lunes, 1 de febrero de 2016

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“EL AGENTE MULDER CREE QUE NO ESTAMOS SOLOS” *






Lo siguiente está inspirado en hechos reales documentados

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¿Qué es una verdad? ¿qué es un mundo?

2 de Septiembre de 1995, Parroquia San José, 17 hs.

Tengo 10 años. Me compran una camisa y un pantalón de vestir: voy a tomar la comunión. El ridículo me saca una sonrisa. Quiero mostrarme chistoso al respecto pero no me funciona. Distingo que los otros chicos que están en mi posición se lo toman en serio. Los que no se lo toman en serio se lo toman tan para la joda que también me da algo de pudor. Siento que no puedo empatizar con ninguno de los dos grupos. Me quedo callado. Luego de que me dan la hostia a título “el cuerpo de Cristo”, vuelvo al banco y echo una rápida mirada a mi alrededor. Mis compañeros, todos, están de rodillas, con los ojos cerrados. Hago lo mismo. Trato de concentrarme, me esfuerzo por sentir que algo de todo eso tiene alguna significancia. Tengo la hostia pegada al paladar, me desespero. Creo que rezo. No quiero morirme atragantado o toser o llamar la atención. Tengo miedo y una angustia fuerte en el pecho: estoy vacío de fe.

Avellaneda, 21 hs.

Mis familiares están en casa. Mi familia no es católica, pero mis viejos decidieron que un colegio privado podía darme una mejor educación. Que el colegio sea religioso es un plus y nadie se opone. Como desconocemos si hay algún ritual al respecto, se festeja i comunión como se festeja todo lo que amerita una reunión para nosotros: asado, unas botellas de vino y larga sobremesa. Se supone que soy el agasajado, pero hace rato que estoy en una habitación contigua, frente a la televisión. Nadie parece notar mi ausencia. Tampoco me preocupa hacer acto de presencia: no puedo despegar los ojos de la pantalla. Están pasando un video que muestra la supuesta autopsia a un extraterrestre que tuvo la desgracia de estrellarse en suelo terrestre. Estoy fascinado. Sin poder evitarlo, imantado por lo que sucede, me acerco más y más a la tele. En un momento, mis ojos y los ojos saltones de la criatura casi se tocan.

Unas horas después, mi abuela, un poco pasada de copas, se despide con un abrazo muy fuerte y me pregunta al oído si me siento diferente ahora que me “encontré” con Jesús. Le digo que sí con un gesto de la cabeza, pero es en otro cuerpo en el que estoy pensando. Llega la epifanía: me doy cuenta de que empiezo a creer en algo.

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El video en cuestión, claro, no es otro que el que terminaría siendo el disparador para que toda una generación empezara a sentir un furor incontrolable por la temática OVNI. Roswell, 1947. Un lugar y una fecha. Un Génesis en todo su esplendor. 

Creo, incluso, que Roswell fue el equivalente al alcohol en la vida de quién se descubre de personalidad adictiva. “El alcohol es la puerta de acceso a otras drogas”, te dicen. Lo mismo esa mítica autopsia. Se presentó, iluminó a todos los que habíamos nacido alrededor de la década del ochenta e iluminó el cielo de fantasía que el cine de aventuras heredado nos había tejido como techo: ahora el techo podía estar en otro lado. Podíamos pensar que todo era verdad… aún incluso con el cosquilleo de la farsa moviéndose en el fondo de las entrañas. Somos un documental apócrifo, así de paranoicos, así de cínicos, así de niños eternos. Todo se reduce a creer.
No me extraña haber encontrado en Mulder, en Fox Mulder, a mi primer Mesías.

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25 de Enero de 2016, Tandil, 6 hs.

Llegamos con mi novia a Tandil. Muy temprano. Llueve. Hacemos tiempo tomando un café. Ella saca un libro, yo me siento inquieto. Para no molestarla me levantó y salgo a dar una vuelta por la terminal.
Compro un diario local y lo abro por la mitad, justo en el suplemento “espectáculos”. Hay una foto vieja, viejísima, de Mulder y Scully. Nunca David o Gillian. Mulder y Scully. Se me abre un agujero negro en el pecho.
La nota dice: “hoy, a las 23 hs, se transmitirá un capítulo estreno de la serie que en los 90s…”.
Hace unos cuantos años atrás hubiera recortado la nota.
No sólo no lo hago, sino que me pregunto si hoy alguien la recortaría. Creo que hoy nadie recorta y nadie lo hubiera hecho de haber tenido la certeza de que internet estaba ahí afuera.
El agujero negro en mi pecho crece un poco más. Me caigo. O me abduce.

Capaz que siempre pensé en Mulder pero no soy más que Samantha, su hermana desaparecida, el misterio, la excusa para llevar una vida de épica, martirio y autoboicot.

