NO METAS A UN ENANO EN LA HISTORIA
Esteban vio lo
que Laura estaba por hacer y algo se disparó en él. Como un escalofrío
cerebral. Su expresión pasó de ser casi estúpida a ser estúpida del todo. Abrió
y cerró los ojos varias veces, como si apantallara los humos que habían
simulado esa ilusión de realidad en la que tan sólo un segundo atrás su novia
le estaba chupando la pija en el parque.
-No, bancá Lau… -se tiró para arriba los pantalones al tiempo que se incorporaba y se
apresuró a abrocharse el cinturón, con manos sin temblores pero vergonzosas,
como muy inocentes, como muy de mentira, dedos flacos, traidores. No levantó la
vista, por toda esa vergüenza pesándole en el pecho.
Se sintió
calcinado por la mirada de Laura. Sintió que de ella salían rayos. Dos rayos de
colores chillones, ofendidos, salpicando una maduración atroz, una indignación
madre de todas las indignaciones, una resistencia, un mundo de afuera más
interno que el infinito universo interno.
-Sos un
pelotudo, Esteban –dijo Laura, escuchando su propia voz con una claridad que la
asustó. En un momento llegó a pensar que se había quedado sorda y su voz sonaba
tan alta porque sólo sonaba en su cabeza. Se sintió prisionera de su cabeza,
para siempre. Se sintió mediocre, medio irresponsable, muy culpable. Se sintió
todo eso, pero en un único segundo, ese segundo que prosiguió al segundo antes
mencionado, ese en el que estaban en el parque y la pija de su novio estaba en
su boca.
*
-Recién no te
estabas quejando…
-Bancá, Lau… me
agarró paranoia, ¿sí? Listo, una boludez, pero no me rompás las pelotas porque
lo vas a volver grave.
Esteban no
podía creer haber respondido así. Parecía que exageraba, que no estaba
“agarrando al toro por las astas”, como decía su abuela. No sólo no sonaba a
tipo duro… sonaba pretencioso, desubicado, cobarde, como si hubiera elegido el
peor momento para hablar algo de por sí malo.
“¿Lo elegiste
mal a propósito? ¿Al final, yo, la voz, soy más importante que tu humanidad?
¿escuchás? Estoy diciendo humanidad, algo en lo que tenés que creer… y vos
creés fuerte, me sacás siempre varios pasos de ventaja… pero después te alcanzo
y te inundo. Hola de nuevo, ché. Soy esa voz. Hablo por vos. Y cuestiono todo
lo que creaste. Y vos te limitás a aceptar o recordar que la magia creada tarde
o temprano se apaga y quebrás los códigos demasiado rápido y saltás del barco…
pero como tampoco sos un pesimista, tarde o temprano te sale volver a creer y
sabés que siempre conquistás más, pero ya no sabés cuál será la próxima
ambición porque vengo yo y todo se vuelve un insoportable, denso y horrendo
presente. Las aguas son infinitas, ya no hay porción de tierra. A veces ni
siquiera hay un plan. Sos un adicto: si vas a drogarte te tenés que drogar
mucho, hasta que pierde sentido porque el que lo pierde sos vos. Sí, sos eso.
Sos Voz. Yo”.
Esteban no pudo
evitar sentir un regusto conocido, como un vómito de resaca vieja que casi
sube. Una nausea-nostalgia.
El mundo de
Laura se desintegró del todo. Lo pensó así: “esto ya está… ya pasó. A partir de
ahora ya pasó. Va a ser una la salida, nada más. Esto lo vamos a recordar así:
una mala salida. Pero adentro no. Capaz que nos casamos y yo nunca voy a poder
explicar por qué se me rompió algo en la confianza interna cuando, después de
dos años, siete meses y doce días en los que siempre que se pudo coger en una
plaza, el pelotudo de mi novio y yo cogíamos, después de todos esos mini polvos
re insignificantes pero valiosos en su calidad de guiños internos, después de
todo eso, un día, en una plaza, después del ritual del oral procedí a sacarme
la bombacha por abajo de la pollera para la que entendí como la consabida
cogida y, de pronto, el susodicho pelotudo se puso quebradizo, por afuera de
todo, nos dijo tontos con un desdén infantil, nos juzgó, abandonó el juego… Lo
abandonó. Esto ya pasó. Al final uno lo hizo… Uno abandonó y no fui yo”.
