jueves, 10 de septiembre de 2015

Break on through

De los manuales de la S.o.M.o.S. (Sociedad oculta Multiversos oculta Sociedad)
-traducido por vos-


EXPERIMENTO PARA COMUNICARSE CON OTRO MUNDO

“Lo mismo para el libre albedrío el intermediarismo: por libre albedrío designo la independencia –o lo que no se confunde con nada distinto- de modo que, en la intermedieridad, no existe libre albedrío ni dependencia, sino una aproximación diferente para todo lo que se califica a si mismo como persona hacia uno u otro de estos extremos. Esta expresión se parece a un cliché, pero en la intermediaridad todo es paradoja: somos libres de hacer lo que debemos hacer”. 

Charles Fort, El Libro de los Condenados.

***



I.
Creá a tu amigo imaginario.
O encontralo.
Entre la creación y el encontrar hay varias teorías tejidas, desde las que opinan que una cosa es lo mismo que la otra, hasta las que dicen que la diferencia es tan crucial como crucial es la diferencia entre un sacrilegio y el motor de una divinidad deslumbrante, pasando, claro, por las que manifiestan con desgana que buscar tales puntos de inflexión es  parte de una tarea no sólo estúpida, sino que hipócrita, dado que, citando: “todo lo que ocurra en el ámbito de la creación, incluso la creación de una teoría que la defina, no es más que una búsqueda creativa, por tanto, no se trata de complementos ni de opuestos, sino que de fatalidad. Déjense de romper las pelotas”.
Sea cuál sea tu postura o tu duda o tu búsqueda creativa, lo importante es que nunca olvides al amigo imaginario, porque si no sos capaz de predecir la soledad que te espera al final del trayecto no estarías realmente preparado para esto. Por eso: para una “guerra interna”, “triunfos internos”.
“No, no tenés por qué estar solo”.
En realidad esto último es lo que te dirían en un libro de auto-ayuda. Lo que es menester que sepas es lo siguiente: “ni aunque quieras vas a quedarte solo”.
Sos creador de la soledad macrocósmica, sos buscador de la soledad microcósmica.

(nota: nótese que se presupone que se notó con claridad la nota previa sobre el uso de “crear” y “buscar”, ergo, ambos términos son tan intercambiables como obsoletos, son de una verdad absoluta tanto como la sentencia misma que podría confesar ahora y ya, hechas las salvedades necesarias, “en realidad no estoy diciendo –ni creando ni buscando- nada”. Fin de la nota).

El segundo paso es abandonar a tu amigo imaginario.
Sobre este paso no hay mucho que agregar. Excepto algo: podrá un descuidado sentirse preso de la ansiedad y/o la desesperación al comprobar que nada se dijo con mayor profundidad sobre esa búsqueda/creación primigenia. Bien, entonces, que el ansioso y/o desesperado, así se exprese: “disculpe, señor escritor… ¿pero cómo creo o encuentro a mi amigo imaginario para poder seguir con el resto del experimento, es decir, abandonarlo?”.

Siendo yo ese estimado escritor podría optar por ignorar la posible pregunta, acusar de idiota la posible pregunta o aguantarme las ganas de lo primero y/o lo segundo y elaborar una posible respuesta:
“¿Podrías mirar un atardecer que transcurra en el interior de tu cabeza en total silencio? No.
Sabés que tarde o temprano va a pasar. Si lo sabés, creeme. Yo también lo sé. Para siempre.
Es entonces cuando recurro a apoyarte la mano sobre el hombro y decirte que si todavía no te fuiste corriendo sabés lo que me pasa o lo que me pasó o lo que va a pasarme, y sin embargo sabés (crees) que puedo sorprenderte con algo. Con la mano en tu hombro, suelto lo primero que se me viene a la mente: nada se logra a partir de la mezcla de ausencias: todo brota del aire, del fuego, de la tierra, del agua y, no olvidemos, del humo. Una alquimia siniestra y perfecta.

¿Esperabas lo que dije? ¿Esperabas que fuera más profundo? ¿Te sentís ansioso?

