miércoles, 31 de agosto de 2016

cabramacabra


Hoy, DRAGONAUTA cumple 15 años. 
Lo que sigue es la entrevista que le realicé a Fede Wolman en 2009.
La foto que ilustraba la nota original (publicada en SYHB) fue reemplazada por una más actual de Martín DarkSoul. 

***

EL JINETE EN LA ATEMPORALIDAD
Muertes y resurrecciones de un vaquero psicodélico




-PRÓLOGO: CREER-

Federico Wolman me recibe en su casa de Chacarita con una anécdota contundente, previa en la que encapsula todo lo que va a disparar en las siguientes dos horas y media. Será porque con el doctor Wolman en cada instante está el todo, contenido, reflectante y luminoso. Una partícula de polvo, bañada por el sol, o una gota de saliva cuando narra, en éxtasis, caminando de un lado a otro, moviendo las manos de modo enérgico, sin dejar de transmitir un aura de paz y tranquilidad. Sí, porque narra.
Narra una historia. Su historia. Se construye leyéndose. Se escucha.
Y dice:
“Una vez vi a un flaco que se elevó a ésta altura del piso [marca una distancia de medio metro entre palma y palma] y quedó ahí, levitando un rato, ¿entendés? Y cuando le pregunté cómo lo había hecho, dijo: “Hay algo que yo quiero de chico: volar. ¿Vos querés volar? Yo REALMENTE quiero volar”. Y esa es la explicación más simple, más objetiva que puede haber. El deseo genuino que uno tiene, del que no necesariamente sos consciente, es lo que configura tu realidad”.

Bienvenidos al psico-fantástico mundo de Fede Wolman, ex cantante de Dragonauta y actual chamán de El Festival de los Viajes, una banda con una propuesta diferente y de galope cósmico.

-EL VIAJE: DESFRAGMENTACIÓN TOTAL-

“Hay teorías que dicen que todos tenemos un propósito específico… Y ese propósito es algo matemático, algo que no podés cambiar. Y la primer herramienta, no la única, para descubrir tu propósito, es la carta astral. Hay algo escrito sobre vos. O algo que se está escribiendo...”, reflexiona Fede Wolman mientras le da play a un disco que llena de voces mántricas el ambiente.

De tal afirmación, que invita a la introspección, se desprende una pregunta básica: ¿Conoce Fede Wolman su propósito?

La verdad… no. Lo que noto es que hay una vibra hacia lo que es destrabar algo mayor… La idea es deshacerse de los karmas, de los chicos a los más grandes, para poder vivir el después y, por sobre todo, vivir en un presente real… El propósito es apagar el bocho en el buen sentido y vivir en un presente absoluto que no es ni el pasado ni el futuro… aunque los represente. Pero es mucho más.

¿El presente absoluto es, entonces, una atemporalidad?

Claro, porque cuando estás en el presente estás en un círculo donde no hay tiempo. Desarrollás herramientas. Yo con la música busco LA sensación, esa sensación donde estoy viajando en EL cable.[1]

Con fluidez, la conversación avanza y se centra en torno a la película Enter the Void (2009, peli francesa, del argentino Gaspar Noé que narra, entre muchas otras cosas, la experiencia del alma luego de la muerte) y Fede concluye:
“Ya no sabés si es oscuridad total o luz total… Es unir los opuestos: la desfragmentación total.”

El todo en todo y de ahí a toda la escuela ocultista clásica y no tanto. Los opuestos se contienen entre sí.

Exacto. Yo me doy cuenta de que soy un tipo que habito mucho en mi cabeza: soy muy cerebral… Y si bien hay conceptos que puedo entender intelectualmente, hay cosas que exceden ese marco y por eso que si vos creés con cada célula de tu organismo que vas a volar: volás.

Creer de verdad implica la desprogramación de esa parte que indica que aunque quieras y desees NO PODÉS. Por eso que el creer de verdad implica mover el paradigma completo hacía un nivel de re-estructuración.

Con esto me doy cuenta de que el cerebro atenta un poco contra la integridad total, ¿no? Imagino que por cómo fue evolucionando y cómo lo empujaron a evolucionar, llega  a un nivel en el que está, estamos, muy disociados de la vivencia real del instante. El cerebro funciona en sincronía con la línea del tiempo… Todo el tiempo está sujeto a eso. Y yo me doy cuenta de que cuando yo me muevo de mi carácter cerebral, con la música, por ejemplo, llego a experiencias que son increíbles.

-TRASPASAR EL UMBRAL: “EL MOMENTO CERO TAMBIÉN ESTÁ EN VOS”-

Otra vez: pasás de estar atado al tiempo al vacío de tiempo. Podemos decir, incluso, que ese estado permitiría viajar en el tiempo, ¿no?

Claro. De hecho sucede. Cuando estás haciendo lo que querés, viviendo el instante al cien por cien, el tiempo no existe. Hay una integridad. Volviendo a eso del TODO… hasta tiene un valor científico… Hay en la termodinámica una serie de axiomas, uno de ellos dice que la energía en el Universo no se crea ni se destruye: es constante. Y fijate que con la teoría de la relatividad hay quienes te dicen, claramente, que energía y materia son la misma cosa. Entonces: el Universo nace… y esa energía del principio, esos primeros átomos, son los mismos que te constituyen a vos. Por eso que no es loco pensar que la información del momento cero también está en vos, porque estás formado de eso, que nació ahí.

Una memoria total…

Los átomos que SOS están desde que nació el tiempo. ¿Y por qué no pensar que en cada cosa está la información del todo?

¿Podemos acceder a esa memoria?

Yo creo que sí. Vos ya sabés todo… Sólo que el cerebro, por su propia genética, te prohíbe recordar.

La idea es, entonces, al vivenciar de verdad, poder meter la mano, la cabeza, en ese manantial de información...

Tal cual.

Puede sonar mal-intencionado y hasta pretencioso, pero, ¿por qué?

Mirá, haciendo retrospectiva, yo, por ejemplo, de chico, quise hacer artes marciales… Y, ojo, yo soy un cagón… no era por todo eso de las piñas. Lo evalúo y pienso que fue para adquirir esa disciplina de estudiarse a uno para poder meditar, ¿no? Eso era lo que me gustaba… Igual soy consciente de que hay gente que, sin necesidad de las preguntas, vive mucho más en el presente de lo que yo vivo y viven una vida mucho más desfragmentada y se pueden ver en un cien por ciento. Yo tengo la sensación de que es vital acumular horas de vuelo en ese estado… Y creo que cuando acumulaste cierta cantidad de horas accedes a un todo… cuántico. Hacés un salto.

¿Qué esperás de ese salto? ¿O confías en el misterio absoluto? Por otro lado, ¿creés que vas a reconocer ese salto o nunca salís del espiral?

A mi me encantaría ser una persona entregada al misterio sin esperar ni proyectar nada… Sin generar expectativas. Yo creo que el gran motor es el descontento con la realidad cotidiana, un vacío que sentís y que buscás llenar… O, al revés, toparte con una sensación a la que querés volver, porque te das cuenta que te acerca a algo, cuando decís: “nunca viví una sensación como ésta… ¿por qué?” Quisiera entregarme al salto, pero sé que aún hay muchas cosas que me mantienen plantado… pero imagino ese salto, cuando se de, y lo imagino como una expansión total.