Laura se
centró, absorbida por lo que creía estar entendiendo, en la mirada de Esteban.
Esa mirada cansada que ni podía levantarse del piso y ahí se quedaba agarrada,
porque ya no iba a despegar más. Se dio cuenta de que Esteban también estaba
viviendo su propia epifanía. Se iban. Entendió el dolor a carne viva, pero no
pudo conmoverse lo suficiente como para no sentir curiosidad por saber qué se
siente fracasar. Supo que él fracasaría. O que había empezado a fracasar. Ya le
tocaría a ella, pero no ahora. Ahora todo iba a parecer igual. Igual, igual.
Con una pequeña diferencia. Ya no más cogidas en el parque. Ni siquiera habría
petes en el parque. Iban a tener que tener ganas de verdad de ir al parque. Iban
a atener que buscar una excusa. Capaz que era el momento de comprarse un perro.
Buscó a ese perro en la mirada de Esteban.
Algo que en su
cabeza sonó muy poco meditativo y poco moderno. Fue un “ya fue”.
Le deseó
suerte, sin nada de malas intenciones.
Después
empezaron los gritos. Esos bajitos, esos de artillería pesada, de “estás en mi
poder, si puedo lastimar a una persona en el mundo ese sos vos”.
*
Se escuchó así:
-Vi al boludo
ese de la motito y me asusté…
-Viene con un
nene… Y mirá si será prudente que al nene lo sentó adelante y le puso un casco…
no sé si se ve responsabilidad así últimamente…
-Ese es el
tema, Lau… el casco, porque…
-Soltame, dale…
-Está bien.
Pero escuchame, ¿sí?
-…
-¿Qué?
-No dije nada.
-¿Me podés
escuchar?
-Dalé, hablá,
descargate…
-Si lo tomás
así no sirve y…
-El casco del
nene te pareció particular, porque…
-…
-Dale…
-No me pareció
particular… No sé… Parece un nene… pero mirá si es un enano…
-¿Eh?
-¿Qué?
-¿Te escuchás
lo que estás diciendo?
-¿Me dejás seguir?
-No sé, ¿te
conviene que te deje hablar o mejor dejamos esto así… como una… mala salida?
Se miraron fijo
y con algo parecido al amor. Pero más profundo.
- Te estoy
diciendo que me asusté. A vos te parece una boludez, pero mira si ese chabón ya
nos fichó y nos viene a robar… mirá si el nenito es un enano… mirá si vienen
los dos armados y nosotros así… como…
-¿En serio? A
ver…
-Lau…
-No, pará… ya
hablaste suficiente. No sé si quiero escuchar lo que tenés para decir más allá
de lo que dijiste. Está todo mal lo que dijiste… ¿Qué te pasa? ¿Cómo nos va a
ver el flaco de la motito? Acá donde estamos no nos ve nadie… ¿Qué te pensás?
¿Qué te voy a chupar la pija donde nos puedan ver todos? Además, te repito:
mientras te estaba chupando ni te jodió el flaco de la motito… lo que no te
gustó fue lo que vino después. No querés coger. Estás pensando tanto en todo
que no querés coger. Pero está bien, te entiendo… tranquilo, es una mala
salida, ya te dije. Nada más. Pero no te vayas al carajo con esos argumentos
raros… No podés decir que ese nene es un enano…
-¡¿Quién
sospecharía de ellos?!
