, de estar vivo, de cero. 

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lunes, 8 de febrero de 2016

La vida sexual de R2D2

NO METAS A UN ENANO EN LA HISTORIA

  



Esteban vio lo que Laura estaba por hacer y algo se disparó en él. Como un escalofrío cerebral. Su expresión pasó de ser casi estúpida a ser estúpida del todo. Abrió y cerró los ojos varias veces, como si apantallara los humos que habían simulado esa ilusión de realidad en la que tan sólo un segundo atrás su novia le estaba chupando la pija en el parque.
-No, bancá Lau… -se tiró para arriba los pantalones al tiempo que se incorporaba y se apresuró a abrocharse el cinturón, con manos sin temblores pero vergonzosas, como muy inocentes, como muy de mentira, dedos flacos, traidores. No levantó la vista, por toda esa vergüenza pesándole en el pecho.
Se sintió calcinado por la mirada de Laura. Sintió que de ella salían rayos. Dos rayos de colores chillones, ofendidos, salpicando una maduración atroz, una indignación madre de todas las indignaciones, una resistencia, un mundo de afuera más interno que el infinito universo interno.

-Sos un pelotudo, Esteban –dijo Laura, escuchando su propia voz con una claridad que la asustó. En un momento llegó a pensar que se había quedado sorda y su voz sonaba tan alta porque sólo sonaba en su cabeza. Se sintió prisionera de su cabeza, para siempre. Se sintió mediocre, medio irresponsable, muy culpable. Se sintió todo eso, pero en un único segundo, ese segundo que prosiguió al segundo antes mencionado, ese en el que estaban en el parque y la pija de su novio estaba en su boca.

*

-Recién no te estabas quejando…
-Bancá, Lau… me agarró paranoia, ¿sí? Listo, una boludez, pero no me rompás las pelotas porque lo vas a volver grave.

Esteban no podía creer haber respondido así. Parecía que exageraba, que no estaba “agarrando al toro por las astas”, como decía su abuela. No sólo no sonaba a tipo duro… sonaba pretencioso, desubicado, cobarde, como si hubiera elegido el peor momento para hablar algo de por sí malo.
“¿Lo elegiste mal a propósito? ¿Al final, yo, la voz, soy más importante que tu humanidad? ¿escuchás? Estoy diciendo humanidad, algo en lo que tenés que creer… y vos creés fuerte, me sacás siempre varios pasos de ventaja… pero después te alcanzo y te inundo. Hola de nuevo, ché. Soy esa voz. Hablo por vos. Y cuestiono todo lo que creaste. Y vos te limitás a aceptar o recordar que la magia creada tarde o temprano se apaga y quebrás los códigos demasiado rápido y saltás del barco… pero como tampoco sos un pesimista, tarde o temprano te sale volver a creer y sabés que siempre conquistás más, pero ya no sabés cuál será la próxima ambición porque vengo yo y todo se vuelve un insoportable, denso y horrendo presente. Las aguas son infinitas, ya no hay porción de tierra. A veces ni siquiera hay un plan. Sos un adicto: si vas a drogarte te tenés que drogar mucho, hasta que pierde sentido porque el que lo pierde sos vos. Sí, sos eso. Sos Voz. Yo”.
Esteban no pudo evitar sentir un regusto conocido, como un vómito de resaca vieja que casi sube. Una nausea-nostalgia.

