De los manuales de la S.o.M.o.S.
(Sociedad oculta Multiversos oculta Sociedad)
-traducido por vos-
EXPERIMENTO PARA COMUNICARSE
CON OTRO MUNDO
“Lo mismo para el libre albedrío el intermediarismo: por libre albedrío
designo la independencia –o lo que no se confunde con nada distinto- de modo
que, en la intermedieridad, no existe libre albedrío ni dependencia, sino una
aproximación diferente para todo lo que se califica a si mismo como persona hacia
uno u otro de estos extremos. Esta expresión se parece a un cliché, pero en la
intermediaridad todo es paradoja: somos libres de hacer lo que debemos
hacer”.
Charles Fort, El Libro de los Condenados.
***
I.
Creá a tu amigo imaginario.
O encontralo.
Entre la creación y el encontrar hay varias
teorías tejidas, desde las que opinan que una cosa es lo mismo que la otra,
hasta las que dicen que la diferencia es tan crucial como crucial es la
diferencia entre un sacrilegio y el motor de una divinidad deslumbrante,
pasando, claro, por las que manifiestan con desgana que buscar tales puntos de
inflexión es parte de una tarea no sólo
estúpida, sino que hipócrita, dado que, citando: “todo lo que ocurra en el
ámbito de la creación, incluso la creación de una teoría que la defina, no es
más que una búsqueda creativa, por tanto, no se trata de complementos ni de
opuestos, sino que de fatalidad. Déjense de romper las pelotas”.
Sea cuál sea tu postura o tu duda o tu búsqueda
creativa, lo importante es que nunca olvides al amigo imaginario, porque si no
sos capaz de predecir la soledad que te espera al final del trayecto no estarías
realmente preparado para esto. Por eso: para una “guerra interna”, “triunfos
internos”.
“No, no tenés por qué estar solo”.
En realidad esto último es lo que te dirían en
un libro de auto-ayuda. Lo que es menester que sepas es lo siguiente: “ni
aunque quieras vas a quedarte solo”.
Sos creador de la soledad macrocósmica, sos
buscador de la soledad microcósmica.
(nota: nótese que se presupone que se notó con
claridad la nota previa sobre el uso de “crear” y “buscar”, ergo, ambos
términos son tan intercambiables como obsoletos, son de una verdad absoluta
tanto como la sentencia misma que podría confesar ahora y ya, hechas las
salvedades necesarias, “en realidad no estoy diciendo –ni creando ni buscando-
nada”. Fin de la nota).
El segundo paso es abandonar a tu amigo
imaginario.
Sobre este paso no hay mucho que agregar.
Excepto algo: podrá un descuidado sentirse preso de la ansiedad y/o la
desesperación al comprobar que nada se dijo con mayor profundidad sobre esa búsqueda/creación
primigenia. Bien, entonces, que el ansioso y/o desesperado, así se exprese:
“disculpe, señor escritor… ¿pero cómo creo o encuentro a mi amigo imaginario
para poder seguir con el resto del experimento, es decir, abandonarlo?”.
Siendo yo ese estimado escritor podría optar
por ignorar la posible pregunta, acusar de idiota la posible pregunta o
aguantarme las ganas de lo primero y/o lo segundo y elaborar una posible
respuesta:
“¿Podrías mirar un atardecer que transcurra en
el interior de tu cabeza en total silencio? No.
Sabés que tarde o temprano va a pasar. Si lo
sabés, creeme. Yo también lo sé. Para siempre.
Es entonces cuando recurro a apoyarte la mano
sobre el hombro y decirte que si todavía no te fuiste corriendo sabés lo que me
pasa o lo que me pasó o lo que va a pasarme, y sin embargo sabés (crees) que
puedo sorprenderte con algo. Con la mano en tu hombro, suelto lo primero que se
me viene a la mente: nada se logra a partir de la mezcla de ausencias: todo
brota del aire, del fuego, de la tierra, del agua y, no olvidemos, del humo.
Una alquimia siniestra y perfecta.
¿Esperabas lo que dije? ¿Esperabas que fuera
más profundo? ¿Te sentís ansioso?
Entonces suelto tu hombro y te exijo mayor
atención. Leéme bien, es fácil:
Esmerate en lograr que
sea un amigo imaginario sincero.
