lunes, 8 de febrero de 2016

La vida sexual de R2D2

NO METAS A UN ENANO EN LA HISTORIA

  



Esteban vio lo que Laura estaba por hacer y algo se disparó en él. Como un escalofrío cerebral. Su expresión pasó de ser casi estúpida a ser estúpida del todo. Abrió y cerró los ojos varias veces, como si apantallara los humos que habían simulado esa ilusión de realidad en la que tan sólo un segundo atrás su novia le estaba chupando la pija en el parque.
-No, bancá Lau… -se tiró para arriba los pantalones al tiempo que se incorporaba y se apresuró a abrocharse el cinturón, con manos sin temblores pero vergonzosas, como muy inocentes, como muy de mentira, dedos flacos, traidores. No levantó la vista, por toda esa vergüenza pesándole en el pecho.
Se sintió calcinado por la mirada de Laura. Sintió que de ella salían rayos. Dos rayos de colores chillones, ofendidos, salpicando una maduración atroz, una indignación madre de todas las indignaciones, una resistencia, un mundo de afuera más interno que el infinito universo interno.

-Sos un pelotudo, Esteban –dijo Laura, escuchando su propia voz con una claridad que la asustó. En un momento llegó a pensar que se había quedado sorda y su voz sonaba tan alta porque sólo sonaba en su cabeza. Se sintió prisionera de su cabeza, para siempre. Se sintió mediocre, medio irresponsable, muy culpable. Se sintió todo eso, pero en un único segundo, ese segundo que prosiguió al segundo antes mencionado, ese en el que estaban en el parque y la pija de su novio estaba en su boca.

*

-Recién no te estabas quejando…
-Bancá, Lau… me agarró paranoia, ¿sí? Listo, una boludez, pero no me rompás las pelotas porque lo vas a volver grave.

Esteban no podía creer haber respondido así. Parecía que exageraba, que no estaba “agarrando al toro por las astas”, como decía su abuela. No sólo no sonaba a tipo duro… sonaba pretencioso, desubicado, cobarde, como si hubiera elegido el peor momento para hablar algo de por sí malo.
“¿Lo elegiste mal a propósito? ¿Al final, yo, la voz, soy más importante que tu humanidad? ¿escuchás? Estoy diciendo humanidad, algo en lo que tenés que creer… y vos creés fuerte, me sacás siempre varios pasos de ventaja… pero después te alcanzo y te inundo. Hola de nuevo, ché. Soy esa voz. Hablo por vos. Y cuestiono todo lo que creaste. Y vos te limitás a aceptar o recordar que la magia creada tarde o temprano se apaga y quebrás los códigos demasiado rápido y saltás del barco… pero como tampoco sos un pesimista, tarde o temprano te sale volver a creer y sabés que siempre conquistás más, pero ya no sabés cuál será la próxima ambición porque vengo yo y todo se vuelve un insoportable, denso y horrendo presente. Las aguas son infinitas, ya no hay porción de tierra. A veces ni siquiera hay un plan. Sos un adicto: si vas a drogarte te tenés que drogar mucho, hasta que pierde sentido porque el que lo pierde sos vos. Sí, sos eso. Sos Voz. Yo”.
Esteban no pudo evitar sentir un regusto conocido, como un vómito de resaca vieja que casi sube. Una nausea-nostalgia.

El mundo de Laura se desintegró del todo. Lo pensó así: “esto ya está… ya pasó. A partir de ahora ya pasó. Va a ser una la salida, nada más. Esto lo vamos a recordar así: una mala salida. Pero adentro no. Capaz que nos casamos y yo nunca voy a poder explicar por qué se me rompió algo en la confianza interna cuando, después de dos años, siete meses y doce días en los que siempre que se pudo coger en una plaza, el pelotudo de mi novio y yo cogíamos, después de todos esos mini polvos re insignificantes pero valiosos en su calidad de guiños internos, después de todo eso, un día, en una plaza, después del ritual del oral procedí a sacarme la bombacha por abajo de la pollera para la que entendí como la consabida cogida y, de pronto, el susodicho pelotudo se puso quebradizo, por afuera de todo, nos dijo tontos con un desdén infantil, nos juzgó, abandonó el juego… Lo abandonó. Esto ya pasó. Al final uno lo hizo… Uno abandonó y no fui yo”.
Laura se centró, absorbida por lo que creía estar entendiendo, en la mirada de Esteban. Esa mirada cansada que ni podía levantarse del piso y ahí se quedaba agarrada, porque ya no iba a despegar más. Se dio cuenta de que Esteban también estaba viviendo su propia epifanía. Se iban. Entendió el dolor a carne viva, pero no pudo conmoverse lo suficiente como para no sentir curiosidad por saber qué se siente fracasar. Supo que él fracasaría. O que había empezado a fracasar. Ya le tocaría a ella, pero no ahora. Ahora todo iba a parecer igual. Igual, igual. Con una pequeña diferencia. Ya no más cogidas en el parque. Ni siquiera habría petes en el parque. Iban a tener que tener ganas de verdad de ir al parque. Iban a atener que buscar una excusa. Capaz que era el momento de comprarse un perro. Buscó a ese perro en la mirada de Esteban.
Algo que en su cabeza sonó muy poco meditativo y poco moderno. Fue un “ya fue”.
Le deseó suerte, sin nada de malas intenciones.