El mundo de Laura se desintegró del todo. Lo pensó así: “esto ya está… ya pasó. A partir de ahora ya pasó. Va a ser una la salida, nada más. Esto lo vamos a recordar así: una mala salida. Pero adentro no. Capaz que nos casamos y yo nunca voy a poder explicar por qué se me rompió algo en la confianza interna cuando, después de dos años, siete meses y doce días en los que siempre que se pudo coger en una plaza, el pelotudo de mi novio y yo cogíamos, después de todos esos mini polvos re insignificantes pero valiosos en su calidad de guiños internos, después de todo eso, un día, en una plaza, después del ritual del oral procedí a sacarme la bombacha por abajo de la pollera para la que entendí como la consabida cogida y, de pronto, el susodicho pelotudo se puso quebradizo, por afuera de todo, nos dijo tontos con un desdén infantil, nos juzgó, abandonó el juego… Lo abandonó. Esto ya pasó. Al final uno lo hizo… Uno abandonó y no fui yo”.
Laura se centró, absorbida por lo que creía estar entendiendo, en la mirada de Esteban. Esa mirada cansada que ni podía levantarse del piso y ahí se quedaba agarrada, porque ya no iba a despegar más. Se dio cuenta de que Esteban también estaba viviendo su propia epifanía. Se iban. Entendió el dolor a carne viva, pero no pudo conmoverse lo suficiente como para no sentir curiosidad por saber qué se siente fracasar. Supo que él fracasaría. O que había empezado a fracasar. Ya le tocaría a ella, pero no ahora. Ahora todo iba a parecer igual. Igual, igual. Con una pequeña diferencia. Ya no más cogidas en el parque. Ni siquiera habría petes en el parque. Iban a tener que tener ganas de verdad de ir al parque. Iban a atener que buscar una excusa. Capaz que era el momento de comprarse un perro. Buscó a ese perro en la mirada de Esteban.
Algo que en su cabeza sonó muy poco meditativo y poco moderno. Fue un “ya fue”.
Le deseó suerte, sin nada de malas intenciones.

Después empezaron los gritos. Esos bajitos, esos de artillería pesada, de “estás en mi poder, si puedo lastimar a una persona en el mundo ese sos vos”.

*

Se escuchó así:
-Vi al boludo ese de la motito y me asusté…
-Viene con un nene… Y mirá si será prudente que al nene lo sentó adelante y le puso un casco… no sé si se ve responsabilidad así últimamente…
-Ese es el tema, Lau… el casco, porque…
-Soltame, dale…
-Está bien. Pero escuchame, ¿sí?
-…
-¿Qué?
-No dije nada.
-¿Me podés escuchar?
-Dalé, hablá, descargate…
-Si lo tomás así no sirve y…
-El casco del nene te pareció particular, porque…
-…
-Dale…
-No me pareció particular… No sé… Parece un nene… pero mirá si es un enano…
-¿Eh?
-¿Qué?
-¿Te escuchás lo que estás diciendo?
-¿Me dejás seguir?
-No sé, ¿te conviene que te deje hablar o mejor dejamos esto así… como una… mala salida?
Se miraron fijo y con algo parecido al amor. Pero más profundo.

- Te estoy diciendo que me asusté. A vos te parece una boludez, pero mira si ese chabón ya nos fichó y nos viene a robar… mirá si el nenito es un enano… mirá si vienen los dos armados y nosotros así… como…
-¿En serio? A ver…
-Lau…
-No, pará… ya hablaste suficiente. No sé si quiero escuchar lo que tenés para decir más allá de lo que dijiste. Está todo mal lo que dijiste… ¿Qué te pasa? ¿Cómo nos va a ver el flaco de la motito? Acá donde estamos no nos ve nadie… ¿Qué te pensás? ¿Qué te voy a chupar la pija donde nos puedan ver todos? Además, te repito: mientras te estaba chupando ni te jodió el flaco de la motito… lo que no te gustó fue lo que vino después. No querés coger. Estás pensando tanto en todo que no querés coger. Pero está bien, te entiendo… tranquilo, es una mala salida, ya te dije. Nada más. Pero no te vayas al carajo con esos argumentos raros… No podés decir que ese nene es un enano…
-¡¿Quién sospecharía de ellos?!
-¡Pará! Estoy tratando de hacerte entrar en razón… Decime, de última, que el chabón sale a robar con el hijo ahí porque es un inescrupuloso… si te asusta tanto la motito decime eso. No metas a un enano en la historia…
-¿Quién carajo saldría a robar con su hijo?
-En tu mundo los enanos se disfrazan de nenes…
-Es ridículo lo que decís, Lau… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-No sé. Qué sé yo. Pienso que no.
-Bueno, es lo que…
-Pero un padre capaz sí lo haría… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-Qué pregunta boluda…
-La pregunta la hiciste vos. Si te parece una pregunta boluda es porque sos un boludo. Punto.
Se miraron fijo y con algo parecido al odio. Pero más adentro.