-HORAS DE VUELO: EL RITUAL-

Bueno, claramente, desde el Fede chico al Fede actual se habrán acumulado horas de vuelo para tu reserva… ¿qué encontraste?

Por un lado me di cuenta de que adquirí mucha información: estudié mucho, en profundidad y, paralelamente, mis aliadas fueron las sustancias psicoactivas, que fueron sensaciones extremas… una vivencia de integración… y a partir de ahí empecé a identificar más claramente estos estados y los comencé a buscar.
Yo siento, por cuestiones personales y familiares, que me liberé de ciertos karmas, de miedos… Es eso. Puede sonar muy maricón y pelotudo, pero el cerebro reconoce que hay dos sensaciones y emociones: el amor y el miedo; y el resto son derivados… Yo nací vibrando en el miedo y todo mi accionar fue desde el miedo… Y estas experiencias me dan la chance de poder elegir y vibrar en la otra frecuencia. Pero bueno, también depende de quién lo vea… En serio: la experiencia se puede redoblar todo el tiempo.

Hagamos retrospectiva: ¿cómo llega Fede a la música, a esa herramienta que termina resultando tan clave en su vida?

Fundamentalmente, de chico tenía muchas barreras para entrar en sintonía con la gente… Estaba mucho tiempo solo… y estando solo me encerraba a escuchar música… Siempre la música tuvo un efecto sobre mí: me situaba en otra frecuencia, como te decía. Cada vez fui aprendiendo a identificar qué música me servía más… y le dedicaba mucho… Me ponía en receptor absoluto: escuchaba música durante horas… como meditando.

¿Se da de modo natural el paso de ser receptor absoluto a,  de pronto, ansiar ser quien emite?

Para mi empezó como un juego… En paralelo con algunos de los chicos de El Festival, con los que compartimos el secundario, y con Daniel, el violero de Dragonauta, empezamos a sentir… o empecé a sentir… que la frecuencia iba a ser más fuerte si me posicionaba en el otro lugar. Desde muy chico ya me había seducido la idea de hacer… había querido estudiar bajo, pero no me enganchaba… pero cuando lo tomé desde un lugar desprejuiciado, desde el lugar de no esperar, hacer, de liberarme de expectativas que son trabas, surgió eso de estar horas encerrados… desde ese lugar lúdico.

Lúdico y sagrado.

Exacto. Es mi forma de vivir mi religiosidad… Un recital es un ritual, sin dudas. Y me empieza a pasar que no estoy pensando en un objeto receptor… El receptor soy yo. Cuando me baja una letra o cuando estoy tocando son momentos míos. Antes me pasaba que escuchaba a algún escritor o científico o quien fuera, alguien muy iluminado, con ideas brillantes, diciendo: “Viene de otro lado, viene a través de mí, yo sólo soy un canal”, y me parecía muy pelotudo. Pero ahora lo veo como algo cierto… Para mi baja información, y el canal y el receptor soy yo… si después hay otro receptor que vibra en esa frecuencia, y eso se multiplica, la experiencia se hace más intensa. La energía que empieza a vibrar en todos… es, no sé, muy grande…

Buscás el big-bang…

Cien por cien.

Entonces, si bien habíamos dicho que la energía no se crea ni se destruye… ¿no estaríamos, en cierto nivel, creando energía nueva?

(risas) Creo que sí. Es lo que hablábamos de la creencia, pero en otro nivel: muchos tipos creyendo en algo… Y pueden modificar todo. Si cierta masa crítica se activa, el fenómeno es para la humanidad completa. Ese es el viaje, quizás… No lo puedo explicar porque es algo muy energético… Amor en el sentido más cósmico: aceptar lo que es. No el amor en el nivel de “amo todo, amo este mosquito…”. No, no lo amo un carajo, que lo acepte (risas)
Desde un lugar más lúdico, la figura del chamán me resulta súper seductora… Yo soy un tipo rígido desde lo corporal, aunque cada vez menos, pero sé que lo soy… y me cuesta dejarme llevar por otro y eso me hace posicionarme en otro lugar, donde está mi goce, lo que me ayuda a crecer, que es mi desafío.

-EL CHAMÁN I: VIBRAR-

Conocés tu lugar sagrado, te ejercitas en el ritual… ¿cómo fue tu primer experiencia como chamán?

Con miedo, claro. Siendo muy inconsciente de todo el proceso en muchos sentidos… Sabía, por ejemplo, que no quería estar ahí para levantarme minitas, pero tenía miedo, mucho, sobretodo porque soy muy duro conmigo… y yo cantaba sin saber cantar. Y me escuchaba cantar, sabiendo que no sabía, y temblaba, obvio. Pero había una sensación de desafío, porque sentía la dosis justa de hostilidad y la dosis justa de sentirme temerario… Es buenísimo. Fue un click. Un día en mi casa, antes de un show con Drago, estaba vocalizando, sin saber un carajo, y encontré una posición en la que me comenzó a vibrar todo el bocho, TODO, y ese día salimos y salió otro Fede… Yo justo me había cortado el pelo, y después del reci me decían: “Qué bueno que echaron al otro cantante”. Y a partir de ahí empezó una entrega, ya sin estar pendiente de mis errores, e, incluso, hoy día puedo darme el lujo de ser consciente de esta figura de chamán, y explotarla… jugar con el personaje… Y ojo, no lo controlo.

Abandonaste el concepto para ser parte…

Eso.

El héroe, siguiendo la estructura clásica, acude al llamado… Luego, ¿tu primer portal fue Dragonauta? 

Sin lugar a dudas.

Nace el Dr. Doom…

(risas) Tal cual… Además, con mi vida llena de ciencia… Cerraba bien.

¿Y qué paso con él? ¿Murió o se transformó?

Yo lo vivo como ciclos de muerte y resurrección. Desde afuera, quizás, cada cambio es una sutileza… Lo que para mi es un abismo es algo mínimo para el observador, y quizás hasta sigo siendo ese burgués cagón. Incluso, en mí, cada ciclo conllevó cambios corporales muy fuertes, que no busco, que se dan. En el momento que decidí dejar Dragonauta bajé quince kilos. Yo creo que la diferencia entre el Dr. Doom y el actual Fede, que es más un…vaquero psicodélico (risas), que también está muriendo, es que había una necesidad de ser un temerario entre temerarios, ¿no? Y hoy pienso que mucho lo hice movido por una debilidad… La lírica, el aspecto físico... era un manifiesto muy evidente de lo que me paralizaba de la muerte.

¿Esa consciencia mata al Dr. Doom?

Sí.

¿El Dr. Doom muere con Dragonuata?