Después empezaron los gritos. Esos bajitos, esos de artillería pesada, de “estás en mi poder, si puedo lastimar a una persona en el mundo ese sos vos”.

*

Se escuchó así:
-Vi al boludo ese de la motito y me asusté…
-Viene con un nene… Y mirá si será prudente que al nene lo sentó adelante y le puso un casco… no sé si se ve responsabilidad así últimamente…
-Ese es el tema, Lau… el casco, porque…
-Soltame, dale…
-Está bien. Pero escuchame, ¿sí?
-…
-¿Qué?
-No dije nada.
-¿Me podés escuchar?
-Dalé, hablá, descargate…
-Si lo tomás así no sirve y…
-El casco del nene te pareció particular, porque…
-…
-Dale…
-No me pareció particular… No sé… Parece un nene… pero mirá si es un enano…
-¿Eh?
-¿Qué?
-¿Te escuchás lo que estás diciendo?
-¿Me dejás seguir?
-No sé, ¿te conviene que te deje hablar o mejor dejamos esto así… como una… mala salida?
Se miraron fijo y con algo parecido al amor. Pero más profundo.

- Te estoy diciendo que me asusté. A vos te parece una boludez, pero mira si ese chabón ya nos fichó y nos viene a robar… mirá si el nenito es un enano… mirá si vienen los dos armados y nosotros así… como…
-¿En serio? A ver…
-Lau…
-No, pará… ya hablaste suficiente. No sé si quiero escuchar lo que tenés para decir más allá de lo que dijiste. Está todo mal lo que dijiste… ¿Qué te pasa? ¿Cómo nos va a ver el flaco de la motito? Acá donde estamos no nos ve nadie… ¿Qué te pensás? ¿Qué te voy a chupar la pija donde nos puedan ver todos? Además, te repito: mientras te estaba chupando ni te jodió el flaco de la motito… lo que no te gustó fue lo que vino después. No querés coger. Estás pensando tanto en todo que no querés coger. Pero está bien, te entiendo… tranquilo, es una mala salida, ya te dije. Nada más. Pero no te vayas al carajo con esos argumentos raros… No podés decir que ese nene es un enano…
-¡¿Quién sospecharía de ellos?!
-¡Pará! Estoy tratando de hacerte entrar en razón… Decime, de última, que el chabón sale a robar con el hijo ahí porque es un inescrupuloso… si te asusta tanto la motito decime eso. No metas a un enano en la historia…
-¿Quién carajo saldría a robar con su hijo?
-En tu mundo los enanos se disfrazan de nenes…
-Es ridículo lo que decís, Lau… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-No sé. Qué sé yo. Pienso que no.
-Bueno, es lo que…
-Pero un padre capaz sí lo haría… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-Qué pregunta boluda…
-La pregunta la hiciste vos. Si te parece una pregunta boluda es porque sos un boludo. Punto.
Se miraron fijo y con algo parecido al odio. Pero más adentro.

-Mirá, Lau… Yo no quiero tener un hijo.
-¿Eh? Yo tampoco, Esteban… ¿Qué decís? Era un ejemplo, por lo de…
-No, sí… ya sé…
-Entonces, ¿qué?
-Que no tengo forros. Sabés que salgo sin forros. Sabés que vamos a garchar sin forros…
-Bancá… ¿es mentira que te asustó la moto?
-Sí… ¡NO! No es mentira. Me asustó y…
-¿Tenés miedo de que quede embarazada? Vos acabas afuera… sabemos que si cogemos sin forros vos acabas afuera…
-…sí, y que en el peor de los casos estamos protegidos porque total vos tomás pastillas, porque somos re precavidos y usamos forros y pastis y si a veces nos queremos dar un gustito no se acaba adentro… listo, ya lo sé, vivo en la misma relación que vos. No sé si todavía vivo en la relación con vos, pero vivo la misma que vos, eso seguro, no te creas que…
-¿Entonces?
-No sé… fue culpa de la moto de mierda. Necesito bajar, me asusté. Estaba siguiendo a la moto, escuchándola, viéndola pasar. Podía tener el control. Pero me di cuenta cuando vi que te estabas sacando la bombacha, que si nos poníamos a garchar no iba a poder controlar todo y me iba a desconcentrar y no iba a ver a la moto encarando hacia nosotros hasta que fuera demasiado tarde y tuviéramos el motor aturdiéndonos y a un tipo y a un enano delante nuestro con un arma y…
-¿Y por eso me avisás que no querés tener hijos? ¿Querías que lo supiera por las dudas de que nos mataran ese tipo y el hipotético enano y no tuvieras chance de decirlo?
-Dale, sabés que no es eso…
-No… ¿la verdad, la verdad? No tengo idea qué es.
-…pará, Lau…
-Y está todo bien si no lo querés compartir… pero basta de boludear.
-…viene para acá…
-Estamos criminalizando a los enanos y a los motoqueros sólo porque vos…
-Viene para acá, Lau.
-¿Eh?
-Mirá…
-¿Qué, nos ve?
-Viene para acá…
-Agarrá la mochi…
-Pará, tranqui… Si nos ven con miedo es peor…
-Tengo miedo, boludo… dale, vamos…
-Dijiste que era boludo tenerle miedo…
-Tengo miedo de que haya visto cómo te chupé la pija. Hace ratos que da vueltas. Capaz que vio todo, boludo… Puede ser un pervertido… ¿nos podemos ir?
-Estoy yendo… estoy yendo…
Se miraron fijo. Pero más adentro.