-Mirá, Lau… Yo no quiero tener un hijo.
-¿Eh? Yo tampoco, Esteban… ¿Qué decís? Era un ejemplo, por lo de…
-No, sí… ya sé…
-Entonces, ¿qué?
-Que no tengo forros. Sabés que salgo sin forros. Sabés que vamos a garchar sin forros…
-Bancá… ¿es mentira que te asustó la moto?
-Sí… ¡NO! No es mentira. Me asustó y…
-¿Tenés miedo de que quede embarazada? Vos acabas afuera… sabemos que si cogemos sin forros vos acabas afuera…
-…sí, y que en el peor de los casos estamos protegidos porque total vos tomás pastillas, porque somos re precavidos y usamos forros y pastis y si a veces nos queremos dar un gustito no se acaba adentro… listo, ya lo sé, vivo en la misma relación que vos. No sé si todavía vivo en la relación con vos, pero vivo la misma que vos, eso seguro, no te creas que…
-¿Entonces?
-No sé… fue culpa de la moto de mierda. Necesito bajar, me asusté. Estaba siguiendo a la moto, escuchándola, viéndola pasar. Podía tener el control. Pero me di cuenta cuando vi que te estabas sacando la bombacha, que si nos poníamos a garchar no iba a poder controlar todo y me iba a desconcentrar y no iba a ver a la moto encarando hacia nosotros hasta que fuera demasiado tarde y tuviéramos el motor aturdiéndonos y a un tipo y a un enano delante nuestro con un arma y…
-¿Y por eso me avisás que no querés tener hijos? ¿Querías que lo supiera por las dudas de que nos mataran ese tipo y el hipotético enano y no tuvieras chance de decirlo?
-Dale, sabés que no es eso…
-No… ¿la verdad, la verdad? No tengo idea qué es.
-…pará, Lau…
-Y está todo bien si no lo querés compartir… pero basta de boludear.
-…viene para acá…
-Estamos criminalizando a los enanos y a los motoqueros sólo porque vos…
-Viene para acá, Lau.
-¿Eh?
-Mirá…
-¿Qué, nos ve?
-Viene para acá…
-Agarrá la mochi…
-Pará, tranqui… Si nos ven con miedo es peor…
-Tengo miedo, boludo… dale, vamos…
-Dijiste que era boludo tenerle miedo…
-Tengo miedo de que haya visto cómo te chupé la pija. Hace ratos que da vueltas. Capaz que vio todo, boludo… Puede ser un pervertido… ¿nos podemos ir?
-Estoy yendo… estoy yendo…
Se miraron fijo. Pero más adentro.

*

-¡Chicos! ¡Chicos!

Cuando escucharon la voz a sus espaldas empezaron a correr. No cruzaron ninguna señal cómplice. Se tomaron de las manos y se adentraron a gran velocidad en la espesa arboleda de ese enorme parque.
Pisaron piedras que los lastimaron, fueron acariciados por ramas, recordaron que ese parque había sido el primero en ser testigo de la poca resistencia que le imponían a sus impulsos cuando estaban excitados.
Corrieron con una sincronía perfecta: si en determinado momento uno hubiera elegido pasar por el costado de un árbol y el otro por el otro lado, sus manos, que eran ahora un nudo, hubieran chocado contra el tronco. Quizás contra ese tronco de la primera vez. Ese tronco que también tenía dibujado un corazón en su corteza.
Tomados de la mano pudieron compartir una conclusión: “ya hay un montón de cosas que dejamos de hacer… nunca más vamos a hacer corazones con nuestras iniciales… hace rato que no lo hacemos más. ¿Acaso eso significa que las cosas van peor? ¿Tanto lío porque ya no vamos a volver a revolcarnos en un lugar público?”.
No había respuestas en sus pasos, había incertidumbres. Incertidumbres como un motor propulsor que los hundió en lo que empezaba a ser una escenografía gastada.

-¡CHICOS!

*

Pero Esteban no se pudo aguantar y miró. Vio que el tipo de la moto se había bajado de la misma, que los miraba con una mano en la cabeza, que el chico estaba parado a su lado, aún con el casco puesto. Estaba vestido como un adulto y Esteban pensó “hoy se suele vestir así a los chicos, así que eso no significa nada”. Pero cuando volvía su vista al frente todo se puso en cámara lenta y vio que una de las pequeñas manos sacaba algo de la espalda. No terminó de ver, siguió corriendo, apretando los ojos, apretando los dientes, confundiendo las hojas secas que estallaban bajo sus pies con los latidos de su corazón. Cubrió a Laura con el cuerpo, en un acto instintivo, con una sensación muy certera en su interior: “la voz tiene razón, nunca voy a poder saber cómo son realmente las cosas… sin darme cuenta rompí la realidad… soy un robot… pero el de una película: el enano está dentro mío”.