En realidad a partir de un momento muy concreto… En Guatemala, en un lugar muy sagrado, sentí algo muy fuerte y me largué a llorar y supe, entre muchas otras cosas, que Dragonauta ya no seguía para mí… Cuando lo pienso todavía me agarra una sensación que aún estoy terminando de descifrar. Eso fue en el… 2008. Y a parte que a nivel musical necesitaba explorar con sonidos que me generaran, justamente, la sensación de ser un electrón viajando por un cable. Me dejó de atraer esa música en la que hay que estar muy atento al tiempo… Me gustaba eso de la atemporalidad: poder descansar en una nota y viajar sin más que eso.
Y ahí, bueno, el Festival era eso, ese viaje… Y es todo un proceso, subirnos todos al mismo tren y viajar ahí.
Ese… relámpago fue, sin dudas, un punto de inflexión.

-EL CHAMAN II: UN RAYO PLATEADO-

Y arranca el Festival…

El Festival ya había comenzado, mucho antes… Pero nos juntábamos, sin decir una palabra, a jugar con sonidos. Entre otras cosas entendí que quería hacer un proyecto con gente que brindara otro vínculo afectivo; otro marco de contención, desde otro lugar… que Dragonauta no me permitía. Y me sentí mucho más yo. Me doy cuenta que lo que tiene el Festival, y tiene que ver con que somos, algunos, personas que están llegando a los 40, es que es más flexible, y eso permite ir explorando, sin necesidad de desarmar y volver a armar. Es algo mucho más continuo, por eso que se vuelve difícil identificar de acá en adelante el punto de ruptura… Obvio que me encantaría volver a uno de estos grandes puntos de inflexión, porque son los momentos más intensos de la vida… y en general son una mierda… Ésta experiencia de Guatemala fue un rayo plateado, porque hasta le veo el color, que me trajo imágenes, caras… y fue muy espontáneo el llanto… que pude contener, pero que fue terrible.

La memoria activada…

Hay gente que dice que en realidad las moléculas del ADN son una estructura diseñada de tal modo que dictan cómo van a responder tus genes a determinado estímulo… Es muy complejo, antes no se entendía eso… Ahora se sabe que cada célula tiene la capacidad de elegir, ante cada situación, de quién conviene aprehender, si de tu mamá o de tu papá, como un proceso que instaura un mecanismo de respuesta pero que con un trabajo espiritual profundo uno puede controlar… Podés cambiar tu mecánica en el sentido más profundo. Dicen que esta molécula es tan increíble que es poco probable que ocurra naturalmente… es un diseño inteligente con información codificada: acciones que se almacenan en la molécula. Tiene tanta capacidad de almacenar que es una locura. Dicen que la información puesta ahí se activa ante ciertos estímulos o factores como plantas sagradas, por ejemplo… Yo creo que a veces uno activa cosas sin saber muy bien lo que son, pero desde un lugar muy orgánico, y eso escapa a tu capacidad de comprensión y por eso está bueno. Eso le da imprevisibilidad a la vida… Si te atraviesa el rayo no sabés para donde disparás… Es un relámpago que se activa por algo… Y por eso está bueno viajar con una carga muy liviana, para dejarse atravesar… Me gustaría estar más suelto.

Este vaquero psicodélico, ¿sólo va armado con la música?

No. La música es un medio para llegar a mi mismo… que también es un fin, ¿no? Pero claro que también tengo otra arma, aunque reniegue muchas veces: el cerebro.

-MOTOR-

El Festival de los Viajes: ya el nombre habla de mucho, ¿no? ¿De que se nutre esa gran fiesta?

El modo en el que yo me involucro con el Festival es que es el lugar donde se integran todos los Federicos… Todas mis búsquedas, lo que me pasa con el cuerpo, el cerebro… Para mi es un espacio de descontracción total. Es mucho más que música por más que para fuera sólo sea eso. Para mi es todo mi viaje. Por ejemplo, eso de que no me esfuerzo en hacer canciones: me bajan… El Festival es un marco donde suceden cosas misteriosas, por lo mismo que generamos. Todo tiene que ver con vincularse desde un lugar orgánico y activo con lo que te rodea.

Es una banda que, al menos en mi experiencia, invita a la mirada interna…

Puede ser, pero sin dejar de ser celebrativa. Mi sensación es de algo que te hace mirar para adentro para mirar para todos lados. Veo que gente con percepciones muy distintas, y desde lugares muy distintos, lo pueden disfrutar, por otros mambos y otras cuestiones… Para mi es algo que tiene que ver con las energías.

¿Cuál es la ambición de El Festival?

Mi ambición es consagrarme de lleno a eso. La expansión total. Es un espacio con una carga de libertad mucho mayor que la que te da el mundo material… Y pensar en una vida regida por esos grados de libertad es algo que a mi me genera una fantasía ingenua… porque seguro que está lleno de bosta burocrática (risas), pero la idea es poder dedicarle más tiempo a jugar… Eso me hace más libre. Y las cosas se van dando solas mientras más nos centramos en el presente. Cada vibración es más fuerte… Y por eso que mi motor es hacer música… cada tema es los temas anteriores.

-EL MAPA-

¿Cómo definís el mapa de El Festival? ¿Qué paso en cada estación (disco)?

El primer disco era Federico revelando un interior nuevo… y era eso, sacarlo a la luz: yo no pensaba en una banda. Pero se fue dando, con Adrián (baterista) y Mathías (guitarrista), que eran con los que me juntaba a experimentar… Y les mostré la música de Morricone, que para mí es un misterio de por qué me impacta tan fuerte: esa historia, esa imagen… Yo sentía que tenía que tener ese disco: lo necesitaba tener. Buscaba mi voz, para hacer reflejo de lo que había en mi cabeza, y empecé a darme cuenta, jugando un poco con los chicos, que esa voz era la que se gestaba de modo natural. Todo muy inconsciente… Y yo precisaba tenerlo grabado para escucharlo… Así que les propuse libertad absoluta para grabar y se sumo Furia (Martín) en la producción.
Después, el segundo disco fue soltar las riendas: y aparece la banda… y cada vez es más. Libertad total. Muchos ven oscuridad, pero para mí todo es festivo… deliberadamente. Y ya en vistas del tercer disco todos vibramos más y en sintonía, y a la vez todo está menos controlado.
La mayor parte de los temas del segundo disco son muy terrenales, más centralizados, más profundos y no tanto desde arriba. Antes tenía una sensación de abandonar el cuerpo, más que habitarlo. Y ahora es todo lo contrario. Quiero que me atraviese y vaya y vuelva al centro de la tierra… Y para mí, eso se manifiesta mucho en la música que hacemos.

-EPÍLOGO: CREER II-

Federico Wolman deja entrever que sus proyectos, con El Festival y por otras vías, son abundantes: el jinete no se detiene y enfrenta al horizonte, con los ojos entornados:
“Quizás hasta la muerte no es más que un juego y experimentar la muerte es un miedo innecesario… Ojo, sigo sintiendo miedo (risas)… A mi me está pasando algo muy loco: experiencias muy energéticas…”, reflexiona.
Sin detenerse, Fede habla de lámparas que estallan cuando él las prende, de parlantes que, desenchufados, resuenan por la noche, de presencias que le erizan la piel:
“Pienso que hasta puede ser una energía que yo mismo emano… que mi casa está empapada de esa energía… yo paso mucho tiempo acá, me gusta estar acá”.
Pero está allá.
O en los dos lados al mismo tiempo.
Cabalgando la atemporalidad, cruzando paradigmas, analítico y vivencial.
A paso firme: conquistando el presente.
A medio metro del piso.