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El fenómeno Roswell fue a mis diez años, de eso estoy seguro. No estoy seguro cuándo fue que entraron los Expedientes X en el camino. Para reconstruir una aproximada biografía puede decir que para cuando se estrenó la película, en agosto de 1998, yo ya era fan de la serie. Compraba revistas, pósters, porquerías varias en el Club del Cómic o Camelot y recortaba notas de los diarios que  luego guardaba en una carpeta. En la misma carpeta pero en un folio separado, siempre oculto al final de todo, guardaba recortes de otra índole pero misma esencia: extrañas apariciones de ganado muerto, leyendas urbanas de edificios embrujados, sectas, asesinos seriales. Esa carpeta es el evangelio según yo, el evangelio según Matías, hoy día extraviado. Algún día será redescubierto, andá a saber por quién. Por quienes. Creo haber dejado un noble reflejo de mi niñez en ese folio secreto: todo fue escalofríos.
A veces siento que sentirse tan extraterrestre es hermoso. Y tengo ganas de llorar y aunque no estoy triste tampoco estoy contento.

La primer película de los Expedientes X se llamó Fight to the future. Yo tenía casi 13. Y peleé contra el futuro con todas mis fuerzas.
Revistas Conozca Más, libros de Fabio Zerpa, caras horas en un ciber descargando información en un diskette.
Peleé fuerte contra el futuro.
Hasta que terminé desmembrado en una camilla fría.

Para seguir creyendo, en algún momento me tuve que morir.
O fingir mi muerte.


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Dos recuerdos muy claros: mi mejor amigo y la primera vez que me enamoré.
Siempre me costó convencer a mi amigo: me costó convencerlo, por ejemplo, de que la fábrica abandonada que había al lado de la casa de mis viejos estaba embrujada. Le tuve que contar las historias que recopilé en mi cuaderno de notas rojo. Le tuve que contar lo que decía mi abuelo, lo que decían algunos vecinos, lo que decía papá, incluso, aunque ya tendía a exagerar las cosas.  Me volví mejor escritor convenciendo a mi mejor amigo de cosas… y siempre valió la pena, porque cuando mi mejor amigo cree, ya desde chico, cree de verdad, con honestidad, sin dejar el cuerpo en la batalla, porque su patria es el alma. Si cree, deja algo en serio. Con él vimos un OVNI una vez. En el patio de su casa. Fuimos corriendo al taller que su papá tenía en el fondo de dicho patio y buscamos unos largavistas. Salimos y miramos al cielo, esperando, quizás, que lo que habíamos visto ya hubiera desaparecido. Pero no. Mi mejor amigo y yo vimos un OVNI. Posta. A los 12, más o menos.

Me enamoré de la piba más insoportable de la escuela. La forra que lloraba si se sacaba 9 en una prueba, porque siempre quería ser 10, porque no sabía lo que era cultivar la humildad. Una conchuda sin caretas. Me enamoré de ella porque compartíamos muchos gustos y podíamos hablar hasta quedarnos afónicos, casi siempre en desacuerdo pero felices. Nos volvimos muy buenos amigos. Ella también veía Expedientes X y era fanática. Digo “me enamoré” pero nunca tuve ganas de darle un beso, por ejemplo. No era ese amor. O sí, pero hacía que no. No sé. Los Expedientes X nos habían vuelto histéricos. Mulder y Scully estaban destinados a amarse, estaban destinados a envejecer y nunca formar una familia, estaban destinados a estar enamorados platónicamente, para siempre.
Mi amiga era Scully, era fuerte y orgullosa, yo era débil, caprichoso y ella creía en mí.
Yo grababa los capítulos en cassettes vírgenes. Ella, semana tras semana, decía que sin Scully nada tendría sentido. Le cuestionaba a la serie cosas que para mi eran incuestionables. Decía que Mulder estaba re fuerte. Yo decía que Scully era hermosa. Todo así.

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Con ella hablábamos poco de la fábrica. Algunas tardes salíamos a la vereda y yo me embobaba mirando cómo las sombras ascendían por las ventanas rotas. Ella, mientras, daba un discurso por algo.

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Unos años después, mi mejor amigo se reía de mí porque la chica de la que yo había estado enamorado tanto tiempo se declaraba lesbiana. Así que ese beso que no le quise dar no se lo dí. No terminó de otro modo. Al final del secundario dejamos de hablarnos. Fuimos más Mulder y Scully que nunca. Fuimos un final alternativo para ese par de arquetipos que envolvieron con delicadeza nuestra entrada en ese mundo donde a veces se te rompe un poco el corazón sin que sepas mucho por qué.  

Mi mejor amigo sigue siendo mi mejor amigo… y hoy día creemos igual… Pienso muy a menudo, mientras tomo una cerveza en la terraza, buscando en éste nuevo cielo a esa vieja nave que una vez nos saludó, que somos tan diferentes porque creemos igual.

