USTED TIENE UNA LLAMADA PERDIDA
I
-¿Dónde estoy?
Y preguntaba por décima vez; presentía el retorno, el espejo, la caída
en espiral, el deja vú… Me presentía la voz, como si viniera de un futuro que
no necesariamente significara una progresión en el tiempo. Un futuro, de tantos
otros posibles… En algunas realidades yo era (soy/seré) el fantasma de un yo
fallecido de modo prematuro. La revancha punk.
-Estás en casa… Y fue más divertido de lo que esperaba…
Ella era alta, de ojos saltones pero introspectivos, sonrisa filosa,
pelo rosa muerte. Porque la muerte va de rosa, lo supe alguna vez y el
conocimiento se me grabó.
Se levantó y caminó hasta una botella que había en una de las esquinas
de la habitación. Cuando se agachó el sol hizo una parodia de su figura, muy
estirada, siniestra. Podía ser amanecer o atardecer. Podía ser cualquier día.
Yo no tenía otro día que no fuera ese día.
-¿Ayer me emborraché?
Ella me ignoró y tomó lo que quedaba en la botella (un líquido que
sospeché caliente, agrio, con textura de lija). Llevaba botas altas. El pelo en
dos colas, una chaqueta que en la espalda tenía un parche de EASY RIDERS.
Supe que EASY RIDERS era una película que ella jamás entendería. JAMÁS.
-Ayer me contaste que de grande ibas a pensar qué cosa te gustaría ser
de chico… Es raro… tenés razón… Uno no elige qué ser de chico… Esas cosas
suceden… Eso es libertad, ¿no? No estamos eligiendo un camino para negar cien…
Estamos transitando una línea que es Universal, un camino que no es camino,
porque es todo…
Me levanté y me puse las medias. Fue lo primero que hice, no sé bien por
qué.
Una media de cada color… no me pareció extraño… Me imaginé en casa, a
cien años luz, preocupado, sacando del lavarropas a la pareja impar. Me recordé
en una plaza, sentado bajo un árbol.
Me recordé así porque siempre recuerdo esa tarde cuando me enamoro. Esa
tarde bajo un árbol, un poco drogado, con música demasiado alta, el Sol en los
brazos, quemando, cosquilleo en el estómago, ganas de tener algo, ganas de
leer, pero sin fuerzas para sacar el libro de la mochila. El momento era Dios.
Dios era el segundo del pretérito, todo era la nada, mitad eterna, mitad Nunca.
Lleno y triste.
-¿Ayer dije todo eso?
-Sí.
Subió el cierre de la campera y se giró. Era una buena peli.
-Estaba borracho.
Ella se acercó, se sentó a mi lado y sacó un cigarro, no sé de dónde.
-El cigarro es un detalle muy snob…
-¿Eh?
-Nada –soltó, al tiempo que levantaba el cómic- Pasa que… ¿Una
historieta?
-Es un cómic…
-Claro… Ponele… pero eso es nerd…
-Bajá el arma… -retrocedí.
Choqué con el ropero, con un ruido seco. Ruido de huesos rotos.
En la casa de mi abuela comíamos pollo en Navidad. Comer pollo implica
romper huesos. Siempre me pareció muy violento.
Se acercó con paso firme, sin temblar sobre su tacones, el traje pulcro,
los lentes disparando destellos, el pelo suelto, corto, amarillo brillante
(amarillo patito).
Blusa blanca. Sin corpiño.
-Es muy puber… ¿Querés amanecer con las sábanas duras y pegajosas?
-Ayer me emborraché…
Y la habitación, acababa de notarlo, no tenía puertas. La única
comunicación con el exterior era la ventana… Y el exterior parecía un lugar
lejano, peligroso, hostil, diferente a nivel extremo.
Me sentí como un astronauta, con la frustración de no poder abrir la
puerta… a un paso de dejarse bañar por la noche infinita, sudoroso, loco,
enfermo…
-Ayer me emborraché en el espacio… -sonreí.
-Tampoco es para que hagas un monólogo. No tenés habilidad para eso.
Me giré, asustado, buscando la voz. Salía humo de todos lados.
-¿Dónde estoy?
II
-Es una fiesta, Viole…
-Ya sé que es una fiesta… Lo pregunté indignada… Fue una pregunta
interna, de fastidio, de culpa, por haberme dejado arrastrar a un lugar así…
-Listo, te entendí. Andate a la puta que te parió.
