COSAS QUE NADIE ME PREGUNTÓ SOBRE ALGO QUE YA DEJÓ DE
SER NOVEDOSO
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Este año no tenía ninguna favorita.
El año pasado hinchaba fuerte por “Birdman”. Este año estaba subido a la
calesita de hinchar por Di Caprio, de puro influenciable.
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Puedo decir que “El Renacido” tiene
una fotografía hermosa y una para nada despreciable interpretación del blondo, que
avanza dentro de un universo cargado de tragedia, violencia y capricho natural.
Por eso que te lo fumás o no. No sé en qué punto dejás de ser objetivo:
acompañas a Hugh Glass o no lo hacés. No tiene que ver con la verosimilitud o
el sentirse representado. Soportas o no soportas, sencillo.
Por mi lado: todo bien con Iñárritu,
puedo llegar a decir que lo amo en alguna noche de borrachera, pero no puedo
salir a decir que “El Renacido” es una zarpada peli. Y está bien. Yo me
conformo con que Alejandro siga haciendo lo que le gusta, porque cuando hace lo
que gusta, entre una cosa y otra, termina tirando unas magias que ahí sí
aplaudo de pie.
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Creo que “El Renacido” no hubiera
sido más que un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño de un Di Caprio
soñado por Iñárritu si no hubiera existido “Birdman”.
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“Mad Max” fue otra de las grandes premiadas, lo
que no me sorprendió: es una montaña rusa bien equilibrada que sabe cómo contar
un universo con pocos (o muchos) detalles y que revalida la idea de un cine que
parecía extinto en lo que a industria refiere. Trama, subtrama, personajes,
colores, música, actuaciones… todo es contundente, todo está definido con una
claridad asombrosa, desplegando un imaginario sólido. Foto pos-apocalíptica y
mensaje de lucha. Y Tom Hardy, sin poder hablar. Y Charlize Theron, sin un
brazo. Todo épico. Sin embargo no puedo dejar de hacer una aclaración: está
bien que a la Academia la peli le suene revolucionaria, pero esa revolución,
esa “frescura” que tanto se le festeja, es tal, pero tampoco es, a mi entender,
una nueva iluminaria. Es lo que es, pero también es lo que su existencia
significa dentro de los premios Oscars. Una distopía actual perfecta pero un
poco sobrevalorada.
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“La habitación” tiene una buena trama,
una consecuente puesta en escena, y actuaciones brutales. “Star Wars VII” está
bien que no haya ganado nada, con lo que no estoy diciendo que no me haya
gustado a pesar de que es lo que pasó. “Creed” tiene el carisma de un clásico y
sobre “Puente de espías” prefiero no hablar. “Los ocho más buscados” no me
cautivó y la tuve que ver en dos partes. Yo también me lo reprocho. No hay una
que sea “mí” favorita, una por la que diga “ésta es la mejor, lejos”, como me
había pasado el año pasado. Pasa, como siempre, que no soy un consumidor tan responsable
para hablar de lo que hablo y si no es por medio de un fanatismo nacido de un
enamoramiento fuerte, no puedo jugarla de crítico experto.
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“La Gran Apuesta” la vimos con mi novia justo
el día de la entrega de premios. Me perdí un poco con la temática, pero me
sentí algo reconfortado cuando entendí que no entender era un poco el juego de
la peli, que se encarga, con esmero, de mostrarte que nadie entiende muy bien
cómo suceden ciertas cosas. Es una peli cínica cuyo mensaje pareciera ser que
de una crisis económica mundial a gran escala nos puede separar un minuto u
ocho años. Todo depende de las especulaciones y de las decisiones de ejes de
gran poder que no siempre saben qué hacen pero no pierden de vista que perder
no es una opción. Somos así de vulnerables, no podemos salvar al mundo del caos
porque el caos ya está instaurado. Incluso dos de los personajes,
decepcionados, acceden al núcleo mismo donde se venden y compran acciones
minuto a minuto y uno de ellos declara “pensé que iba a encontrarme con otra
cosa… pensé que iba a encontrarme con adultos”. Las actuaciones son buenas,
aunque, siendo una peli casi coral, ninguno de los involucrados puede lucirse
sobremanera. Yo me quedé manija de Steve Carrell y de Christian Bale. Siempre
quedo manija de Bale. La historia tiene una estructura recontra clara, con una
segmentación más que visible, pero no logra crear una empatía fuerte, o, de
nuevo, es lo que busca o, de nuevo, será que son temáticas para las que no soy
el espectador óptimo.
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“Spotlight” (no puedo decirle “En primera
plana”, perdón) la vimos después de que se elevara con la estatuilla a mejor película.
Volver a ver a Keaton después de su papel en “Birdman” me emocionó. Le di puntos extras a la peli
por Keaton, no puedo no admitirlo. Ruffalo medio que sobreactúa y todo lo demás
es muy lo que acabo de expresar sobre “La Gran Apuesta”: todo bien, un poco
largo, adulto, concienzudo, equilibrado, sin sobresaltos, sin jugársela posta, más
cercano a lo clásico pero desde una mirada y un modo de contar moderno, de
tiempo y espacio más relajados. Ambas pelis duran poco más de 2 horas. En ambas
es importante el clima, la atmósfera. La temperatura de la luz refleja con
sutiliza los ánimos. Brota algo de esas pelis: el ritmo actual de narrar, la
soltura y la solemnidad dándose la mano ahora que todo está girando. Creo que
por vida se generan ciertos giros. Yo vivencié la locura que significó el
estreno de “Titanic”, por ejemplo. O el incidente “Matrix”. Soy consciente de
que el cine cambia, se adapta, busca formas y contenidos que, a su vez, lo
contienen y lo siguen deformando.
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Siempre sentí que uno de los grandes
valores de “Birdman” era el chiste, que como chiste dejaba al descubierto la
parte más miserable del personaje pero a su vez la parte más sublime. El chiste
de “Birdman” está ligado a la épica interna con una fuerza increíble. Este año
ganan pelis con más aire, más grupo, pero que también recortan. Son pelis como
el “ahora”: el mundo se expande mientras lo intentamos entender de modo
coherente. O eso pasa siempre. “Birdman” tras “Birdman”, “Spotlight” tras
Spotlight.
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Hace poco pasé por la casa de un
amigo y mencionó que gran parte de la nueva estructura narrativa tiene que ver
con el fervor que tuvieron últimamente las series. Estoy de acuerdo: ahora hay
cierto espectador que ya no es tan ansioso, que disfruta la anécdota, que
quiere una trama un poco intrincada y si puede ser con muchos personajes, mucho
mejor. Es un fenómeno (hablando como el consumidor que advertí que soy) que me
gusta. Me gusta, sobretodo, porque creo que esto es un próximo punto de giro,
algo nuevo, inquieto.
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Como alguien involucrado en el mundo
del cine me resulta más que interesante su desarrollo. No me gusta detenerme en
el debate sobre el comercio y cómo las reglas del miso regulan una franquicia.
Romántico que soy, entiendo que hay cosas que se están buscando de un modo
genuino siempre, y si bien pueden existir regulaciones y paradigmas a romper, siempre
hay algo que prevalece, y sí, está encerrado y se manifiesta en códigos, pero
no deja de hablar de seres humanos.
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Así aconteció mi año-oscar post “Birdman”,
mi año sin “Birdman”, el año donde quizás encuentre a mi nueva “Birdman”.
Porque puede pasar y confío en eso, porque el mundo está en “acción”, porque
estos sólo son razonamientos sobre cosas de las que nadie me preguntó y que ya
dejaron, hace rato (¡una semana!), de ser actuales.
Veamos qué viene.
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