El caso de la fábrica abandonada quedó abierto y sin resolución.
Cuando yo sea un fantasma voy a vacacionar ahí.

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25 de Enero de 2016, Tandil, 16 hs.

Dejó de llover cerca del mediodía y para las dos ya había salido un sol violento. Estamos en Monte Calvario, tirados sobre una piedra, disfrutando del paisaje.
De pronto recuerdo algo: en uno de sus libros, Fabio Zerpa decía que había lugares propensos a tener contacto OVNI, dado que eran fuente de energía para que las naves pudieran seguir con sus exploraciones. Nombraba muchos lugares de la geografía argentina, pero me acuerdo de dos en concreto: Cerro Uritorco, Tandil. Yo ya viajé a Tandil en una ocasión, con el colegio. Viaje cuando mi amiga ya me gustaba, cuando ya me gustaban los Expedientes X. Mi mejor amigo no viajó. Me acuerdo de muchos chistes porque algo de un salamín y algo que hizo un amigo. Me acuerdo que en determinado momento me puse muy dramático con las cosas y extrañé mi habitación: leer, mirar una peli, sentirme dueño. En el viaje que hice a Tandil de chico descubrí que me gustaba mucho estar solo.

Miro mi entorno: nada de esto lo recuerdo, pero sé que ya lo ví. Increíble que dentro de unos años pueda pasarme lo mismo.
Se me ocurre una idea aterradora: quizás la primera vez que vine a Tandil me secuestraron extraterrestres y recién acaban de devolverme, inventando todo esta historia que yo llamo “mi pasado”.
Soy una mentira. Mis recuerdos, otra ficción. Y seguro que si alguien los ve, no se los cree. Soy una mala mentira.

Tandil otra vez.
Expedientes X otra vez.

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Después del estreno de Fight to the Future hubo una micro “epidemia X”. Mi carpeta de recortes tuvo mucha entrada de material y engordó generosamente en esa época. Todo ese agite fue el que me hizo conocer a un club de fans de la serie. Eran un grupo de jóvenes que editaban una revista con notas sobre casos paranormales, cuentos, info sobre series y libros y toda una larga lista de hermosas nerdeadas de cuando no existía TBBT y toda esta lectura moderna del frikismo. Ahí se editaba una revista para gente que se comunicaba vía correo, escribiéndose cartas. Era una zarpada base de operaciones que te brindaba información que era muy difícil de conseguir en esos momentos. Y con la guita que juntaban organizaban movidas para traer episodios de los Expedientes X que aún no se habían visto en el país.

Capaz también suceda que siento tanto orgullo por esa revista porque fue la primera en publicar algo mío. Fue una nota sobre Stephen King. La firmé con un pseudónimo que hoy no recuerdo. Lo que sí recuerdo es que sentí algo muy lindo cuando me vi entre todas esas páginas tan pero tan especiales para mí.  
Sentí que podía hacer lo que quería.
Descubrí que ser Mulder también significaba trabajar duro. No podía ser sólo una pose.

Nunca paré de escribir. Ya escribía de antes, claro. Pero la confirmación la vivencié en ese momento.

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Soy daltónico. No sé cómo afecta eso a mi vida porque no sé cómo es no ser daltónico.
Mi viejo y mi tío son daltónicos, pero no hacemos chistes al respecto. Es algo bastante poco interesante ser daltónico. Sólo que en un capítulo de los Expedientes X, Mulder dice ser daltónico. Me caí rendido a los pies de toda la evidencia. Lo que estaba pasando era tan grande que ni miré la puerta de mi habitación para ver si mi vieja estaba por entrar. Sólo agradecí el milagro. Con todas las fuerzas de mi estúpido espíritu.

Todo, siempre, va a hablar de mí.

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25 de Enero de 2016, Tandil, 21 hs.

Estamos cansados. Ya pasamos por el hotel y nos dimos un baño. Yo dije: “salgamos a comer temprano, hay que volver antes de las once…”.
Paramos en un bar. Le estoy hablando a mi novia, a la chica que me gusta. Le hablo de una serie que significó un montón de cosas, incluso un amor sin conclusión. Le hablo de Mulder y Scully, le cuento los finales que no conoce, me cuenta lo que piensa de los personajes, las cosas que percibió habiendo visto sólo las primeras temporadas de la serie. Nos reímos. Mi mejor amigo quedó a cargo de cuidarnos la casa mientras estamos de viaje. Me escribe: “todo está bien”. 
Mulder y Scully no son lo mismo para mí que para mi novia. No son lo mismo para mí que para mi mejor amigo.
¿Por qué me esfuerzo yo, entonces, por ser sólo uno?
¿Por qué?