*

…no se iban, la moto llegaba, el tipo efectivamente los quería robar. Ella se resistía, el arma del otro caía. Y la agarraba el del casco. Y disparaba y hería a Esteban. Le pegaba en el centro de las pelotas. Esteban caía. Se agarraba, gritaba. Ella se tiraba contra el atacante y lo reducía y le sacaba el arma y se lo apoyaba sobre el casco y Esteban gritaba “¡disparale! ¡disparale!”, mientras giraba sobre si mismo, entre aullidos de dolor. Y ella quería sacarle el casco y no se podía y quería matarlo, si era un enano quería matarlo, por ser la confirmación de que Esteban no se había equivocado, quería disparar, pero todavía podía ser un niño, todo podía haber sido un accidente, capaz no quiso disparar, o sí, pero porque estaba asustado, capaz no es cómplice… Y todo eso como un globo, porque ella era eso sobre su propia imagen, y empezaba a alejarse y su yo-ella seguía con el arma sobre el casco del niño-enano y de pronto ¡PUM!... el globo había explotado.

Laura despertó. Tenía el cuerpo caliente pero con una agradable sensación de liviandad, como si algo del globo hubiera sobrevivido en su interior. Aún en la semi-oscuridad de la habitación se giró sobre la almohada. Esteban dormía con un gesto de preocupación surcándole las facciones. Laura pensó: “¿estará soñando con el parque?”. Evaluó la posibilidad de despertarlo, pero luego percibió que una prominente erección se anunciaba bajo el boxer rojo. Prefirió dejarlo así.
“No te puedo sintonizar, pero no te preocupes. Estamos creciendo”, le dijo para sus adentros, mientras le colocaba una mano en el pecho, “es lógico que por un tiempo nos distanciemos, nos volvamos desconocidos… Pero quedate tranquilo, tuviste un ataque de paranoia y te asustó un nene, nada más”.
Acto seguido, retiró con suavidad la mano y, antes de volver a dormirse, se masturbó. Cuando estaba por acabar, en éxtasis, se preguntó si ese mito sobre el tamaño de la pija de los enanos sería real.


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lunes, 1 de febrero de 2016

X

“EL AGENTE MULDER CREE QUE NO ESTAMOS SOLOS” *






Lo siguiente está inspirado en hechos reales documentados

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¿Qué es una verdad? ¿qué es un mundo?

2 de Septiembre de 1995, Parroquia San José, 17 hs.

Tengo 10 años. Me compran una camisa y un pantalón de vestir: voy a tomar la comunión. El ridículo me saca una sonrisa. Quiero mostrarme chistoso al respecto pero no me funciona. Distingo que los otros chicos que están en mi posición se lo toman en serio. Los que no se lo toman en serio se lo toman tan para la joda que también me da algo de pudor. Siento que no puedo empatizar con ninguno de los dos grupos. Me quedo callado. Luego de que me dan la hostia a título “el cuerpo de Cristo”, vuelvo al banco y echo una rápida mirada a mi alrededor. Mis compañeros, todos, están de rodillas, con los ojos cerrados. Hago lo mismo. Trato de concentrarme, me esfuerzo por sentir que algo de todo eso tiene alguna significancia. Tengo la hostia pegada al paladar, me desespero. Creo que rezo. No quiero morirme atragantado o toser o llamar la atención. Tengo miedo y una angustia fuerte en el pecho: estoy vacío de fe.

Avellaneda, 21 hs.

Mis familiares están en casa. Mi familia no es católica, pero mis viejos decidieron que un colegio privado podía darme una mejor educación. Que el colegio sea religioso es un plus y nadie se opone. Como desconocemos si hay algún ritual al respecto, se festeja i comunión como se festeja todo lo que amerita una reunión para nosotros: asado, unas botellas de vino y larga sobremesa. Se supone que soy el agasajado, pero hace rato que estoy en una habitación contigua, frente a la televisión. Nadie parece notar mi ausencia. Tampoco me preocupa hacer acto de presencia: no puedo despegar los ojos de la pantalla. Están pasando un video que muestra la supuesta autopsia a un extraterrestre que tuvo la desgracia de estrellarse en suelo terrestre. Estoy fascinado. Sin poder evitarlo, imantado por lo que sucede, me acerco más y más a la tele. En un momento, mis ojos y los ojos saltones de la criatura casi se tocan.