***





[1] Concepto filosófico referido a la idea de viajar como un electrón, a velocidad límite y sin peso.

viernes, 26 de agosto de 2016

102

LAS PRESENCIAS QUE HABITAN LA TEMPESTAD




Para el Julio que quedó del otro lado.

Hoy cumpliría 102 años el señor Julio Cortázar, pero, dado que es menester estar vivo para cumplir años, podríamos decir, mejor, que se conmemora aniversario de su nacimiento, que, a diferencia de cumplir años, es algo que ni el mismísimo señor Julio podrá cambiar, puesto que se nace y se condiciona con eso la lectura del mundo que a continuación se fecunda, porque bien podría llegar mañana el apocalipsis, pero nada podría ser lo mismo si no estás o si no hubieras estado, por tanto, diría, no hay más espíritu en la historia que la conjunción de espíritus que la rebalsan, algunos de miradas recaídas, otros eternamente rehabilitados, habiendo transformado su muerte en potenciadora de su natalicio y así llegamos a la idea de que hoy no está ni cumple años el que sigue naciendo siempre sin nunca estar ausente.
Salud, señor Julio.

"...pero el problema, para nosotros, los que pensamos nuestra vida,
es confuso y casi infinito."



 *

Me desperté en medio de la noche y me encontré parado frente a la pecera, mirando a Lastolite, mi axolote, uno que  había comprado porque de chico leí a Cortázar y cometí el gran crimen que cometen todos los primerizos e incautos lectores de Cortázar, que es el de creer que tener un axolote es algo hiper romántico. A mi defensa puedo decir que no me llevó tanto tiempo descubrir que mi alma no tenía la sensibilidad necesaria para conmoverse poéticamente con la quietud del bicho y un poco más me llevó darme cuenta de que lo único que podía sentir al verlo era lástima. Y una terrible culpa.
¿Tenía chances el pobre animal de decirme que se sentía mal, enfermo, agobiado por el encierro?
No, porque los axolotes, como la mayoría de animales de pecera, no pueden llorar o, al menos, llorar de un modo comprensible para nosotros. No es perro, es axolote. Y no sé muy bien por qué le puse Lastolite, aunque sospecho que fue otro crimen, ya no el de querer resultar romántico, sino que ingenioso.
Retomo: era la mitad de la noche si podemos dar por sentado que eran más de las tres de la mañana, cosa que supe cuando me giré, algo confundido, para ver el reloj de la repisa y descubrir que estaba detenido a las 2:56. Por tanto, eran más de las tres, aunque supuse que no podía ser mucho más tarde: la penumbra era intensa y del exterior sólo entraba más penumbra y un repiqueteo constante.
Llovía.
Estaba acostumbrado a despertar en algún rincón de la casa, quizás luego de contemplar, quién sabe por cuánto, el objeto que, valiéndose de mi trance onírico, me había atraído a su esfera, quizás para contarme un secreto, quizás sólo para quedarse mudo e hincharse de orgullo y brillar y poder ser observado en todo su esplendor: una pava, la foto de mi abuela muerta, el vaso en el que descansaban el dentífrico y mi maltrecho cepillo de dientes.
Mi cuerpo estaba pegajoso, me pasé la mano por el pelo y lo sentí graso, sucio, a pesar de que me había dado una ducha antes de acostarme, allá, en el otro día, en ese día que ya había pasado, en lo irrecuperable.
Creció el murmullo, el golpe contra los cristales, a medida que creció la lucidez en mi cerebro, esa lucidez post-sonambulismo, tan de poco aclarar, tan de iluminar con trampas, tan de entender que “tranquilo, está todo bien, pero no”.
Traté de recordar, al tiempo que volvía a la cama, con paso torpe, con un frío subiendo por la planta de los pies para instalarse en las rodillas, en el centro mismo de las articulaciones, un frío que podía significar que mi estadía de pie, descalzo, en las blancas cerámicas de mi habitación, había sido, por lo menos, de unos cuantos minutos, traté de recordar, decía, si había visto nubes en el cielo antes de acostarme temprano, con el ánimo apático de los que se acuestan temprano sin razón, en un acto de desconsuelo rotundo, cuando en realidad están acostumbrados a acostarse tarde.
Sólo acudieron a mí imágenes de días soleados, como si la lluvia, ya instalada en su magnificencia de golpe-silencio/golpe-silencio superpuestos al infinito, convocara en mis pensamiento a su antítesis, como una invocación inversa y genuina, porque todo lo que se sobre-entiende deriva de su oposición más directa.

Vi días de sol, con el falso prisma de lo que será verdad algún día, vi al sol de las vacaciones fuera de temporada y sus exageraciones pertinentes, vi al sol de las plazas incendiadas, ya inexistentes pero siempre demandantes del cariño de los amantes, del sexo o la amistad. Vi al sol visto desde todos los lugares posibles. Y el sol, en algún lugar, es lo que en realidad es: una estrella. Vi al sol de lo que está por venir: vamos a sufrir, mientras, en ese lugar ficticio y real, seguirán viendo su esfera, seguirán sintiendo su calor. Vi al sol que dice que los que están más cerca son los que mueren primero. Vi al sol, a todo ese sol que existió antes de que dejara de verlo, antes del encierro absoluto, antes de los libros y las obsesiones, antes de Cortázar y el enamoramiento fugaz e incompleto de cada historia y sol, siempre sol, hasta la caída definitiva del último rayo, con la última línea leída y el descubrimiento de que esa última línea del último libro era ni más ni menos que la última línea toda porque nada más había para leer y nada había para hacer en esa casa que ahora me trataba como a un adicto y me llenaba de mis miserias y me dejaba estancado, a mí, que sólo hubiera querido una cosa: seguir leyendo.
Un sol que me dejaba sin lector.
Un sol de esos: cuando lastima y llorás.
Con ese sol perforándome el cerebro, me volví a dormir.

Lo siguiente que me despertó, lo único que lo hizo, porque seguían siendo las 2:56, claro, fue un trueno. Un trueno azul: porque eso es lo que ví cuando abrí los ojos para que mis pupilas dispararan lo que mis oídos ya no podían contener. La luz del rayo entró por la ventana pero también salió de mí.
Azul puro. Eléctrico.
Me senté en la cama, porque hay sorpresas que te dejan estático y hay sorpresas que te hacen moverte. Yo no sabía que podía disparar azul por los ojos.
Fue entonces cuando mis pies, que casi habían logrado desprenderse del frío, un frío que podría haber existido o no, tocaron el agua: mi habitación se estaba inundando.
En realidad eso es lo primero que pensé. Unos segundos después descubrí que el agua que me daba la bienvenida, acumulada a los pies de la cama, bajaba en catarata por el mueble, proveniente de la pecera que, de un momento a otro, quién sabe por qué, había decidido romperse.
Perdió resonancia el sueño que no podía recordar pero que intuía así como perdió resonancia la reciente revelación de mi abrupto despertar. Ganó resonancia la tempestad: tambores desenfrenados de antiguo ritual guiaron mis pasos hacia lo que había sido la morada de mi mascota más tonta e insignificante: Lastolite había desaparecido.
Una grieta era la que proporcionaba el flujo líquido; imposible que se hubiese escurrido por ahí. Imposible de todos los modos, pero no estaba.
El axolote víctima de romanticismo se había fugado, como el mejor de los escapistas jamás conocido.