No te sientas incómodo
en su presencia.
No dejes de mirarlo a
los ojos.
Basicamente:
Que nunca no estar
solo estando solo esté mal.
Mis preguntas sin respuestas eran solo puertas
cada vez más angostas. Y acá estás, mirando, pasando confundido por una pequeña
rendija, como un rayo de luz.
Tranquilo: acordate que todo esto no es más que
una proyección de vos que está creando o buscando. O buscando y creando.
II.
Cuando por fin hayas abandonado a tu amigo
imaginario (ya no toquemos ese tema), empezá a construir un hogar.
Eso parece difícil, y sí, es difícil, empezando
por algo tan tonto como la elección de los materiales, decisión ligada al nivel
de permeabilidad y ostentación al que se ose, terminando por los muebles que
nunca vienen del tamaño que uno los necesita y hay que aprender a hacerlos o
empezar a tomar decisiones drásticas, como romperlos. Es un paso difícil, por
sobre todo, porque uno no puede mentirse con una duda, con un cómplice o con un
obrero explotado, porque en la construcción de ese hogar cada esfuerzo
invertido desgarra la piel del lado de adentro: no se permiten las ilusiones de
exterior (¡lo que me recuerda, como punto de referencia, lo muy importante que
es, también, el uso, o no, de ventanas y la orientación de las mismas!): las
columnas dejan de ser adornos para convertirse en sostenes indispensables.
Ser sólido y quedarse hueco en partes
idénticas.
Si no se construye la casa, los pasos
anteriores (la creación del amigo imaginario y su consecuente abandono) habrán
sido en vano: el amigo imaginario no dejaría nunca de ser un amigo imaginario
abandonado. Porque al que se lo exilia de lo que es nada siempre será un
abandonado. Si querés cargar a tu amigo imaginario de honor es necesario que
entiendas que tiene que existir un lugar al que no puede volver.
El amigo imaginario se consolida en si mismo:
ya es libre para sentirse con derecho a una venganza.
En este punto se produce una discrepancia entre
los estudiosos o fanáticos del asunto, a saber: se preguntan, en filosas
discusiones de sobremesa, sobre la siguiente cuestión: “¿no sería más fácil
empezar por lo de construir un hogar, así, si se falla, se falló y ya, sin haber
tenido pérdidas mayores?” y “¿no sería incluso eso más responsable y adulto con
respecto al amigo imaginario en cuestión?”. Quienes se burlan de estas
preguntas suelen agarrarse los estómagos y largar estruendosas carcajadas para
luego, al secarse las lágrimas producto de la risa con el borde de una
servilleta, sentenciar, duros pero haciéndose los desinteresados: “ningún
adulto puede crear amigos imaginarios, ningún niño puede ver interesante
construir una casa interna dado que en la niñez no existe más que eso: la casa
interna”. Según ellos, la casa siempre viene después, imposible antes.
Ligado a esto, una teoría un poco más extrema
asegura que un adulto sólo podría desenvolverse entre estos patrones de
instinto, penetrar en las reglas tácitas que aquí se describen, si alguna vez
se sintió cruel. Y, en palabras de la Real Academia Imaginaria: “hay pocas
cosas que generen tanta culpa sin culpa como la traición a un amigo imaginario:
una vez que lo hacés te sentís diferente, capaz de lastimar, pero no necesariamente
peor”. Esta teoría sostiene que es en ese momento cuando se empieza a
conspirar, a investigar, cuando uno se vuelve Detective, cuando se empieza a
respirar el futuro por venir no como necesaria revancha de uno o de otro, sino
como unión de todo, de lo conocido con lo no.
La casita que soplaré, soplarás, soplaremos.
Una segunda teoría aún más extrema,
mamarrachada con fibrón en los azulejos del mugroso baño del fin del mundo,
expresa: “La esperanza es la mentira más alegre de todos los tiempos: lo único
que creamos y buscamos de modo genuino”.
Lo único que podrían compartir tu amigo
imaginario y vos es la necesidad de esperanza.
Llegado este punto, enlazando los cabos y
conceptos… parece interesante, ¿verdad?
Es la vida que existe, acá desglosada en forma
de pasos a seguir.