Unas horas después, mi abuela, un poco pasada de copas, se despide con un abrazo muy fuerte y me pregunta al oído si me siento diferente ahora que me “encontré” con Jesús. Le digo que sí con un gesto de la cabeza, pero es en otro cuerpo en el que estoy pensando. Llega la epifanía: me doy cuenta de que empiezo a creer en algo.

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El video en cuestión, claro, no es otro que el que terminaría siendo el disparador para que toda una generación empezara a sentir un furor incontrolable por la temática OVNI. Roswell, 1947. Un lugar y una fecha. Un Génesis en todo su esplendor. 

Creo, incluso, que Roswell fue el equivalente al alcohol en la vida de quién se descubre de personalidad adictiva. “El alcohol es la puerta de acceso a otras drogas”, te dicen. Lo mismo esa mítica autopsia. Se presentó, iluminó a todos los que habíamos nacido alrededor de la década del ochenta e iluminó el cielo de fantasía que el cine de aventuras heredado nos había tejido como techo: ahora el techo podía estar en otro lado. Podíamos pensar que todo era verdad… aún incluso con el cosquilleo de la farsa moviéndose en el fondo de las entrañas. Somos un documental apócrifo, así de paranoicos, así de cínicos, así de niños eternos. Todo se reduce a creer.
No me extraña haber encontrado en Mulder, en Fox Mulder, a mi primer Mesías.

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25 de Enero de 2016, Tandil, 6 hs.

Llegamos con mi novia a Tandil. Muy temprano. Llueve. Hacemos tiempo tomando un café. Ella saca un libro, yo me siento inquieto. Para no molestarla me levantó y salgo a dar una vuelta por la terminal.
Compro un diario local y lo abro por la mitad, justo en el suplemento “espectáculos”. Hay una foto vieja, viejísima, de Mulder y Scully. Nunca David o Gillian. Mulder y Scully. Se me abre un agujero negro en el pecho.
La nota dice: “hoy, a las 23 hs, se transmitirá un capítulo estreno de la serie que en los 90s…”.
Hace unos cuantos años atrás hubiera recortado la nota.
No sólo no lo hago, sino que me pregunto si hoy alguien la recortaría. Creo que hoy nadie recorta y nadie lo hubiera hecho de haber tenido la certeza de que internet estaba ahí afuera.
El agujero negro en mi pecho crece un poco más. Me caigo. O me abduce.

Capaz que siempre pensé en Mulder pero no soy más que Samantha, su hermana desaparecida, el misterio, la excusa para llevar una vida de épica, martirio y autoboicot.

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El fenómeno Roswell fue a mis diez años, de eso estoy seguro. No estoy seguro cuándo fue que entraron los Expedientes X en el camino. Para reconstruir una aproximada biografía puede decir que para cuando se estrenó la película, en agosto de 1998, yo ya era fan de la serie. Compraba revistas, pósters, porquerías varias en el Club del Cómic o Camelot y recortaba notas de los diarios que  luego guardaba en una carpeta. En la misma carpeta pero en un folio separado, siempre oculto al final de todo, guardaba recortes de otra índole pero misma esencia: extrañas apariciones de ganado muerto, leyendas urbanas de edificios embrujados, sectas, asesinos seriales. Esa carpeta es el evangelio según yo, el evangelio según Matías, hoy día extraviado. Algún día será redescubierto, andá a saber por quién. Por quienes. Creo haber dejado un noble reflejo de mi niñez en ese folio secreto: todo fue escalofríos.
A veces siento que sentirse tan extraterrestre es hermoso. Y tengo ganas de llorar y aunque no estoy triste tampoco estoy contento.

La primer película de los Expedientes X se llamó Fight to the future. Yo tenía casi 13. Y peleé contra el futuro con todas mis fuerzas.
Revistas Conozca Más, libros de Fabio Zerpa, caras horas en un ciber descargando información en un diskette.
Peleé fuerte contra el futuro.
Hasta que terminé desmembrado en una camilla fría.

Para seguir creyendo, en algún momento me tuve que morir.
O fingir mi muerte.