Un horror insospechado cayó sobre mí: dando por sentada la premisa imposible, que el axolote no estaba donde debería, sólo quedaba sospechar las consecuencias: el axolote podía estar en cualquier lugar. Podía estar a mi lado. Podía estar en cualquier rincón de la habitación. Pero no.
Supe de inmediato que el axolote, quizás en respuesta a su propio insomnio, había salido a recorrer la casa hacia algún destino incierto y obsoleto.
Miré hacia la puerta, hacia el resto de mi hogar.
Tragué saliva con dificultad y, con el frío otra vez (¿otra vez?) instalado en mí, me encaminé hacia ese resplandor, presintiendo todas las presencias que pueden esconderse en una tormenta.
Lo primero que sentí fue la falta de electricidad, no tuve que tocar los interruptores para saber que ninguna lámpara volvería a encender. 

Vi a todos los fantasmas de mis yos recorriendo la habitación, sin abrir los ojos, sin chocarse muebles, mucho más expertos que yo, el yo-ahora, que apenas se atrevía a moverse por temor a chocar algo. Vi cerraduras golpeadas por llaves borrachas, que se debatían, histéricas, por concretar el sexual acto de ofrecer una obertura. Vi la desolación de buscar velas, con un rostro que nunca es apreciado. Pero vi. Vi el malestar y el azul ofreciendo resistencia: lo azul no era más que el aura benevolente, la esperanza que ofrece de pilar a cualquier plan, por más ingenuo o disparatado que sea. Vi a todos mis yos y el azul devorándolos, para no dejar a nadie mejor que yo, el yo-ya, para dejarme sólo a mi, un único ser, en medio de una habitación conocida pero ya sin luz.
Caminé y con cada paso los objetos empezaron a emerger, cubiertos de ese nuevo color, casi como hologramas, un poco distorsionados, ondulantes. Mi cuerpo pesaba, lo que me pareció en extremo lógico, la sonoridad del exterior era tan estridente que se había vuelto densidad: una densidad tan llena, tan espesa en su carácter, que no permitía una lucha indirecta de impulso inconciente, lo que quiere decir que era una densidad que me obligaba a ser conciente de cada paso, del movimiento oscilante de mis brazos. Una densidad que no permitía profundidad de pensamientos: no podía desembarazarme de lo más básico, como el movimiento, como el objetivo definitivo, para perderme en otros niveles de conciencia mayores. Fue por eso que supe que aquello no era un sueño y claro estaba que no era insomnio. Estaba vivo en la furia ajena, en medio del berrinche exterior, apenas refugiado por una capa vulnerable que lejos estaba de alejarme de lo esencial de todo el asunto. No había chances de ser romántico.
Mucho menos ingenioso.
Pensé en pronunciar el nombre de mi mascota perdida, pensé en sumar a esa música en perpetuo in crescendo mi voz, a sabiendas de que pasaría desapercibido, a sabiendas de que nada podía significar lo que yo pudiera decir, pero tentado ante la posibilidad de ser parte activa de esa orquesta. Lo único que me detuvo fue la certeza de que mis cuerdas no me responderían del modo apropiado y quizás, al querer pronunciar “Lastolite”, terminaría por evocar la acústica de alguna otra melodía, alguna otra ausencia.  

Pasé la yema de mis dedos por los muebles que se materializaban, pasé la yema por su futilidad, por su alma intrínseca y entendí, pasando del living-comedor a la cocina, que todo mi entorno se reacondicionaba, que ya nunca nada acabaría, que las formas estilizadas del hogar se convertían en las líneas angulosas de otro lugar, el mismo pero reformulado, entendí la sucesión de sillas-mesa-biblioteca –sobre este último punto me veo en la obligación de aclarar que no percibí cronopios o famas- como la decoración del armazón que si bien servía a las causas tenía su génesis existencial en un vértice distante que mi perspectiva habitual había obviado.
Era mi casa, sí. Pero era una prisión.
Ya nunca podría salir.
Cuando llegué al gran reloj que hay al costado de la heladera no me pareció inoportuno verlo también detenido a las 2:56. Estiré la mano, mi mano pesada, unida a mi cuerpo pesado, para repetir el contacto que hasta allí había sido mi hilo conductor en ese camino de búsqueda y perdición, ese camino de cazador furtivo que se deshace hasta quedar completamente camuflado con el entorno. Detuve mis dedos a pocos centímetros del cristal, cuando noté que el mismo estaba mojado. No la pared, no la circunferencia del contorno. El cristal.
Otros dedos ya habían acariciado la inutilidad de ese mecanismo antes que los míos.
Sin perder un segundo, no por ser rápido en mi accionar, sino porque ya nada podía perderse, menos que menos los segundos, sin perder la calma, fui hasta la ventana más cercana y supe que el momento en que mis ojos se encontraran con el húmedo mundo que se deshacía me iba a encontrar solo. Yo no estaba buscando a mi axolote, a mi romanticismo, a mi ingenio: el axolote, el romanticismo y el ingenio se habían hecho a un lado para entregarme, sin mayor culpa, pero cómplices, sobornados todos por ese tictac descompasado que ya infligía su sentencia en el centro de mi pecho, cuasándome un pulsar atemporal cargado de doloroso y solitario existir.
Tic-tac que de pronto se hizo carne.
Y de carne se hizo gotera. Tanto que supe que lo temido se hacía inevitable.
Corrí las cortinas al tiempo que se discurría en mi memoria todo el magnetismo que la oscuridad, que las madrugadas, habían ejercido sobre mí.
“Mi axolote nunca cerró los ojos para dormir… nunca cerró los ojos cuando el sol entraba a su pecera”, le dije a ese mundo enorme, tan lleno de personas en otro tiempo-espacio. “Nunca viví más que mi insomnio, siempre ciego...”.
Después quise hacer otra declaración, un colorido pero conciso monólogo final, pero de mí sólo salió una burbuja. Una burbuja que no tardaría en llegar a una probable superficie, donde por fin todas mis preguntas tendrían una respuesta…
La pava, la foto de mi abuela muerta, el vaso piojoso en que descansaba mi dentífrico maltrecho, la pecera…
¿Tenía chances de decir que me sentía mal, enfermo, agobiado por el encierro?
…la burbuja estaba destinada a explotar, pero antes me mostró, a través de su perfecta estructura, a ese inmenso ojo que me observaba, demasiado dios o demasiado idiota, quizás ajeno o inspirado… quizás conmovido o
simplemente…

cansado. 