-Esto es cualquier cosa… Están todos del orto…
-Hay buena música…
-Para escuchar buena música me quedo en casa… Eso de la música es muy
choto como excusa. Uno va a fiestas para poder garchar…
-Bueno, si seguís rompiendo las pelotas acá nadie va a garchar...
-¿Qué será de la vida del primer pibe que me garché?
-¿En serio estás haciendo esa pregunta tan pelotuda?
-¿Qué tiene de pelotuda?
-Todo.
-¿Qué es de la vida del primer pibe al que te garchaste?
-Me importa un huevo…
-¿Te lo garchaste a la tarde o a la noche?
-¿Cómo?
-Sí… ¿A la tarde o la noche?
-A la tarde…
-¡¿Viste?! Yo sabía…
-…en un lugar público…
-No te pregunté.
-Puta.
-…
-…
-¿Sabés? Seguro que la mayoría de las veces se debuta a la tarde… Debe
haber una teoría al respecto…
-No creo que exista esa teoría… La gente que tiene ganas de escribir
pavadas escribe autoayuda.
-Cuando garchás de noche te estás vengando del día, nada más… Además…
-¿Qué? ¿Además qué?
-¿Qué están haciendo esos de allá?
-Ni idea.
-¿Están jugando al juego de la copa?
-Ah, sí, mirá…
-¿Posta?
-¿Qué tiene?
-¡Es el juego de la copa!
-Es una fiesta, Viole…
III
-No es una fiesta, es un ensayo… Si vas a venir a chupar y fumar, todo
bien, pero entonces dejá el bajo ahí y quedate en el rincón sin romper los
huevos…
-Ok, listo… No vuelve a pasar…
-Pero loco… Dale, media pila…
-Ya está. Dije que no vuelve a pasar… Además no te metas.
-¿Qué “no te metas”, boludo?
-¿Vos también te vas a meter?
-Es una banda… Si te pones a hacer ruidos encima de un tema lo cagás
para TODOS…
-Ok.
-Pero dale… Aflojá.
-…
-…
-Esto no vale la pena. En serio. Tenés razón, Pola.
-¿Qué?
-Eso. Tenés razón. No me cabe. Recién soñé con ese lugar al que fuimos
la vez que…
-¿Soñaste? Estabas tocando… mal, pero tocabas… No estabas soñando…
-Estaba soñando.
-Recordando…
-…
-…
-¿Si digo “recordando” me dejás seguir?
-¿Qué lugar era?
-Ese en el que perdí el celular…
-Ah, sí… Buen viaje.
-Zarpado.
-No perdí el celular…
-¿No lo perdiste?
-Lo tiré…
-¿Qué?
-O lo rompí. Depende del sue… del recuerdo. La memoria es sueño. No voy
a usar la palabra, pero es así…
-¿Cómo que lo tiraste?
-Me llamó Claudia…
-¿Cuándo?
-Ese día. Por eso lo tiré. O lo rompí.
-¿Te llamó Claudia?
-Sí. Ella y yo jugábamos a los video juegos cuando éramos chicos… La
mamá de ella venía a casa, para hablar con mi mamá. Eso no se lo puedo explicar
a nadie… ¿Entendés?
-¿Rompiste el celular por eso?
-Si. O lo tiré. Ella y yo no somos. Era como que me llamara un fantasma…
no sé… Esas cosas no me gustan… El juego de la copa es algo que me asusta.
-¿Te sentís bien?
-Desenchufá esa mierda que está acoplando…
-Sí, sí…
-¿Estás bien?
-¿Por qué no volvimos a hacer un viaje?
-Porque chocamos…
-…y vos fuiste el único que no quedó atrapado en las llamas…
-…y no pudiste llamar a nadie, porque habías “perdido” tu celular…
-Y nos morimos.
-¿Te acordás esa parte?
-¿Soñás con esa parte?
-Banda de rock, accidente, muerte… ¿Qué chiste fácil, no?
-¿El cáctus te afectó el cerebro? ¿O fue la culpa?
-¿Así que ya no podés recibir visitas?
-¿Algo para decir?
-…
-…
-Perdón… De pibe quería que mis temas sonaran en fiestas de mierda…
-Ok. Pero esto no es una fiesta, es un ensayo y…
IV
-…estamos todos muertos. Si no conseguimos desactivar esto estamos todos
muertos.