*

Dos recuerdos muy claros: mi mejor amigo y la primera vez que me enamoré.
Siempre me costó convencer a mi amigo: me costó convencerlo, por ejemplo, de que la fábrica abandonada que había al lado de la casa de mis viejos estaba embrujada. Le tuve que contar las historias que recopilé en mi cuaderno de notas rojo. Le tuve que contar lo que decía mi abuelo, lo que decían algunos vecinos, lo que decía papá, incluso, aunque ya tendía a exagerar las cosas.  Me volví mejor escritor convenciendo a mi mejor amigo de cosas… y siempre valió la pena, porque cuando mi mejor amigo cree, ya desde chico, cree de verdad, con honestidad, sin dejar el cuerpo en la batalla, porque su patria es el alma. Si cree, deja algo en serio. Con él vimos un OVNI una vez. En el patio de su casa. Fuimos corriendo al taller que su papá tenía en el fondo de dicho patio y buscamos unos largavistas. Salimos y miramos al cielo, esperando, quizás, que lo que habíamos visto ya hubiera desaparecido. Pero no. Mi mejor amigo y yo vimos un OVNI. Posta. A los 12, más o menos.

Me enamoré de la piba más insoportable de la escuela. La forra que lloraba si se sacaba 9 en una prueba, porque siempre quería ser 10, porque no sabía lo que era cultivar la humildad. Una conchuda sin caretas. Me enamoré de ella porque compartíamos muchos gustos y podíamos hablar hasta quedarnos afónicos, casi siempre en desacuerdo pero felices. Nos volvimos muy buenos amigos. Ella también veía Expedientes X y era fanática. Digo “me enamoré” pero nunca tuve ganas de darle un beso, por ejemplo. No era ese amor. O sí, pero hacía que no. No sé. Los Expedientes X nos habían vuelto histéricos. Mulder y Scully estaban destinados a amarse, estaban destinados a envejecer y nunca formar una familia, estaban destinados a estar enamorados platónicamente, para siempre.
Mi amiga era Scully, era fuerte y orgullosa, yo era débil, caprichoso y ella creía en mí.
Yo grababa los capítulos en cassettes vírgenes. Ella, semana tras semana, decía que sin Scully nada tendría sentido. Le cuestionaba a la serie cosas que para mi eran incuestionables. Decía que Mulder estaba re fuerte. Yo decía que Scully era hermosa. Todo así.

*

Con ella hablábamos poco de la fábrica. Algunas tardes salíamos a la vereda y yo me embobaba mirando cómo las sombras ascendían por las ventanas rotas. Ella, mientras, daba un discurso por algo.

*

Unos años después, mi mejor amigo se reía de mí porque la chica de la que yo había estado enamorado tanto tiempo se declaraba lesbiana. Así que ese beso que no le quise dar no se lo dí. No terminó de otro modo. Al final del secundario dejamos de hablarnos. Fuimos más Mulder y Scully que nunca. Fuimos un final alternativo para ese par de arquetipos que envolvieron con delicadeza nuestra entrada en ese mundo donde a veces se te rompe un poco el corazón sin que sepas mucho por qué.  

Mi mejor amigo sigue siendo mi mejor amigo… y hoy día creemos igual… Pienso muy a menudo, mientras tomo una cerveza en la terraza, buscando en éste nuevo cielo a esa vieja nave que una vez nos saludó, que somos tan diferentes porque creemos igual.

El caso de la fábrica abandonada quedó abierto y sin resolución.
Cuando yo sea un fantasma voy a vacacionar ahí.

*

25 de Enero de 2016, Tandil, 16 hs.

Dejó de llover cerca del mediodía y para las dos ya había salido un sol violento. Estamos en Monte Calvario, tirados sobre una piedra, disfrutando del paisaje.
De pronto recuerdo algo: en uno de sus libros, Fabio Zerpa decía que había lugares propensos a tener contacto OVNI, dado que eran fuente de energía para que las naves pudieran seguir con sus exploraciones. Nombraba muchos lugares de la geografía argentina, pero me acuerdo de dos en concreto: Cerro Uritorco, Tandil. Yo ya viajé a Tandil en una ocasión, con el colegio. Viaje cuando mi amiga ya me gustaba, cuando ya me gustaban los Expedientes X. Mi mejor amigo no viajó. Me acuerdo de muchos chistes porque algo de un salamín y algo que hizo un amigo. Me acuerdo que en determinado momento me puse muy dramático con las cosas y extrañé mi habitación: leer, mirar una peli, sentirme dueño. En el viaje que hice a Tandil de chico descubrí que me gustaba mucho estar solo.