Entonces suelto tu hombro y te exijo mayor atención. Leéme bien, es fácil:

Esmerate en lograr que sea un amigo imaginario sincero.
No te sientas incómodo en su presencia.
No dejes de mirarlo a los ojos.

Basicamente:
Que nunca no estar solo estando solo esté mal.

Mis preguntas sin respuestas eran solo puertas cada vez más angostas. Y acá estás, mirando, pasando confundido por una pequeña rendija, como un rayo de luz.

Tranquilo: acordate que todo esto no es más que una proyección de vos que está creando o buscando. O buscando y creando.

II.
Cuando por fin hayas abandonado a tu amigo imaginario (ya no toquemos ese tema), empezá a construir un hogar.
Eso parece difícil, y sí, es difícil, empezando por algo tan tonto como la elección de los materiales, decisión ligada al nivel de permeabilidad y ostentación al que se ose, terminando por los muebles que nunca vienen del tamaño que uno los necesita y hay que aprender a hacerlos o empezar a tomar decisiones drásticas, como romperlos. Es un paso difícil, por sobre todo, porque uno no puede mentirse con una duda, con un cómplice o con un obrero explotado, porque en la construcción de ese hogar cada esfuerzo invertido desgarra la piel del lado de adentro: no se permiten las ilusiones de exterior (¡lo que me recuerda, como punto de referencia, lo muy importante que es, también, el uso, o no, de ventanas y la orientación de las mismas!): las columnas dejan de ser adornos para convertirse en sostenes indispensables.

Ser sólido y quedarse hueco en partes idénticas.

Si no se construye la casa, los pasos anteriores (la creación del amigo imaginario y su consecuente abandono) habrán sido en vano: el amigo imaginario no dejaría nunca de ser un amigo imaginario abandonado. Porque al que se lo exilia de lo que es nada siempre será un abandonado. Si querés cargar a tu amigo imaginario de honor es necesario que entiendas que tiene que existir un lugar al que no puede volver.
El amigo imaginario se consolida en si mismo: ya es libre para sentirse con derecho a una venganza.   

En este punto se produce una discrepancia entre los estudiosos o fanáticos del asunto, a saber: se preguntan, en filosas discusiones de sobremesa, sobre la siguiente cuestión: “¿no sería más fácil empezar por lo de construir un hogar, así, si se falla, se falló y ya, sin haber tenido pérdidas mayores?” y “¿no sería incluso eso más responsable y adulto con respecto al amigo imaginario en cuestión?”. Quienes se burlan de estas preguntas suelen agarrarse los estómagos y largar estruendosas carcajadas para luego, al secarse las lágrimas producto de la risa con el borde de una servilleta, sentenciar, duros pero haciéndose los desinteresados: “ningún adulto puede crear amigos imaginarios, ningún niño puede ver interesante construir una casa interna dado que en la niñez no existe más que eso: la casa interna”. Según ellos, la casa siempre viene después, imposible antes.

Ligado a esto, una teoría un poco más extrema asegura que un adulto sólo podría desenvolverse entre estos patrones de instinto, penetrar en las reglas tácitas que aquí se describen, si alguna vez se sintió cruel. Y, en palabras de la Real Academia Imaginaria: “hay pocas cosas que generen tanta culpa sin culpa como la traición a un amigo imaginario: una vez que lo hacés te sentís diferente, capaz de lastimar, pero no necesariamente peor”. Esta teoría sostiene que es en ese momento cuando se empieza a conspirar, a investigar, cuando uno se vuelve Detective, cuando se empieza a respirar el futuro por venir no como necesaria revancha de uno o de otro, sino como unión de todo, de lo conocido con lo no.

La casita que soplaré, soplarás, soplaremos.

Una segunda teoría aún más extrema, mamarrachada con fibrón en los azulejos del mugroso baño del fin del mundo, expresa: “La esperanza es la mentira más alegre de todos los tiempos: lo único que creamos y buscamos de modo genuino”.

Lo único que podrían compartir tu amigo imaginario y vos es la necesidad de esperanza.

Llegado este punto, enlazando los cabos y conceptos… parece interesante, ¿verdad?
Es la vida que existe, acá desglosada en forma de pasos a seguir.