Señaló hacia algún lugar entre la nostalgia y las ganas de dejar de
respirar. El equilibrio, lo de siempre, el Domingo.
Corrimos. Velocidad, autopistas rojas, luz.
Un golpe, dos golpes…
TAMBORES.
El Ritmo lo llenó todo.
-Estoy harto de que siempre sea así… Empiezo a pensar que no le hacemos
bien… De verdad.
-Callate y agarrate.
Me callé. Y me agarré.
-¿Qué podemos perder? ¿Una vida?
-Una realidad… Se incendia.
Consiguió ponerme nervioso, por unos segundos. Después lo pensé y perdió
fuerza. Algunos conceptos están sobrevalorados.
-¿Yo qué pierdo? ¿Y vos?
Me tiró una mirada fugaz, envenenada.
A nuestro alrededor viajaban colores, formas, galaxias.
-Pierdo mi trabajo… Es una cadena… Pueden sobrevivir sin eslabones… Pero
vos, sin el total, no sos nada…
-Eso no tiene…
-NADA. No sos nada. Y si nos quedamos sin trabajo después otros van a
preguntarse qué pasó. Y otro. Y otro.
-¿Así puede quebrarse? ¿Así de simple? ¿Cómo uno de esos juegos en los
que paran fichas de dominó?
-Así.
-…
-…
Cerré los ojos. Pensé en mí fuera de mí, diferente. No pude sentir algo
que me conmoviera.
-Si querés pensarlo como un juego también vale pensar en un
rompecabezas…
Lo miré. Me guiñó un ojo, como si acabara de darme la lección de mi
vida.
“Metete la lección en el orto, la puta que te parió”.
-…si se pierde una ficha
estamos...
-Si, ya sé: estamos muertos…
V
-¿“Muertos”?
-Sí, es un nombre malo, ¿no?
Se rieron y entraron al cine. Era invierno, las calles estaban vacías,
los árboles agonizaban, el viento cortaba, las personas estaban susceptibles.
Un poco.
Él quiso sentarse en el medio, pero ella insistió con sentarse adelante.
En realidad no tuvo que insistir demasiado.
Doce minutos después de que la película comenzara estaban metiéndose
mano. La película era tan mala como su título indicaba.
Cuando sus labios por fin se encontraron, él mantuvo abiertos los ojos
durante algunos segundos; los suficientes para que el rostro de una mujer lo
engullera. El rostro de alguien que en ese momento estaría en otro lugar,
sonriendo, cocinando, dándose una ducha, filmando otra peli… pero en otro
lugar.
Un tema lindo lo llenaba todo.
Supo que iba a dedicarse a la música en un cine.
“Esa actriz, incluso, puede estar muerta…”, pensó, lleno de un miedo
primitivo, puro, infantil, “Todos los de esa peli pueden estar muertos”.
VI
-¡Mas vale que está muerto! ¡Qué pregunta pelotuda! Si no estuviera
muerto usaría el Facebook para mandar mensajes, no esto…
Risas generales.
-Sos un pelotudo… -con algo de rubor- ¿No escuchaste hablar de
dimensiones paralelas, realidades alternativas y esas cosas? Imbécil.
-Ok, dale, ¿qué más vas a inventar?
-¿Se pueden comportar?
Miraran a la chica, que, para esas alturas, estará perdiendo la
paciencia.
-Perdón.
-Sí, perdonalo… Obviá la pregunta. Damos por sentado que está muerto.
Por lo bajo:
-Chupala.
-Bueno, de nuevo… -se va a aclarar la garganta-. ¿Estás ahí?
VII
-Acá estoy…
-¿Tanto tenías que tardar? ¿Qué estabas hacien…? ¿Te pasa algo?
-Quiero que nos vayamos, Viole.
-¿Por?
-Me quiero ir…
-Pero si eras vos la que…
-ME QUIERO IR.
-Nos vamos.
-Gracias.
-…
-…
-¿Qué pasó?
-¿La gente cambia de número de celular muy seguido?
-No sé…
-Es difícil comunicarse con los vivos, ¿no?
-¿Por qué llorás? ¿Y ese cigarro?
-¿Por qué no me atiende, Viole?
-¿Siempre llevas puchos encima? ¿Fumás siempre? ¿Por qué yo no sabía?
