OJALÁ QUE ESTE VERANO NO NOS MATEN
Sentirme punk,
lo que más quiero es sentirme punk.
La ola que quería ser chau, Ojalá que este verano no nos maten ( feat Leo García)
Quiero la vida eterna de los buenos, la muerte eterna de los malos.
Pablo Ramos, En cinco minutos
levántate María.
*
Se termina, por fin.
La realidad es que se hizo largo.
Al menos para mí se hizo largo. Yo salí de vacaciones la segunda semana de
Enero. No la segunda quincena, la segunda semana. Para cuando el año recién
cumplía sus diez días de vida yo me encontraba despertando temprano, con el sol
ya colándose en la habitación, sin ninguna obligación en mi rutina, con el
ventilador imperturbable, siguiendo de punta a punta con el cansino soplar.
Miraba el techo, un poco transpirado, un poco con muchas energías. Ansioso.
Optimista a pesar de todo. Sin ir más lejos, mi mantra consuelo fue pensar en
la gente que se toma las vacaciones en diciembre. “Esas no serían vacaciones”,
me dije más de una vez mientras empezaba a memorizar manchas de humedad. Uniendo algunos puntos logré ver la cara de Bill Murray. Repetí en mi cabeza secuencias de una película en la que él se repite una y otra vez. Así
que se me hizo largo, pero tampoco me quejo.
*
Soy consciente, además, de que se
“hizo largo” porque salir de vacaciones fue, en realidad, salir, a secas. Dejé el trabajo, en busca de tiempo. No mucho más
plan: tiempo para poder pensar en cómo utilizar mejor mi tiempo, entendiendo
por mejor el capricho de sentirme
bien haciendo lo que hiciera. Confío en mis ideas. No sé cómo se forman las
ideas, pero sé que aparecen, que se pueden cazar. Aprendí a detectar el gusto de las ideas que se
acercan. Aprendí a disfrutar del humo que dejan al huir. Las ideas. Me gusta
tener ideas. Confío en que, como todo hobbie, éste, el de tener ideas, puede
volverse algo más profundo si se le dedica tiempo. Así que: tiempo para pensar.
Y que pensando pase algo. Tiene que ver con la posibilidad de hacer
que lo que pensás cambie la realidad. ¿O pensabas que literalmente bastaba con
pensarlo? Hay que pensarlo y hacerlo, ahí reside el gran espectro metafísico.
Podés cambiar la realidad con la mente, claro, estamos de acuerdo. Pero procurá,
después, llevar a la práctica. Llevar a la práctica es más fácil que pensarlo,
pero pensar también es adictivo. Y entonces otra idea. Y a las ideas que no se
concretan se las devoran los de afuera. Se hizo largo porque no fue salir: fue
algo parecido a entrar.
*
"¿A qué me voy a dedicar?". Eso fue
todo Enero. Así termina Febrero. Siento que cada vez lo pienso menos, pero en
realidad está sucediendo que antes lo pensaba todo el día sin poder
enfocarme. Ahora me enfoco más rápido. Capturo una idea y la disecciono. Están
mutando mis mañas de cazador, recién ahora lo puedo ver. “¿A qué me voy a
dedicar?”, tiene ecos que no sé por cuánto me van a acompañar. Es una pregunta
sólida. Es un desafío. Vuelvo a cerrar los ojos cuando me canso de mirar el
techo. Pido. Pretendo algo. Sé que por delante tengo ese día que
se disfrazó de vacaciones pero no es otra cosa que un “bienvenido al resto de tu
vida”.
*
¿Cómo no estar un poco
confundido?
*
Estoy escribiendo menos. Hay menos
excusas. Hay menos mentiras. En un momento me invadía la urgencia. Creo que esa
urgencia me enseñó cosas. Y para poder adentrarme en esas enseñanzas, en búsqueda
de otras enseñanzas, necesito, acá vamos de nuevo: tiempo. Ahora, de a poco,
empecé a no correr con las historias. Son historias que no salen por reacción. Son
historias-acción. Tomo mucho aire antes de ponerme a escribir. Tengo tanto
tiempo para pensar que siento culpa. Escribir es mi pasión. Obvio que hacer lo
que me hace feliz me da un poco de culpa ahora que no tengo otra cosa para
hacer. Cuando escribo siento gratitud. Escribo menos, pero dejo que el blanco
de la hoja me ilumine. Ya no soy violento. Soy más certero cuando pego, busco
la fuerza. Es violencia, está bien, pero en otro nivel. No se me
ocurre otra cosa para decir sobre la juventud y lo que viene después.
