Crónicas
de un visitante del espacio interior.
Una versión
*
Logré que
esto se volviera sagrado, supongo que es lo que siempre busqué, supongo que no
logré que el crimen me diera de comer, tampoco pude hacer que la estafa me
consiguiera un lindo club de farsantes… en un punto es bueno, puedo ser un
sicario sin corazón, un tipo sincero, admitir que me tomé muy en serio eso de
que nadie es inmortal, decir que sí, que la sorpresa me parece un hallazgo,
hacerme cargo de mi adicción.
Las cosas
están siempre en otro lugar, nada es parecido, nada cambia, es tan simple como
saber que podés corresponder al ritmo de un corazón ajeno pero nunca vas a poder
tenerlo latiendo en tu pecho. Tu energía vital está en todo lo que sos, para
que nada penetre la última capa… ahí siempre hay una sola voz, imitando otras
voces, juguetes reunidos en la mesa del té, planeando un atentado contra un Ken
que se cree un Kennedy.
La Bala
Mágica.
Pero
también están los inmortles.
Le dice a
la playa vacía, en medio de la noche: el universo es una ventana… lo
verdaderamente infinito es lo que está pasando por afuera de esa ventana.
*
Por encima
de la fogata, un pibe le da la mano a otro pibe. Hacen un pacto de fuego,
mirándose a los ojos. Los otros jóvenes, mudos, los observan, sentados pose
indio, formando una ronda alrededor de ellos.
-Quiero que
en la anécdota yo no sea el protagonista.
-Hecho.
-Quiero un
libro para leer, no para contarte.
-Hecho.
-Sobre mí,
pero no.
-Hecho.
-Y que me
sorprenda.
Se
sonrieron. Nunca fueron mejores amigos. Nunca respetaron a otro como se
respetaron entre ellos, hasta el final, sin chance de dar un paso atrás,
trazando la carretera por la que correrían su inmensa finitud. Y esos caminos
siempre son frondosos. Y angostos.
Muy
angostos.
Pequeños.
Todo lo
contrario a la postal de esa fogata de invierno, esa reunión de mucho abrigo,
humo, temblores, rodillas abrazadas, historias de terror, un poco asustados por
el mundo que seguiría existiendo luego de narrado el cuento de turno.
Un poco una
pausa… enorme.
*
Tranquila,
no es la peor noche de la historia de la humanidad…
sólo es tu peor noche.
(y ya no
sabés quién te ofrece consuelo, quién se burla)
Hace mucho
tiempo que no hablo en voz alta. Mientras más claros son los pensamientos más
cuesta recordar cómo se pronuncia cada palabra. Adentro suenan en otro idioma,
sin letras.
Creo que es
una diferencia muy significativa eso de que los músicos se memoricen sus temas
y los escritores no tiendan a memorizarse sus obras cumbres.
¿te
prohibirías escuchar por segunda vez un tema que te gustó mucho?
¿cuántos
libros leíste dos veces?
Veo cds en
la biblioteca, veo libros intentando pasar desapercibidos entre tus discos.
Los
escritores viven en la arena.
La marea
sube.
Siempre hay
un lienzo nuevo sobre el que escribir un nombre o una palabra-abre-portales.
Sacrificios
En carpas
Chamánicas
Que son
naves espaciales
Flotando
En la nada
Y la nada
capaz que la imaginaste negra
O capaz la
imaginaste blanca
Pero existe
Como los
accidentes
Y los
asesinatos
Y las camas
de hospital
Y saber que
ya habías muerto
O que
seguís vivo
En otro
sitio
Donde están
abriéndote la panza
Para
sacarte las tripas
E invocar
dioses
Y seas
re-encarnación
O tal vez
ofrenda
O trampa
O solo otro
misterioso segundo
De
conciencia.
*
Decidió,
unos cuántos años después, que era hora del paisaje definitivo.
El posible
ya no amanecer.
Supo que lo
último que vería escrito, el último aliento, la última prueba, sería lo que él
mismo lograra mamarrachar, valiéndose de una rama seca.
Miró el
horizonte. Podía ver todo lo lejos que sus ojos le permitían. Quizás más.
Quizás estaba viendo, realmente, todo lo que había para ver.
Suspiró.
Puso manos
a la obra cuando sintió que era el momento.
Ni antes ni
después.
Una palabra
certera, en medio de la cabeza del corazón.
*
Una bola de
fuego se dibujó en la noche.
Un
meteorito. Una bala.
O la
esperanza
*
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