-No saludemos… nadie se va a dar cuenta de que nos fuimos…
-Pero si no saludamos es como si nunca hubiéramos venido…
-¿Y? ¿Qué importa, Viole?
-Nada, no sé...
-¿Qué pasa?
-Se me puso la piel de gallina…
-Tengo miedo, Viole… ¿Por qué no atiende?
-Mirá si nunca vinimos…
-Vamos…
-Pero tengo que saludar… Estoy acá… Corresponde que salude, ¿no? ESTOY
ACÁ…
VIII
-¿Dónde? ¿Dónde? ¿DÓNDE?
Empecé a golpear las paredes, para lastimarme, sabiendo que la
estructura no iba a ceder por mi rebeldía tan de cotillón.
Cada golpe despertaba la nota de un tema, un tema que no conocía pero
que resultaba perturbadoramente familiar. Familiar como la casa de papá y mamá,
ya gris, rota, diferente, muerta. La
casa por la que corrí cuando era chico.
Corrí.
Y atrás del tema, casi imperceptible pero mordiendo tenaz, una sirena.
Venían por mí, al tiempo que el humo subía, avanzaba, me consumía.
“Somos niebla… nada más”.
Un único refugio: el ropero. El ropero de los monstruos, el hogar del
fantasma, la metida de pata.
-¿DÓOOOOOOOONDE? –grité.
Dos golpes más, y casi llegamos al estribillo.
Hay melodías que conmueven
Volví a correr.
Los pequeños detalles que hacen a la historia que uno jamás conocerá.
Volví.
No abrí la puerta del ropero. La atravesé.
Perdí todo, incluyendo la voz:
“¿Dónde?”
IX
-Ahí… Ahí, boludo, doblá y apagá las luces.
Agitados, con el ácido vuelto en contra, la cabeza estallando.
Silenciosos, duros, inmóviles.
Un pensamiento compartido, mudo: “El Miedo es Revelación”.
Casi cinco minutos después, cuando las sirenas dejaron de escucharse:
-¿Habrán visto la patente?
-No sé… Pero no creo que el rosa fosforescente se les olvide de un día
para el otro…
-Qué cagada…
-Y todo porque estás dos horas para usar ese aerosol de mierda… La próxima
pinto yo…
-Sos el único que sabe manejar… no podés manejar y grafittear al mismo
tiempo.
-Sí, puedo… Y lo voy a hacer más rápido que ustedes.
-Si vos decís…
-Che, ¿y eso?
-¿Está lloviendo?
-No… son…
-¿Qué es eso?
Bajaron del auto, sin cerrar las puertas, el corazón desbocado, rabioso,
con ganas de explotar para siempre.
¡PUM!
-¿Cómo te ves de viejo?
-No me veo…
Todo muy en voz baja, casi sin hablar en realidad. Telepatía.
-No puedo dejar de pensar en un tema que cantaba Luca Prodan…
-¿”Mejor no hablar de ciertas cosas”?
-No, uno que cantaba Prodan pero no era de Prodan…
Silencio, otra vez. Fascinación pura: el milagro llega y sólo podés
callarte.
-¿Qué carajo son?
-Papeles… Llueven papeles…
Se agachó y levantó uno.
-Son letras.
-¿Letras?
-Letras.
Una “N”. Una “O”.
La peculiar nevada enfrío el ambiente. El vapor brotaba de sus bocas;
tiritaban.
-¿De dónde vienen?
-Mirá… Ahí…
X
-Lo veo… pero no lo puedo creer…
Nos detuvimos
-Te dije que ibas demasiado rápido…
“El tiempo pasa… Nos vamos poniendo Tecnos…”
Brotaba. El Universo es música.
Una plaza.
Me levanté, fui hasta la puerta.
-No bajés… tenemos un trabajo que hacer…
Miré por la escotilla. Sol. Juventud. Luz.
-...si nosotros fallamos nadie más va a poder fallar… ¿Entendés?
SOL.
-Metete la lección en el orto, la puta que te parió…
Abrí la puerta.
-¡HEY! ¡NO!
Pero no se animó a levantarse de su tan confortable asiento.
Yo desaparecí. Esa tarde desaparecí para siempre.
¿Dónde estoy?
Y de fondo, para recordarnos que no estamos solos, suena un teléfono.
Siempre suena un teléfono.
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