***

jueves, 25 de agosto de 2016

que no se corte

EL EXTRAÑO MUNDO 
DEL HIJO DE SWEENEY TODD


*

Hoy cumple años Tim Burton.
Tim Burton dio vida al Joven Manos de Tijera. 
Hoy, también, es el día del peluquero. 
El Joven Manos de Tijera es peluquero. 
Mi viejo también es peluquero. 
Yo nunca fui a una peluquería.
Mi viejo siempre me cortaba el pelo en casa, mientras mirábamos la tele.
Una de Tim Burton, por ejemplo. 

El Joven Manos de Tijera, sin ir más lejos.
Cortarme el pelo siempre fue para mí un pasatiempo padre-hijo.
Como esas cosas que pasan en El Gran Pez.
Esa otra peli de Burton.
Que no vi con mi viejo porque yo ya me dejaba el pelo largo y no vivía en “casa”.
Igual seguí sin ir a una peluquería.
Y mi viejo siguió siendo un héroe.
Como Batman.
Que también fue llevado al cine por Burton.
Que hoy cumple años.
Y aunque lo disimule se está quedando pelado. 

Burton, digo.
Mi viejo es pelado sin disimular.
Yo estoy despeinado.

Y sí, se me está cayendo el pelo.
Mientras, sigo usando las palabras como tijeras.
Recorto la realidad, para hacerla más poderosa.
En un punto, yo también soy peluquero.
Un poco como todos.
Pero más por Tim,
por Edward
y
por mi viejo.


*

martes, 16 de agosto de 2016

el último vaso de vino

"SÓLO ME GUSTO YO MISMO" (*)



No sé cómo es que ciertos autores llegaron a mi vida.
Sí, claro, no sé cómo es que llegaron muchas cosas a mi vida, pero el tema de los escritores es algo que particularmente me intriga. A veces me cuelgo y mi mirada pasea por los libros de la biblioteca. Generalmente estoy pensando en cómo resolver tal o cuál nudo de una historia. Hace tiempo que lo hago. Escribir y pasear la mirada por los libros mientras resuelvo mis tramas. Me descubrí a mí mismo haciéndolo y sencillamente no me alarmé. Es más, hasta me pareció un modo bastante genuino de hacer trampa. Seguro que mientras creo que pienso, mis ojos, paseando sobre los libros, tiran un recuerdo en forma de imagen que yo confundo con epifanía. Escribo historias mirando libros. Lo acepté así. Al menos es algo que me sale. Hay quienes ni siquiera saben robar. No saber robar es una de las cualidades más horribles que puede tener una persona. Y si escribís es imperdonable.

*

En fin, estos recorridos visuales inconscientes por los caparazones de esas realidades alternativas me dejan una particular secuela. Hay épocas en las que me levanto por la madrugada con ansias desesperadas de ir a buscar un determinado libro. Es un ansia concreta que sin embargo es difícil de cumplir. Porque la lectura del autor o la obra en cuestión no me dispara respuestas sino que me envuelve en preguntas, me genera incertidumbre, diálogo. A veces la intensidad es sana. A veces es obsesión… como si todo un mensaje subliminal que me ayudó a crear un universo ficticio se desatara como un huracán dispuesto a arrebatarme la realidad.
Hay autores que ahora me parecen mejores. Hay autores a los que les di la mano, con mucho respeto, y luego los dejé hablando solos. A otros todavía les debo una voz… pero nos saludamos con la frente en alto cuando nos cruzamos. Resumiendo, genero una relación con los autores. Algunos pertenecen a una época de mi vida. Otros pertenecen desde determinada época de mi vida y aún están. Otros son bien de ahora. Otros vendrán. Están ahí.
Con esto voy a lo siguiente: no es loco que me pregunte, respecto a estos escritores, ¿cómo nos conocimos?

*

¿Conocía a Buko antes de entrar a Letras? No. Casi seguro que no. No se me ocurre quién pudo haberme linkeado la data… Crecí en una familia sin libros. Todos los libros que llegaron a habitar la casa de mis viejos eran míos, libros que me fueron regalando y luego yo me fui comprando. Eso también me abruma. Ni siquiera sé dónde es que me conocí con la literatura. En determinado momento ya estoy leyendo y tengo consciencia de mí. Soy lector. Empiezo a ser así.
Como sea: seguro fue cuando entré a Letras. Aunque también recuerdo al pibe que me hizo escuchar Nirvana… o el amigo que me presentó los Ramones. Ellos leían revistas de rock que yo les pedía prestadas… Enrique Symns. Capaz él. A él lo leí hablando de Buko. Ah, no… De Symns es el prólogo de la colección de poemas, esa que conseguí en Parque Rivadavia, esa que siempre presto y nunca recuerdo a quién y siempre vuelve a mis manos, de un modo u otro, porque el libro que se va sin que lo prestes vuelve sin que lo busques. Entonces... Ramones, los Ramones y Buko estuvieron juntos en una época. Buko y el punk… ¡Buko y Flema! ¡Eso! ¡Lo nombró Ricky en alguna entrevista! ¡Si incluso hizo un tema con uno de sus poemas! Pero… ¿seguro? ¿Así lo conocí? ¿Yo tomaba cerveza cuando empecé a leer a Buko? ¿Cuánto tardé en empezar a leer borracho a Buko?
¿Cuántas veces, borracho, escribí sobre él?

*

Como flashes:
Recomendé muchas veces a Buko. En una época Buko era la bandera de mi humillado corazón de perdedor hermoso. Después se me fue lo hermoso y adopté una postura que me hizo gritarle. Buko y yo nos peleamos. Yo haciendo drama. Él, boxeador. No soy un tipo duro. Sin embargo gané muchas peleas. Soporté rounds de los que estoy orgulloso. Cada vez que vi un ring me subí. Eso nadie va a poder negarlo. Ni vos, Buko. Me amigué después de releer a un Buko del que pocos gustan hablar. El Buko de Hollywood. Recuerdo eso y se me pone la piel de gallina.
También ayudó que yo me amigara mucho con Buko una tarde que pasé hace un par de años en la casa de una amiga a la que conocí en un recital en el que ella o yo le llevó al otro una copia de un docu de Buko que es re crudo y está re bueno y del que no me acuerdo el nombre. Esa tarde, con esa amiga, estábamos ultimando detalles de un ciclo literario que habíamos organizado en Témperley. Nos faltaban un par de detalles chiquitos y uno muy grande: el nombre del ciclo. Mi compañera, en un momento, iluminada, agarro un libro de Buko que reunía muchos de sus mini-ensayos y empezó a leerlos en voz alta. De ahí salió el nombre de ese ciclo, el primero y último que organicé. Un ciclo en el que terminé leyendo en estado de pepa. Todo hermoso. Se llamó: “Acontecimientos y Calamidades”. La vida misma.
También tuve una banda que se llamó: “Todos ellos saben…”, como un poema de Buko.
Respecto a ciclos literarios… leí poesías de Buko en varios lugares, delante de varios micrófonos. Sólo hice “covers” de Buko y de Luy. Sí, soy un clásico.
Hablé de Buko cuando estudié guión. Hablé de Buko en bares, con desconocidos. Hice amigos dentro del mundo de cine hablando de Buko. Hablé de Buko con mi viejo. Hablé mucho de Buko. Sigo hablando mucho de Buko. La verdad que ya no sé si lo sigo recomendando tanto… pero no porque no me guste… Pasa que ahora disfruto mucho más hablándolo.
Es como alguien al que conozco y menciono.