El juego es adueñarse,
¿empezás a ver los recovecos del laberinto literario? ¿empezás a notar acartonado cada callejón sin salida? ¿empezás a sentir que el laberinto es tal siempre y cuando vos asimiles que estás perdido? ¿empezás a sentir que el hecho de que todo sea un juego no le quita gracia sino que le otorga magnificencia? ¿empezás?
¿empezaste?

Bienvenido a lo que viene después de que te deshacés del amigo imaginario que creaste, después de que armaste un escudo que va del lado de adentro.

III.
Crisis número uno: el mundo te parece más chico.
Crisis número dos: el mundo no te importa.
Crisis número tres: al mundo no le importás.

Todas esas crisis existen, no hay letras chicas que puedan ocultarlo. Como dice un refrán que no existe: “si pagas por letras chicas, no te quejes por la ceguera”.

Lo importante es que si lográs superar todas las crisis, un día suena el timbre.
Es tu amigo imaginario, con una ouija bajo el brazo.

Tu mundo sin él. Su mundo sin vos. No queda nada por afuera de eso:

1-el mundo sos vos.
2-el mundo es lo único que te importa.
3-al mundo le importás más que nada.

El paso que sigue es tan controversial como el primero, básicamente porque parte de una misma base de ruptura: ¿es lo mismo decir “contactar” que decir “comunicar”?
¿tenés algo para decir?
¿estás buscando algo más allá?
¿precisás saber si el que está a tu lado, el otro, tu amigo imaginario, tiene el dedo a unos centímetros de tu dedo porque crea una búsqueda o si es porque busca crear?
¿precisás saber si vinieron a ayudarte, a pedirte a ayuda, a engañarte, a pedirte que engañés?

Son vos y tu amigo imaginario creando o buscando algo juntos. Como de niños, pero diferentes. Lo que lo hace aún más de niños.

¿Quién es?
¿Dónde se vieron por primera vez?
¿Por qué lo trajiste a este mundo?

¿Nos conocíamos de antes?

Nunca existe un vos-yo.
Es: vos-amigo imaginario-yo. Ida y vuelta.

Paso final –ahora de verdad-:
preguntate si esa casa te pertenece
(¿esta casa te pertenece? ¿sabés con seguridad dónde estás?)
preguntate qué pasaría si quedara embrujada tu casa
preguntate si no serás un fantasma

(¿ya sabés que cuando digo casa quiero decir alma?
Ahora que dejó de ser un secreto, ¿sigue calificando como metáfora?)

preguntate quién es el que mueve la copa
¿si era yo, qué?
¿y si siempre vamos a ser tres?

Con esas preguntas podría concluir el experimento.

¡Oh, pero ya escucho al odioso lector otra vez!
Ya lo escucho, sí: “pero estimado escritor… esto no es técnicamente un experimento… la parte final de esto es predictiva, todo queda librado a un perturbador azar donde hay que confiar en que lo abandonado vuelva cuando no hay nada que garantice que eso sea un hecho. Por tanto, ya no tan estimado escritor, esto no es tanto un experimento como una estafa...”.

¡Discrepo!
Un experimento siempre es un experimento hacia el concepto de experimento mismo. Si se piensa en experimentar siempre hay una sobre-escritura de las reglas para ser un buen científico. Un buen científico Detective.

Mi experimento es hablar a través de mi casa, mi amigo imaginario, mi fantasma. Hablo a través de todo eso y propongo que el otro experimente lo mismo.

Visto desde otro punto:
Vos=fantasma.
Amigo imaginario=dueño.
Yo=casa.

El que está solo siempre es el otro. El que está solo es él.

Resumiendo:
Espero que hayas disfrutado de mi experimento y procedas a experimentar. Es una cadena. La cadena del multiverso que acabo de atar a tu cuello cuando puse mi mano en tu hombro y te distraje. Ahora nunca vas a poder escapar.
Es una especie de virus que se transmite a través de los mundos: experimentar.

Te mando saludos.
Creo que los vas a buscar.
Terminado el experimento, el tuyo, podés saludarme.
O buscar que eso me crea.   

Finalmente, abandonarme.

Será un placer sentirme objeto de venganza. 



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