Miro mi entorno: nada de esto lo recuerdo, pero sé que ya lo ví. Increíble que dentro de unos años pueda pasarme lo mismo.
Se me ocurre una idea aterradora: quizás la primera vez que vine a Tandil me secuestraron extraterrestres y recién acaban de devolverme, inventando todo esta historia que yo llamo “mi pasado”.
Soy una mentira. Mis recuerdos, otra ficción. Y seguro que si alguien los ve, no se los cree. Soy una mala mentira.

Tandil otra vez.
Expedientes X otra vez.

*

Después del estreno de Fight to the Future hubo una micro “epidemia X”. Mi carpeta de recortes tuvo mucha entrada de material y engordó generosamente en esa época. Todo ese agite fue el que me hizo conocer a un club de fans de la serie. Eran un grupo de jóvenes que editaban una revista con notas sobre casos paranormales, cuentos, info sobre series y libros y toda una larga lista de hermosas nerdeadas de cuando no existía TBBT y toda esta lectura moderna del frikismo. Ahí se editaba una revista para gente que se comunicaba vía correo, escribiéndose cartas. Era una zarpada base de operaciones que te brindaba información que era muy difícil de conseguir en esos momentos. Y con la guita que juntaban organizaban movidas para traer episodios de los Expedientes X que aún no se habían visto en el país.

Capaz también suceda que siento tanto orgullo por esa revista porque fue la primera en publicar algo mío. Fue una nota sobre Stephen King. La firmé con un pseudónimo que hoy no recuerdo. Lo que sí recuerdo es que sentí algo muy lindo cuando me vi entre todas esas páginas tan pero tan especiales para mí.  
Sentí que podía hacer lo que quería.
Descubrí que ser Mulder también significaba trabajar duro. No podía ser sólo una pose.

Nunca paré de escribir. Ya escribía de antes, claro. Pero la confirmación la vivencié en ese momento.

*

Soy daltónico. No sé cómo afecta eso a mi vida porque no sé cómo es no ser daltónico.
Mi viejo y mi tío son daltónicos, pero no hacemos chistes al respecto. Es algo bastante poco interesante ser daltónico. Sólo que en un capítulo de los Expedientes X, Mulder dice ser daltónico. Me caí rendido a los pies de toda la evidencia. Lo que estaba pasando era tan grande que ni miré la puerta de mi habitación para ver si mi vieja estaba por entrar. Sólo agradecí el milagro. Con todas las fuerzas de mi estúpido espíritu.

Todo, siempre, va a hablar de mí.

*

25 de Enero de 2016, Tandil, 21 hs.

Estamos cansados. Ya pasamos por el hotel y nos dimos un baño. Yo dije: “salgamos a comer temprano, hay que volver antes de las once…”.
Paramos en un bar. Le estoy hablando a mi novia, a la chica que me gusta. Le hablo de una serie que significó un montón de cosas, incluso un amor sin conclusión. Le hablo de Mulder y Scully, le cuento los finales que no conoce, me cuenta lo que piensa de los personajes, las cosas que percibió habiendo visto sólo las primeras temporadas de la serie. Nos reímos. Mi mejor amigo quedó a cargo de cuidarnos la casa mientras estamos de viaje. Me escribe: “todo está bien”. 
Mulder y Scully no son lo mismo para mí que para mi novia. No son lo mismo para mí que para mi mejor amigo.
¿Por qué me esfuerzo yo, entonces, por ser sólo uno?
¿Por qué?

Pagamos, salimos volando al hotel.
Pasamos por una estación de servicio. Mi novia compra helado y yo me compro cigarros, a pesar de que no suelo comprar cigarros.
No puedo más de la ansiedad.

*
SPOILER
El único spoiler que me fumé sobre el regreso de los Expedientes X fue que el primer episodio de la nueva temporada terminada con El Hombre que Fuma. Un villano viejo. Ahora entiendo que Mulder es el adolescente al que El Hombre que Fuma extraña… por eso lo incentiva, lo incita, lo castiga con perversión. Fox Mulder es la historia del Hombre que Fuma cuando empezó. Los Expedientes X se convertirían, entonces, en un flashback, en una visión apócrifa sobre el devenir y el existir de una insignificante criatura que sólo quiere una cosa. Creer.