*

-¡Chicos! ¡Chicos!

Cuando escucharon la voz a sus espaldas empezaron a correr. No cruzaron ninguna señal cómplice. Se tomaron de las manos y se adentraron a gran velocidad en la espesa arboleda de ese enorme parque.
Pisaron piedras que los lastimaron, fueron acariciados por ramas, recordaron que ese parque había sido el primero en ser testigo de la poca resistencia que le imponían a sus impulsos cuando estaban excitados.
Corrieron con una sincronía perfecta: si en determinado momento uno hubiera elegido pasar por el costado de un árbol y el otro por el otro lado, sus manos, que eran ahora un nudo, hubieran chocado contra el tronco. Quizás contra ese tronco de la primera vez. Ese tronco que también tenía dibujado un corazón en su corteza.
Tomados de la mano pudieron compartir una conclusión: “ya hay un montón de cosas que dejamos de hacer… nunca más vamos a hacer corazones con nuestras iniciales… hace rato que no lo hacemos más. ¿Acaso eso significa que las cosas van peor? ¿Tanto lío porque ya no vamos a volver a revolcarnos en un lugar público?”.
No había respuestas en sus pasos, había incertidumbres. Incertidumbres como un motor propulsor que los hundió en lo que empezaba a ser una escenografía gastada.

-¡CHICOS!

*

Pero Esteban no se pudo aguantar y miró. Vio que el tipo de la moto se había bajado de la misma, que los miraba con una mano en la cabeza, que el chico estaba parado a su lado, aún con el casco puesto. Estaba vestido como un adulto y Esteban pensó “hoy se suele vestir así a los chicos, así que eso no significa nada”. Pero cuando volvía su vista al frente todo se puso en cámara lenta y vio que una de las pequeñas manos sacaba algo de la espalda. No terminó de ver, siguió corriendo, apretando los ojos, apretando los dientes, confundiendo las hojas secas que estallaban bajo sus pies con los latidos de su corazón. Cubrió a Laura con el cuerpo, en un acto instintivo, con una sensación muy certera en su interior: “la voz tiene razón, nunca voy a poder saber cómo son realmente las cosas… sin darme cuenta rompí la realidad… soy un robot… pero el de una película: el enano está dentro mío”.


*

…no se iban, la moto llegaba, el tipo efectivamente los quería robar. Ella se resistía, el arma del otro caía. Y la agarraba el del casco. Y disparaba y hería a Esteban. Le pegaba en el centro de las pelotas. Esteban caía. Se agarraba, gritaba. Ella se tiraba contra el atacante y lo reducía y le sacaba el arma y se lo apoyaba sobre el casco y Esteban gritaba “¡disparale! ¡disparale!”, mientras giraba sobre si mismo, entre aullidos de dolor. Y ella quería sacarle el casco y no se podía y quería matarlo, si era un enano quería matarlo, por ser la confirmación de que Esteban no se había equivocado, quería disparar, pero todavía podía ser un niño, todo podía haber sido un accidente, capaz no quiso disparar, o sí, pero porque estaba asustado, capaz no es cómplice… Y todo eso como un globo, porque ella era eso sobre su propia imagen, y empezaba a alejarse y su yo-ella seguía con el arma sobre el casco del niño-enano y de pronto ¡PUM!... el globo había explotado.

Laura despertó. Tenía el cuerpo caliente pero con una agradable sensación de liviandad, como si algo del globo hubiera sobrevivido en su interior. Aún en la semi-oscuridad de la habitación se giró sobre la almohada. Esteban dormía con un gesto de preocupación surcándole las facciones. Laura pensó: “¿estará soñando con el parque?”. Evaluó la posibilidad de despertarlo, pero luego percibió que una prominente erección se anunciaba bajo el boxer rojo. Prefirió dejarlo así.
“No te puedo sintonizar, pero no te preocupes. Estamos creciendo”, le dijo para sus adentros, mientras le colocaba una mano en el pecho, “es lógico que por un tiempo nos distanciemos, nos volvamos desconocidos… Pero quedate tranquilo, tuviste un ataque de paranoia y te asustó un nene, nada más”.
Acto seguido, retiró con suavidad la mano y, antes de volver a dormirse, se masturbó. Cuando estaba por acabar, en éxtasis, se preguntó si ese mito sobre el tamaño de la pija de los enanos sería real.


*







No hay comentarios.:

Publicar un comentario