El juego es adueñarse,
¿empezás a ver los recovecos del laberinto
literario? ¿empezás a notar acartonado cada callejón sin salida? ¿empezás a
sentir que el laberinto es tal siempre y cuando vos asimiles que estás perdido?
¿empezás a sentir que el hecho de que todo sea un juego no le quita gracia sino
que le otorga magnificencia? ¿empezás?
¿empezaste?
Bienvenido a lo que viene después de que te
deshacés del amigo imaginario que creaste, después de que armaste un escudo que
va del lado de adentro.
III.
Crisis número uno: el mundo te parece más
chico.
Crisis número dos: el mundo no te importa.
Crisis número tres: al mundo no le importás.
Todas esas crisis existen, no hay letras chicas
que puedan ocultarlo. Como dice un refrán que no existe: “si pagas por letras
chicas, no te quejes por la ceguera”.
Lo importante es que si lográs superar todas
las crisis, un día suena el timbre.
Es tu amigo imaginario, con una ouija bajo el
brazo.
Tu mundo sin él. Su mundo sin vos. No queda
nada por afuera de eso:
1-el mundo sos vos.
2-el mundo es lo único que te importa.
3-al mundo le importás más que nada.
El paso que sigue es tan controversial como el
primero, básicamente porque parte de una misma base de ruptura: ¿es lo mismo
decir “contactar” que decir “comunicar”?
¿tenés algo para decir?
¿estás buscando algo más allá?
¿precisás saber si el que está a tu lado, el
otro, tu amigo imaginario, tiene el dedo a unos centímetros de tu dedo porque
crea una búsqueda o si es porque busca crear?
¿precisás saber si vinieron a ayudarte, a
pedirte a ayuda, a engañarte, a pedirte que engañés?
Son vos y tu amigo imaginario creando o
buscando algo juntos. Como de niños, pero diferentes. Lo que lo hace aún más de
niños.
¿Quién es?
¿Dónde se vieron por primera vez?
¿Por qué lo trajiste a este mundo?
¿Nos conocíamos de antes?
Nunca existe un vos-yo.
Es: vos-amigo imaginario-yo. Ida y vuelta.
Paso final –ahora de verdad-:
preguntate si esa casa te pertenece
(¿esta casa te pertenece? ¿sabés con seguridad
dónde estás?)
preguntate qué pasaría si quedara embrujada tu
casa
preguntate si no serás un fantasma
(¿ya sabés que cuando digo casa quiero decir
alma?
Ahora que dejó de ser un secreto, ¿sigue
calificando como metáfora?)
preguntate quién es el que mueve la copa
¿si era yo, qué?
¿y si siempre vamos a ser tres?
Con esas preguntas podría concluir el
experimento.
¡Oh, pero ya escucho al odioso lector otra vez!
Ya lo escucho, sí: “pero estimado escritor…
esto no es técnicamente un experimento… la parte final de esto es predictiva,
todo queda librado a un perturbador azar donde hay que confiar en que lo
abandonado vuelva cuando no hay nada que garantice que eso sea un hecho. Por
tanto, ya no tan estimado escritor, esto no es tanto un experimento como una
estafa...”.
¡Discrepo!
Un experimento siempre es un experimento hacia
el concepto de experimento mismo. Si se piensa en experimentar siempre hay una
sobre-escritura de las reglas para ser un buen científico. Un buen científico
Detective.
Mi experimento es hablar a través de mi casa,
mi amigo imaginario, mi fantasma. Hablo a través de todo eso y propongo que el
otro experimente lo mismo.
Visto desde otro punto:
Vos=fantasma.
Amigo imaginario=dueño.
Yo=casa.
El que está solo siempre es el otro. El que
está solo es él.
Resumiendo:
Espero que hayas disfrutado de mi experimento y
procedas a experimentar. Es una cadena. La cadena del multiverso que acabo de
atar a tu cuello cuando puse mi mano en tu hombro y te distraje. Ahora nunca
vas a poder escapar.
Es una especie de virus que se transmite a
través de los mundos: experimentar.
Te mando saludos.
Creo que los vas a buscar.
Terminado el experimento, el tuyo, podés
saludarme.
O buscar que eso me crea.
Finalmente, abandonarme.
Será un placer sentirme objeto de venganza.
*
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