*

Hoy me levanté con sed de Buko. Busqué uno de sus relatos y como no pude acertar el libro en el que estaba, lo busqué por internet. Cuando lo hice descubrí que justo hoy Buko cumpliría 96 años.
La verdad es que no recuerdo con certeza cuándo leí a Buko por primera vez. No recuerdo quién me lo recomendó. Sé que él me habló de la Resaca cuando yo aún tomaba licores de frutilla y me dormía con carita de bobo pensando que eso era pegármela. Igual sí… eso también era pegármela... También me pasa que lo sigo asociando con el desconche… y sé que mi mirada adulta lo saca de ahí para hablar de otras cosas. Ahora soy un poco más alcohólico. Ahora entendí al niño que él no perdió. Ahora el romanticismo a mí también me pasa factura. Buko siempre me dijo cosas. Buko nunca perdió el humor. Creo que todos los que nos decimos escritores y crecimos en los noventas tuvimos nuestro “Momento Buko”. Todos lo copiamos pensando que era fácil… y sí… un par de párrafos los escribe cualquiera… pero si vas a ser escritor todo se te puede ir de un momento a otro… y si no se te va vas a tener que escribir mucho más que un par de párrafos. Te guste o no.

Y ni perder ni escribir es fácil.
No lo digo yo.
Lo dijo alguien que me enseñó muchas de las cosas que creo que sé sobre la cosa que creo que sé hacer.
Un tipo al que no sé cómo conocí, pero al que seguro voy a seguir conociendo a medida que crezca y yo también quiera decir cosas sobre lo que hago y por qué.

 *

En Hollwood, Buko ve cómo su primer novela es vuelta película muchos años después. Su juventud vislumbrada por la cámara de una juventud que no es tal. La ficción comiéndose a si misma. Recuerdos que se hacen historia ajena. La nostalgia que no es tal. Es una vida. La vida de un escritor vuelta ficción.
Bukowski y la literatura.
Bukowski y los que venimos después.
Bukowski, la persona y el personaje.
Un escritor que no me conoció y cuyos consejos adopté en muchas ocasiones.
Un escritor al que creo imprescindible pero al que creo entender más que otros.
Esa es parte de la magia inexplicable que aborda todo esto.

¿Nos conocemos, Buko y yo, o sólo se conocen nuestros yos inconexos e incompletos, los que precisan conocer a alguien para conocerse a sí mismos?
En lo particular, sin importar otra cosa, mucho menos el futuro, siento que no pude no haberlo conocido.
Por eso, el mensaje es simple: feliz cumple, aunque a él no le importe.

*


~

nadie me preguntó

ENSAYOS DE RESPUESTAS PRETENCIOSAS PARA LAS PREGUNTAS DIFÍCILES QUE SIEMPRE INTUÍ QUE SE ESCONDÍAN EN LAS PREGUNTAS FÁCILES QUE, JUSTAMENTE POR ESO, NUNCA SUPE CÓMO RESPONDER



*

A veces te levantas con ganas de escribir.
A veces no.
Lo importante no son las ganas.
Lo peligroso es si igual necesitás hacerlo.
Si la necesidad supera las ganas estamos hablando de algo grave.
No hay otra cosa que sepa hacer mejor.
En ningún otro lado me siento más cómodo.
Si no tuviera razones para venir acá, las inventaría.
Eso.
Sin importar si de verdad lo hago bien.
Sin importar qué otras cosas no probé.
Si las ganas las inventás estás haciendo trampa.
No está mal.
A veces tenés ganas de pegar.
Otras, ganas de pegártela.
Es una adicción.
Si no lo manejás te pasa por arriba.
Podría estar fascinado durante horas frente a una hoja en blanco.
Sin planes.
Aspirándome los renglones.
Usándolos de liyos para ideas estúpidas
maravillosas
poco prácticas
vagas
épicas
dedicadas a un alguien que está por ahí.
Pero me ofendo cuando se confunde al personaje con el autor…
Para mí que me tendrían que internar.
Una granja donde no pueda escribir.
Y después me imagino en un bondi, vendiendo lapiceras.
Luchando contra mis demonios.
Día y noche.
Noche y día.
Voy a terminar muchas madrugadas en estado deplorable:
destapando bics sin vender
gastándolas en paredes,
dibujando mi cuerpo como un conjuro.
Las mañanas me van a recibir con culpa.
Como cuando los paqueros recuperados
se despiertan después de haber matado el bajón comiendo pepas.
La sensación de que todo vuelve a empezar.
Ahora me pasa lo mismo que me pasa en el futuro que me imagino.
Estoy imaginando mal.
O no tengo otro futuro.
O será, simplemente,
que no tengo ganas:
tener que hacerlo es mi vocación.
Y ya.

*

No estoy buscando nada que me absorba, no estoy buscando una salida, no estoy buscando que una gran aspiradora cósmica se proyecte sobre mí y me saque de la alfombra del existir; ni siquiera me considero tan minúsculo, ni siquiera creo que mi carácter de polvo interestelar sea algo malo, no estoy dramatizando mi existencia, no estoy apilando pensamiento tras pensamiento con ansias de crear la Torre de Babel de la telepatía, no estoy forzando las entradas mágicas con largos hechizos. Quiero pertenecer a mi tiempo presente. Quiero que hagamos la conspiración, no la guerra. Quiero que mi imaginario pueda desplegarse en paz, pueda plancharse sobre el césped de la realidad, pueda brindarme el confort de una merienda al aire libre, un picnic saludable y excesivo, esos lugares tontos de los que no tendría que ser obligatorio volver. ¿Nunca te imaginaste nunca volviendo a tu casa? ¿Nunca te imaginaste quedándote para siempre ahí, con el sol escaneando tu imagen, para volverla imagen y semejanza, con la suave brisa llenándote los poros de fantasmas, de escalofríos, con el rocío volviéndose néctar en tus manos? ¿nunca te imaginaste una salida de domingo que, de pronto, dure para siempre? Yo lo pensé muchas veces. Llegué a pensar que quizás esa es la enseñanza: si escapas vas a ser libre… pero siempre va a ser domingo. ¿Valdría la pena? ¿Lo intentarías?

