lunes, 7 de marzo de 2016

acción


COSAS QUE NADIE ME PREGUNTÓ SOBRE ALGO QUE YA DEJÓ DE SER NOVEDOSO




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Este año no tenía ninguna favorita. El año pasado hinchaba fuerte por “Birdman”. Este año estaba subido a la calesita de hinchar por Di Caprio, de puro influenciable.

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Puedo decir que “El Renacido” tiene una fotografía hermosa y una para nada despreciable interpretación del blondo, que avanza dentro de un universo cargado de tragedia, violencia y capricho natural. Por eso que te lo fumás o no. No sé en qué punto dejás de ser objetivo: acompañas a Hugh Glass o no lo hacés. No tiene que ver con la verosimilitud o el sentirse representado. Soportas o no soportas, sencillo.

Por mi lado: todo bien con Iñárritu, puedo llegar a decir que lo amo en alguna noche de borrachera, pero no puedo salir a decir que “El Renacido” es una zarpada peli. Y está bien. Yo me conformo con que Alejandro siga haciendo lo que le gusta, porque cuando hace lo que gusta, entre una cosa y otra, termina tirando unas magias que ahí sí aplaudo de pie.

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Creo que “El Renacido” no hubiera sido más que un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño de un Di Caprio soñado por Iñárritu si no hubiera existido “Birdman”.

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 “Mad Max” fue otra de las grandes premiadas, lo que no me sorprendió: es una montaña rusa bien equilibrada que sabe cómo contar un universo con pocos (o muchos) detalles y que revalida la idea de un cine que parecía extinto en lo que a industria refiere. Trama, subtrama, personajes, colores, música, actuaciones… todo es contundente, todo está definido con una claridad asombrosa, desplegando un imaginario sólido. Foto pos-apocalíptica y mensaje de lucha. Y Tom Hardy, sin poder hablar. Y Charlize Theron, sin un brazo. Todo épico. Sin embargo no puedo dejar de hacer una aclaración: está bien que a la Academia la peli le suene revolucionaria, pero esa revolución, esa “frescura” que tanto se le festeja, es tal, pero tampoco es, a mi entender, una nueva iluminaria. Es lo que es, pero también es lo que su existencia significa dentro de los premios Oscars. Una distopía actual perfecta pero un poco sobrevalorada.

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“La habitación” tiene una buena trama, una consecuente puesta en escena, y actuaciones brutales. “Star Wars VII” está bien que no haya ganado nada, con lo que no estoy diciendo que no me haya gustado a pesar de que es lo que pasó. “Creed” tiene el carisma de un clásico y sobre “Puente de espías” prefiero no hablar. “Los ocho más buscados” no me cautivó y la tuve que ver en dos partes. Yo también me lo reprocho. No hay una que sea “mí” favorita, una por la que diga “ésta es la mejor, lejos”, como me había pasado el año pasado. Pasa, como siempre, que no soy un consumidor tan responsable para hablar de lo que hablo y si no es por medio de un fanatismo nacido de un enamoramiento fuerte, no puedo jugarla de crítico experto.

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 “La Gran Apuesta” la vimos con mi novia justo el día de la entrega de premios. Me perdí un poco con la temática, pero me sentí algo reconfortado cuando entendí que no entender era un poco el juego de la peli, que se encarga, con esmero, de mostrarte que nadie entiende muy bien cómo suceden ciertas cosas. Es una peli cínica cuyo mensaje pareciera ser que de una crisis económica mundial a gran escala nos puede separar un minuto u ocho años. Todo depende de las especulaciones y de las decisiones de ejes de gran poder que no siempre saben qué hacen pero no pierden de vista que perder no es una opción. Somos así de vulnerables, no podemos salvar al mundo del caos porque el caos ya está instaurado. Incluso dos de los personajes, decepcionados, acceden al núcleo mismo donde se venden y compran acciones minuto a minuto y uno de ellos declara “pensé que iba a encontrarme con otra cosa… pensé que iba a encontrarme con adultos”. Las actuaciones son buenas, aunque, siendo una peli casi coral, ninguno de los involucrados puede lucirse sobremanera. Yo me quedé manija de Steve Carrell y de Christian Bale. Siempre quedo manija de Bale. La historia tiene una estructura recontra clara, con una segmentación más que visible, pero no logra crear una empatía fuerte, o, de nuevo, es lo que busca o, de nuevo, será que son temáticas para las que no soy el espectador óptimo.

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“Spotlight” (no puedo decirle “En primera plana”, perdón) la vimos después de que se elevara con la estatuilla a mejor película. Volver a ver a Keaton después de su papel en “Birdman”  me emocionó. Le di puntos extras a la peli por Keaton, no puedo no admitirlo. Ruffalo medio que sobreactúa y todo lo demás es muy lo que acabo de expresar sobre “La Gran Apuesta”: todo bien, un poco largo, adulto, concienzudo, equilibrado, sin sobresaltos, sin jugársela posta, más cercano a lo clásico pero desde una mirada y un modo de contar moderno, de tiempo y espacio más relajados. Ambas pelis duran poco más de 2 horas. En ambas es importante el clima, la atmósfera. La temperatura de la luz refleja con sutiliza los ánimos. Brota algo de esas pelis: el ritmo actual de narrar, la soltura y la solemnidad dándose la mano ahora que todo está girando. Creo que por vida se generan ciertos giros. Yo vivencié la locura que significó el estreno de “Titanic”, por ejemplo. O el incidente “Matrix”. Soy consciente de que el cine cambia, se adapta, busca formas y contenidos que, a su vez, lo contienen y lo siguen deformando.

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Siempre sentí que uno de los grandes valores de “Birdman” era el chiste, que como chiste dejaba al descubierto la parte más miserable del personaje pero a su vez la parte más sublime. El chiste de “Birdman” está ligado a la épica interna con una fuerza increíble. Este año ganan pelis con más aire, más grupo, pero que también recortan. Son pelis como el “ahora”: el mundo se expande mientras lo intentamos entender de modo coherente. O eso pasa siempre. “Birdman” tras “Birdman”, “Spotlight” tras Spotlight.

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Hace poco pasé por la casa de un amigo y mencionó que gran parte de la nueva estructura narrativa tiene que ver con el fervor que tuvieron últimamente las series. Estoy de acuerdo: ahora hay cierto espectador que ya no es tan ansioso, que disfruta la anécdota, que quiere una trama un poco intrincada y si puede ser con muchos personajes, mucho mejor. Es un fenómeno (hablando como el consumidor que advertí que soy) que me gusta. Me gusta, sobretodo, porque creo que esto es un próximo punto de giro, algo nuevo, inquieto.

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Como alguien involucrado en el mundo del cine me resulta más que interesante su desarrollo. No me gusta detenerme en el debate sobre el comercio y cómo las reglas del miso regulan una franquicia. Romántico que soy, entiendo que hay cosas que se están buscando de un modo genuino siempre, y si bien pueden existir regulaciones y paradigmas a romper, siempre hay algo que prevalece, y sí, está encerrado y se manifiesta en códigos, pero no deja de hablar de seres humanos.

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Así aconteció mi año-oscar post “Birdman”, mi año sin “Birdman”, el año donde quizás encuentre a mi nueva “Birdman”. Porque puede pasar y confío en eso, porque el mundo está en “acción”, porque estos sólo son razonamientos sobre cosas de las que nadie me preguntó y que ya dejaron, hace rato (¡una semana!), de ser actuales.

Veamos qué viene.  

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