Pagamos, salimos volando al hotel.
Pasamos por una estación de servicio. Mi novia compra helado y yo me compro cigarros, a pesar de que no suelo comprar cigarros.
No puedo más de la ansiedad.

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SPOILER
El único spoiler que me fumé sobre el regreso de los Expedientes X fue que el primer episodio de la nueva temporada terminada con El Hombre que Fuma. Un villano viejo. Ahora entiendo que Mulder es el adolescente al que El Hombre que Fuma extraña… por eso lo incentiva, lo incita, lo castiga con perversión. Fox Mulder es la historia del Hombre que Fuma cuando empezó. Los Expedientes X se convertirían, entonces, en un flashback, en una visión apócrifa sobre el devenir y el existir de una insignificante criatura que sólo quiere una cosa. Creer.

El villano, ahí viejo, muy malo, muriéndose de cáncer. Eso es la vida.
Y vos mirando, con lágrimas en los ojos y un pucho quemándose entre tus dedos.

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Pequé, pequé porque a veces fui sólo cínico, sin equilibrar la balanza, me creí todo sin estar sospechando, o todo lo contrario, pero no estuve a la altura de sentirme orgulloso de mí, me maté a pajas, sí, porque mi viejo era peluquero y tenía muchos almanaques de mujeres desnudas. Me maté a pajas mal, pero Mulder lo hacía también, y en la segunda película tenía la barba tan larga como yo ahora. ¿Se sigue pajeando? Mulder tenía una colección de revistas eróticas, yo de almanaques. Mientras más comprendo lo miserable del ser humano, más lo veo reflejado al infinito. Y no hay culpa en eso.

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Con mi mejor amigo estuvimos en el Fantabaires del 99. Para muchos fue uno de los mejores eventos de esas características. Me compré muchas cosas en ese lugar, volví con muchos de mis primeros tesoros. Mi favorito: una foto-tarjeta de Scully (sí, para mí era Scully, ya dije que nunca voy a decirle Gillian Anderson) en una cama, con ropa interior negra, en plan sexy. Nunca me hice una paja con esa foto. Era demasiado especial. No podía googlear cualquier fantasía que se me cruzara por la cabeza, como ahora.

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25 de Enero de 2016, Tandil, 23 hs.

Mulder y Scully están lidiando con un anti héroe de Youtube: un periodista conspiranoico de dudosa moral. Están en un mundo donde hay más información de mentira que información de verdad. Son mis viejos héroes. En nuevas aventuras. Los subestimo, como uno siempre subestima a lo que de pronto dejó de ser joven para ser viejo. Sin embargo, me doy cuenta de que hay algo ahí que se resiste a ser plano. Algo de toda esa historia es demasiado real. Tiene dimensión. A los Expedientes X les permito ser clásicos. Es la gran diferencia por sobre todo: a esa serie le permito ser teatral, esa serie ya resumió demasiado.

 Mulder dice que en el mundo moderno su vida es un chiste. 

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Algún lugar, un pensamiento.

Estoy secuestrado. Secuestrado por humanos. Me están abriendo a la mitad. Sacan todo lo que tengo adentro. Lo que tengo adentro es muy descriptivo, pero no significa nada. ¿Quién sos?, es la pregunta que le haría a cualquiera. ¿Qué querés?
¿Qué esperás?

No sé a dónde estoy.

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Ahora me dicen los Expedientes X que esto es una ficción sobre Roswell, que Roswell siempre fue una trampa. Es un buen giro, es clásico, es bello. Mi yo de diez años no hubiera soportado tanta épica. Somos más grandes de lo que nos pensamos.

Hace poco, mi mejor amigo me dijo que la trampa por excelencia es la nostalgia. Me dijo que la nostalgia es un lugar seguro. Es una ilusión. “Hay que desconfiar de la nostalgia”.
Creo que tiene razón. Creo que sonó tan Mulder por las palabras que eligió.

Prendo otro cigarro antes de acostarme.
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 Roswell, 1947
Tandil, 2016

Aparecen los Expedientes X, vienen del futuro. Empiezan a generar la ficción de la que se alimentará el fenómeno que dará por resultado la realidad. La realidad es la conspiración.
Soy un ser libre.

Me despierto y no puedo volver a dormirme. Los primeros minutos me desoriento: ésta no es mi cama, estoy lejos de casa.
Después me calmo.
Capaz estoy un poco triste porque terminé entendiendo, hoy, con la vuelta de la serie, que hay algo intrínsecamente triste en Mulder y Scully. Ahora los amo más que nunca. Amar así siempre pone triste.

Una nave extraterrestre rompió nuestra burbuja.
Quiero decir, ¿existe dios?

Y si es así… ¿de qué planeta viene?

¿es una trampa?

¿Y yo?
No estamos solos: el afuera está en la verdad, esa que no deja de morderse la cola. 


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(*Dana Scully, al final del episodio piloto)





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