-¡Pará! Estoy
tratando de hacerte entrar en razón… Decime, de última, que el chabón sale a
robar con el hijo ahí porque es un inescrupuloso… si te asusta tanto la motito
decime eso. No metas a un enano en la historia…
-¿Quién carajo
saldría a robar con su hijo?
-En tu mundo
los enanos se disfrazan de nenes…
-Es ridículo lo
que decís, Lau… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-No sé. Qué sé
yo. Pienso que no.
-Bueno, es lo
que…
-Pero un padre
capaz sí lo haría… ¿Vos saldrías a robar con tu hijo?
-Qué pregunta
boluda…
-La pregunta la
hiciste vos. Si te parece una pregunta boluda es porque sos un boludo. Punto.
Se miraron fijo
y con algo parecido al odio. Pero más adentro.
-Mirá, Lau… Yo
no quiero tener un hijo.
-¿Eh? Yo
tampoco, Esteban… ¿Qué decís? Era un ejemplo, por lo de…
-No, sí… ya sé…
-Entonces, ¿qué?
-Que no tengo
forros. Sabés que salgo sin forros. Sabés que vamos a garchar sin forros…
-Bancá… ¿es
mentira que te asustó la moto?
-Sí… ¡NO! No es
mentira. Me asustó y…
-¿Tenés miedo
de que quede embarazada? Vos acabas afuera… sabemos que si cogemos sin forros
vos acabas afuera…
-…sí, y que en
el peor de los casos estamos protegidos porque total vos tomás pastillas,
porque somos re precavidos y usamos forros y pastis y si a veces nos queremos
dar un gustito no se acaba adentro… listo, ya lo sé, vivo en la misma relación
que vos. No sé si todavía vivo en la relación con vos, pero vivo la misma que
vos, eso seguro, no te creas que…
-¿Entonces?
-No sé… fue
culpa de la moto de mierda. Necesito bajar, me asusté. Estaba siguiendo a la
moto, escuchándola, viéndola pasar. Podía tener el control. Pero me di cuenta
cuando vi que te estabas sacando la bombacha, que si nos poníamos a garchar no
iba a poder controlar todo y me iba a desconcentrar y no iba a ver a la moto
encarando hacia nosotros hasta que fuera demasiado tarde y tuviéramos el motor
aturdiéndonos y a un tipo y a un enano delante nuestro con un arma y…
-¿Y por eso me
avisás que no querés tener hijos? ¿Querías que lo supiera por las dudas de que
nos mataran ese tipo y el hipotético enano y no tuvieras chance de decirlo?
-Dale, sabés
que no es eso…
-No… ¿la
verdad, la verdad? No tengo idea qué es.
-…pará, Lau…
-Y está todo
bien si no lo querés compartir… pero basta de boludear.
-…viene para
acá…
-Estamos
criminalizando a los enanos y a los motoqueros sólo porque vos…
-Viene para
acá, Lau.
-¿Eh?
-Mirá…
-¿Qué, nos ve?
-Viene para acá…
-Agarrá la
mochi…
-Pará, tranqui…
Si nos ven con miedo es peor…
-Tengo miedo,
boludo… dale, vamos…
-Dijiste que
era boludo tenerle miedo…
-Tengo miedo de
que haya visto cómo te chupé la pija. Hace ratos que da vueltas. Capaz que vio
todo, boludo… Puede ser un pervertido… ¿nos podemos ir?
-Estoy yendo…
estoy yendo…
Se miraron
fijo. Pero más adentro.
*
-¡Chicos!
¡Chicos!
Cuando
escucharon la voz a sus espaldas empezaron a correr. No cruzaron ninguna señal
cómplice. Se tomaron de las manos y se adentraron a gran velocidad en la espesa
arboleda de ese enorme parque.
Pisaron piedras
que los lastimaron, fueron acariciados por ramas, recordaron que ese parque
había sido el primero en ser testigo de la poca resistencia que le imponían a
sus impulsos cuando estaban excitados.