*
Estoy seguro que voy a escribir más.
Más de lo que escribía cuando escribía más. Son las ideas, ahora más claras dentro
de tanta incertidumbre.
*
Mi mejor amigo está de
vacaciones. Me gusta que se haya ido justo cuando yo me despido de la idea de las vacaciones. Va a traer la historia de sus vacaciones y me voy a
sorprender. Y me gusta encontrar esos pretextos para disfrutar de lo que
acontece. Me parece algo genuino. Quiero dejar de entenderme como alguien que
busca equilibrarse. Quiero percibir el equilibrio y vivenciarlo, sin estar
siendo culpable del boicot. Esto me hace bien y esto me hace mal. Algo simple. Tan
simple que a veces me parece hasta tonto hablarlo con mi mejor amigo. Me
pregunto qué piensa él del equilibrio. Yo pasé casi diez años en un mismo
trabajo, en ese tiempo él cambió de trabajo unas cinco o seis veces. Quiero preguntarle
cosas. Siempre sentí que mi mejor amigo sabe qué
cosas le hacen bien, lo sabe con cierta paz. Admirarlo me gusta, por ejemplo.
Desplegué una idea al respecto: las personas que admiro me inspiran. Es un
valor subjetivo, es mío y lo respeto. Son mis modos de ser "contemporáneo".
*
El año empezó, en mis coordenadas
específicas, con un gobierno nuevo que se anunciaba como fascista y que así se
desenvuelve para poca sorpresa de los que nos pronunciamos en su contra, un año
con la típica especulación económica de todos los años para estas fechas en este
país, con alerta rojo y noticias de ayer sobre cómo no deshidratarse con las
oleadas de calor sofocante. Un año en el que se estrenó una temporada nueva de
mi serie favorita, una que llevaba una década fuera del aire, un año con un
viaje que con mi novia hicimos a Tandil, donde ambos nos volvimos fans de Pablo
Ramos. Un principio de año con la escasez de porro que acompaña al verano
cuando no tenés planta propia. Un génesis similar, pero tangencialmente
opuesto: despidos por doquier, muchas movilizaciones, grupos neonazis
resurgiendo, el caos de la capital reducido en escala automotriz pero aún así
latente, meditaciones globales para resultados personales. Tengo la sensación
de que siempre voy a recordar éste año. Por una parte porque de jóvenes, nosotros, mi generación, ya
planteábamos distopías donde imaginábamos al actual presidente ocupando el
puesto que hoy ocupa. Un año donde descubro, temprano, que imaginar lo peor nos
hizo ver inteligentes y audaces pero no sirvió para evitar lo que imaginamos
inevitable. Un año donde también descubro que es difícil que algunos personajes
puedan adaptarse a los tiempos modernos, siendo la “modernidad” el instante de
consumo actual. “Quiero dejar de ser un personaje”, me digo, convencido, antes
de meterme a la cama o cuando salgo. Ya no quiero más días de la marmota para mí.
*
¿Cuál es tu lugar en todo esto? ¿por
qué?
*
Tengo un único modo de medir las “vacaciones”
(ya no son “mis” vacaciones) y es evaluando a las vacaciones propiamente
dichas. Hoy, 27 de Febrero, siento que las vacaciones están llegando a su fin.
Por fin. Para mí fue muy largo. Y no fueron necesariamente vacaciones, pero ya
dije que no me quejo: las manchas de humedad sí eran un mensaje. Y
tengo ideas. Y el mundo (ya empieza a ser “mi” mundo) empieza a cambiar. Y,
como todo buen comienzo, arranca con un epílogo. O eso es lo que espero: un
buen comienzo. Nada más. En tiempo presente. Ahora. Ahora que el futuro imaginado se hace
carne, ahora que se hace carne el presente, ahora que el pasado es eso: pasado.
Ahora que estoy enojado con lo que me rodea, ahora que extraño mucho a mi
mejor amigo, ahora que mi novia me dice que “tranquilo, yo confío en vos como
vos confías en las ideas”. De tanto que se me llenan los ojos de lágrimas
empiezo a ver con un prisma multiplicado: veo hoy, veo siempre.
*
Ahora las vacaciones están por
convertirse en eso que va a venir. ¿Voy a tener “vacaciones” el año entrante? ¿Qué
voy a haber escrito cuando llegue ese momento? ¿A qué me voy a estar dedicando? Mientras tanto, la necesidad imperiosa, por fin, de estar vivo, de cero.
*
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