*

Escribo.
Escribo para matar el tiempo.
Para ganar tiempo.
Hay una frase medio conocida que no sé de quién es y seguro que internet tampoco sabe pero miente y dice algo así: “si un escritor se enamora de vos te volvés inmortal”.
En realidad, eso es a lo más cerca que llego. Sé que la frase original tiene otra fuerza, otro carisma, es más contundente.
Es cortita y al pie, como si la hubiera escrito un twittero capo.
Capaz que la escribió un twittero capo.
Seguro que si escribió eso escribió un montón de otras cosas mejores.
Porque tampoco es tan buena frase.
Es regular.
Pero listo, ya está, uno la tiene que citar porque alguien ya lo dijo.
A mi se me ocurren muchas formas de decir lo mismo.
Pero soy malo resumiendo.
¿Viste eso de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”?
Bueno. No soy bueno. La historia breve es esa: no soy bueno.
Todo lo que hago es largo.
Salgo mucho tiempo con las personas, estoy mucho tiempo en un mismo laburo, sostengo como idiota todos los sueños de mi infancia.
Por eso escribo.
Porque puedo.
Porque estoy enamorado de escribir.
Por eso que yo voy a morir y la gente va a seguir escribiendo.
Es la secta secreta a la que pertenezco.
La secta a la que voy a traicionar hablando de más. Seguro.
Le miento a la realidad perteneciendo a la secta.
Le miento a la secta perteneciendo a la realidad.
Soy lo que hago con mi tiempo.
Soy un doble agente secreto.
Una articulación entre mundos.
Un conector.
Un fantasma en la máquina.
Un protocolo que nadie intuyó.
Un consciencia creada por accidente.
Como el alma
o el amor,
las cosas que más se pierden y se ganan.
Después del tiempo.

*

No sé cuál es la motivación definitiva.
Convierto esa ignorancia en la siguiente tésis: la motivación definitiva no existe… y el resto es un armario lleno de vestidos mohosos y apolillados con los que vestimos al destino diario que no para de querer ser grosero y quedar en pelotas y demostrarnos que todo lo que existe es obscenidad y que eso nadie va a censurarlo nunca a menos que… y ahí le metemos el bracito por acá, la patita por este otro lado, hacemos que pase la cabeza por el agujero de arriba y… listo, mirá, ya está disfrazadito el futuro de andá a saber qué cosa. De ahí, de ese momento en que el destino diario del destino diario es rascarse, alérgico,  hasta el momento en que todo vuelve a ser desnudez, hay una justificación. Una justificación aparente dentro de una motivación definitiva que ya expusimos inexistente. Entonces no hay un para qué y los por qué se derriten frente a nuestros ojos, como una ilusión peposa de mal viaje, como un flash horrible sobre un triste planeta llamado “se te fue el chiste de las manos”.

*

-Ché… ¿estás ahí?
-…sí… sí… perdón… Colgué.
-¿Entonces?
-¿Entonces qué?
-¿Querés que te llame después?
-No, no… decime.
-Te pregunté qué hacías… y te quedaste callado…
-Ah… cierto… eso… eh… nada… estaba… eh…
-…
-…
-…
-…
-¡La puta que te parió!

*

NOTA DEL AUTOR: igual nadie me preguntó.

***

Y ese fue el truco para hablar con nadie sobre cosas que nadie te preguntó en el juego Paranoia de la consola Realidad.  
Espero que lo hayan disfrutado.

***



lunes, 8 de agosto de 2016

Princikachu

¡NOTICIAS DEL POKEMUNDO MODERNO!
-parte II-

-prehistórica imagen, titulada: "vamo´ a asustarno´"-

*

“Lo esencial y Pikachu son invisibles a los ojos”

*

Estoy fascinado con el fenómeno. Salgo poco de casa pero en mis vueltas por el barrio pude ver a muchas personas mirando el mundo a través de la pantalla del celular. No soy ingenuo. Ya sé que lo veníamos haciendo de antes: estamos cargados de redes sociales que nos impulsan a encontrarle una narrativa a la realidad. Pero ahora dimos otro paso. Ahora volvimos, de algún modo, literal el concepto. Insisto, estoy fascinado. Es probable que eso me nuble la lucidez y me haga exagerar un poco. Pero me pareció divertido. Y extraño. Siento que se cruzó un umbral. El celular antes nos servía para mirar. Ahora nos sirve para ver.
Me reformulo: “pude mirar a muchas personas ver el mundo a través de la pantalla del celular”. Es confuso. No creo poder resolverlo, pero creo que algo de eso hay en la fascinación que siento.

*

¿Por qué no me bajé la aplicación de la que todos están hablando? ¿No me cautiva el universo en el que está basada? ¿Sólo es eso? ¿Y qué me prohíbe de todos modos descargarla y dar rienda suelta a mi curiosidad? ¿Me estoy auto excluyendo? ¿Tengo miedo de que todo me parezca ridículo y darme cuenta de que no me puedo subir a éste tren y así empezar a quedarme en el tiempo y descubrir finalmente que ya no tengo la velocidad del mundo? ¿Me estoy victimizando de más? ¿Estoy histeriqueando con una aplicación? ¿Es temor a una adicción? ¿Por qué siento que no me interesa pero sí? ¿Soy realmente consciente de que mientras más lo piense más me va a costar después encontrarle una excusa a algo que de por sí no tendría que tener ninguna excusa? ¿Por qué siempre termino aumentado la realidad?

*

¿Qué va a suceder cuando algunos de esos “cazadores” me mire de modo accidental a través de su pantalla porque una de sus “presas” esté justo a mi lado o encima de mi cabeza? ¿Me va a ver o voy a reducirme a un fondo de relleno para la interesante y estimulante selva que se despliegue frente a sus narices? ¿Voy a reducirme frente a la realidad aumentada?

*

Divago sobre la idea de un momento futuro… En un momento futuro vamos a ser devorados por la realidad aumentada. No va a ser la primera vez que nos pasa. Y no va a ser la última. Vamos a empezar a aceptar que hay criaturas/seres/cosas que no vemos a nuestro alrededor. De a poco, nuestra creencia en “fantasmas” va ser recordada como parte de un periodo estúpido e irracional de nuestra historia. Vamos a seguir construyendo el mundo, nunca develando misterios, siempre creando la trampa, el camino de dios.
O capaz en dos semanas todos estos pensamientos se hayan encaminado hacia otras obsesiones y se manifiesten en relación a alguna otra porción de intensidad.

*

Estoy solo con los gatos, intento dormir.  Escucho un ruido extraño en el baño. Lo primero que hago es buscar el celular bajo la almohada. No sé si es porque inconcientemente estoy planeando usarlo de linterna. No sé si es porque ante la perspectiva del peligro pienso en llamar  a alguien, andá a saber a quién, para decirle alguna cosa reveladora antes de dejar de existir. No sé para qué lo saco, pero lo importante es que el celular está apagado. Otra vez olvidé cargarlo.
Mi corazón se acelera un poco más.
“Tranquilo”, me digo, apenas moviéndome bajo las sábanas. Emulando el drama de Poe, agrego: “es sólo un juego… es eso y nada más”.

Los gatos tienen los pelos erizados y se quedan hipnotizados, con la vista fija en la densa penumbra que se abraza a todas las formas que habitan la casa.

*

Tengo uno de mis sueños recurrentes: corro desnudo por calles soleadas. No corro porque me persiguen, no persigo nada. Corro porque sí. Estoy desnudo porque sí. No sé si me siento feliz… más bien es como no sentir nada. No pasan autos, no hay gente haciendo compras ni parejas paseando. Nadie mira por las ventanas. Es un mundo donde estoy solo. Corro hasta que me despierto, nunca me canso ni llegó a algún lugar…

Ahora que lo pienso… quizás no se trate de un sueño en el que estoy solo. Quizás sólo sucede que nadie me mira. Nadie me ve. Puede que se trate de eso… después de todo, la realidad no existe, pero que se aumenta, se aumenta.

*