Corrieron con
una sincronía perfecta: si en determinado momento uno hubiera elegido pasar por
el costado de un árbol y el otro por el otro lado, sus manos, que eran ahora un
nudo, hubieran chocado contra el tronco. Quizás contra ese tronco de la primera
vez. Ese tronco que también tenía dibujado un corazón en su corteza.
Tomados de la
mano pudieron compartir una conclusión: “ya hay un montón de cosas que dejamos
de hacer… nunca más vamos a hacer corazones con nuestras iniciales… hace rato
que no lo hacemos más. ¿Acaso eso significa que las cosas van peor? ¿Tanto lío
porque ya no vamos a volver a revolcarnos en un lugar público?”.
No había
respuestas en sus pasos, había incertidumbres. Incertidumbres como un motor
propulsor que los hundió en lo que empezaba a ser una escenografía gastada.
-¡CHICOS!
*
Pero Esteban no se
pudo aguantar y miró. Vio que el tipo de la moto se había bajado de la misma,
que los miraba con una mano en la cabeza, que el chico estaba parado a su lado,
aún con el casco puesto. Estaba vestido como un adulto y Esteban pensó “hoy se
suele vestir así a los chicos, así que eso no significa nada”. Pero cuando
volvía su vista al frente todo se puso en cámara lenta y vio que una de las
pequeñas manos sacaba algo de la espalda. No terminó de ver, siguió corriendo,
apretando los ojos, apretando los dientes, confundiendo las hojas secas que
estallaban bajo sus pies con los latidos de su corazón. Cubrió a Laura con el cuerpo, en un acto instintivo, con una sensación muy certera en su interior:
“la voz tiene razón, nunca voy a poder saber cómo son realmente las cosas… sin darme
cuenta rompí la realidad… soy un robot… pero el de una película: el enano está
dentro mío”.
*
…no se iban, la
moto llegaba, el tipo efectivamente los quería robar. Ella se resistía, el arma
del otro caía. Y la agarraba el del casco. Y disparaba y hería a Esteban. Le
pegaba en el centro de las pelotas. Esteban caía. Se agarraba, gritaba. Ella se
tiraba contra el atacante y lo reducía y le sacaba el arma y se lo apoyaba
sobre el casco y Esteban gritaba “¡disparale! ¡disparale!”, mientras giraba
sobre si mismo, entre aullidos de dolor. Y ella quería sacarle el casco y no se
podía y quería matarlo, si era un enano quería matarlo, por ser la confirmación
de que Esteban no se había equivocado, quería disparar, pero todavía podía ser
un niño, todo podía haber sido un accidente, capaz no quiso disparar, o sí,
pero porque estaba asustado, capaz no es cómplice… Y todo eso como un globo,
porque ella era eso sobre su propia imagen, y empezaba a alejarse y su yo-ella
seguía con el arma sobre el casco del niño-enano y de pronto ¡PUM!... el globo
había explotado.
Laura despertó.
Tenía el cuerpo caliente pero con una agradable sensación de liviandad, como si
algo del globo hubiera sobrevivido en su interior. Aún en la semi-oscuridad de
la habitación se giró sobre la almohada. Esteban dormía con un gesto de
preocupación surcándole las facciones. Laura pensó: “¿estará soñando con el
parque?”. Evaluó la posibilidad de despertarlo, pero luego percibió que una
prominente erección se anunciaba bajo el boxer rojo. Prefirió dejarlo así.
“No te puedo
sintonizar, pero no te preocupes. Estamos creciendo”, le dijo para sus
adentros, mientras le colocaba una mano en el pecho, “es lógico que por un
tiempo nos distanciemos, nos volvamos desconocidos… Pero quedate tranquilo,
tuviste un ataque de paranoia y te asustó un nene, nada más”.
Acto seguido,
retiró con suavidad la mano y, antes de volver a dormirse, se masturbó. Cuando
estaba por acabar, en éxtasis, se preguntó si ese mito sobre el tamaño de la pija de los
enanos sería real.
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