El villano, ahí viejo, muy malo, muriéndose de cáncer. Eso es la vida.
Y vos mirando, con lágrimas en los ojos y un pucho quemándose entre tus dedos.

*

Pequé, pequé porque a veces fui sólo cínico, sin equilibrar la balanza, me creí todo sin estar sospechando, o todo lo contrario, pero no estuve a la altura de sentirme orgulloso de mí, me maté a pajas, sí, porque mi viejo era peluquero y tenía muchos almanaques de mujeres desnudas. Me maté a pajas mal, pero Mulder lo hacía también, y en la segunda película tenía la barba tan larga como yo ahora. ¿Se sigue pajeando? Mulder tenía una colección de revistas eróticas, yo de almanaques. Mientras más comprendo lo miserable del ser humano, más lo veo reflejado al infinito. Y no hay culpa en eso.

*

Con mi mejor amigo estuvimos en el Fantabaires del 99. Para muchos fue uno de los mejores eventos de esas características. Me compré muchas cosas en ese lugar, volví con muchos de mis primeros tesoros. Mi favorito: una foto-tarjeta de Scully (sí, para mí era Scully, ya dije que nunca voy a decirle Gillian Anderson) en una cama, con ropa interior negra, en plan sexy. Nunca me hice una paja con esa foto. Era demasiado especial. No podía googlear cualquier fantasía que se me cruzara por la cabeza, como ahora.

*

25 de Enero de 2016, Tandil, 23 hs.

Mulder y Scully están lidiando con un anti héroe de Youtube: un periodista conspiranoico de dudosa moral. Están en un mundo donde hay más información de mentira que información de verdad. Son mis viejos héroes. En nuevas aventuras. Los subestimo, como uno siempre subestima a lo que de pronto dejó de ser joven para ser viejo. Sin embargo, me doy cuenta de que hay algo ahí que se resiste a ser plano. Algo de toda esa historia es demasiado real. Tiene dimensión. A los Expedientes X les permito ser clásicos. Es la gran diferencia por sobre todo: a esa serie le permito ser teatral, esa serie ya resumió demasiado.

 Mulder dice que en el mundo moderno su vida es un chiste. 

*

Algún lugar, un pensamiento.

Estoy secuestrado. Secuestrado por humanos. Me están abriendo a la mitad. Sacan todo lo que tengo adentro. Lo que tengo adentro es muy descriptivo, pero no significa nada. ¿Quién sos?, es la pregunta que le haría a cualquiera. ¿Qué querés?
¿Qué esperás?

No sé a dónde estoy.

*

Ahora me dicen los Expedientes X que esto es una ficción sobre Roswell, que Roswell siempre fue una trampa. Es un buen giro, es clásico, es bello. Mi yo de diez años no hubiera soportado tanta épica. Somos más grandes de lo que nos pensamos.

Hace poco, mi mejor amigo me dijo que la trampa por excelencia es la nostalgia. Me dijo que la nostalgia es un lugar seguro. Es una ilusión. “Hay que desconfiar de la nostalgia”.
Creo que tiene razón. Creo que sonó tan Mulder por las palabras que eligió.

Prendo otro cigarro antes de acostarme.
*

 Roswell, 1947
Tandil, 2016

Aparecen los Expedientes X, vienen del futuro. Empiezan a generar la ficción de la que se alimentará el fenómeno que dará por resultado la realidad. La realidad es la conspiración.
Soy un ser libre.

Me despierto y no puedo volver a dormirme. Los primeros minutos me desoriento: ésta no es mi cama, estoy lejos de casa.
Después me calmo.
Capaz estoy un poco triste porque terminé entendiendo, hoy, con la vuelta de la serie, que hay algo intrínsecamente triste en Mulder y Scully. Ahora los amo más que nunca. Amar así siempre pone triste.

Una nave extraterrestre rompió nuestra burbuja.
Quiero decir, ¿existe dios?

Y si es así… ¿de qué planeta viene?

¿es una trampa?

¿Y yo?
No estamos solos: el afuera está en la verdad, esa que no deja de morderse la cola. 


*


(*Dana Scully, al final del episodio piloto)