sábado, 26 de noviembre de 2016

de cuando te la aplican

BIOLOGÍA APLICADA



-A ver… es simple… mirá, cerrá el puño… miralo así, de costado, hacé de cuenta que ese es el ano del gatito, ¿me seguís?
Lo observé. Los lentes se le habían bajado un poco por el puente de la nariz y sus ojos me escrutaban sin ningún cristal poniendo filtro entre él y yo.
Suspiré y volví a mirar el ano ficticio que había formado con mi mano. Me resigné. Volvía a encontrarme en una situación ridícula. Y redoblaba mis apuestas, a ciegas, sin quererlo pero sin pausa.  Había generado un portal de mierda frente a mi cara… todo porque un veterinario pervertido había decidido empezar así su respuesta a mi inocente pregunta de cómo identificar el sexo de los gatitos que había tenido la gata que mi novia había levantado de la calle hacía una eternidad de diez días en el pasado.
Asentí. 
Él no pareció muy convencido pero, luego de echarme una mirada fugaz, como desestimándome, como si el raro fuera yo, volvió a su ano. Se acomodó los lentes y siguió.
-Bien. Al ano lo mirás bien de cerca, para hacer foco… es como cuando buscás pulgas… cuando hacés bien el foco sobre los pelos empezás a encontrar un montón de pulgas que antes no… acá igual. Hacé foco… no sé cómo explicártelo mejor… -volvió a mirarme inclinando la cabeza, creando nuevamente una rampa para sus lentes que, por lo visto, estaban teniendo la mañana más divertida de su existencia, subiendo y bajando, subiendo y bajando-. Es muy importante lo del foco. Porque si no hacés foco no te vas a dar cuenta jamás del sexo del gato…
Asentí, poniendo especial esmero en parecer involucrado con la causa de hacer foco.
-Puedo usar una lupa –propuse con un entusiasmo nato e idiota que tengo de siempre ser un buen alumno en las ridiculeces de la vida.
-No, no, no, no… -movió la cabeza con una violencia que me pareció sobreactuada. Estuve a punto de desarmar mi ano e irme. Pero él seguía con el suyo firme y casi me pareció un desafío quedarme en el lugar, con los dos kilos de comida y la bolsa de piedras sanitarias ya empezando a pesar en la otra mano-. Lo importante es ver bien todo el contorno del ano, no verlo agrandado y nada más… no hace falta agrandarlo…
Ya no asentí, pero le sostuve la vista, como un caballero. Él, que ya se notaba que me subestimada de modo grosero pero que a la vez traslucía una mínima esperanza hacia mi capacidad de poder interpretar sus indicaciones sobre cómo descubrir la presencia de un pene o una vagina, miró para la derecha, hacia los consultorios, y me hizo un gesto, para que me acercara.
Ya no había vuelta atrás, me acerqué. Nuestros anos casi se chocaron.
Su voz se convirtió en un susurro.
-Un amigo se volteó un traba una vez… sin saber que era un traba, ¿eh? ¿Entendés? No hay nada de malo en voltearse un traba… pero si no sabías que era un traba es todo un tema… él se dio cuenta pero ya estaba en el baile… y listo, a bailar... –se me acercó otro poco. Los anos a dos centímetros. Se pasó la lengua por los labios antes de seguir-. La moraleja es que no sólo hay que tener los ojos abiertos: hay que saber enfocarse. Una vez enfocado, sí, hacé de tu culo un pito si querés…
Se incorporó con rapidez, al tiempo que una de las puertas se abría. Nuestros anos se desarmaron, como culposos. Nos paramos rígidos y con sonrisas tontas frente a una chica de unos veintitantos años que nos estudió durante unos breves segundos y luego levantó unas planillas que traía en las manos.
-Doc, la perra de los Rodriguez está lista para la castración…
El veterinario abrió los ojos de par en par, como si se hubiera olvidado de la presencia de la perra de los Rodriguez.
-Muy bien, muy bien…
Con gesto apurado me dio la mano y me dijo que era un gusto, que muy bien de mi parte levantar gatas de la calle. Luego le dijo a la chica que me explicara cómo diferenciar a un macho de una hembra. Lo dijo así, y lo dijo como guiñándole a ella un ojo con las palabras.
Me sentí mal. Y peor me sentí cuando caí en la cuenta de que, en el saludo final, habíamos entrelazado nuestros anos.
La puerta se cerró tras el “doc”.
Luego, la chica de veintitantos tomó la mano que aún no había superado el trauma y la apretó entre las suyas:
-Los gatos cogen mucho. Son muy sensuales aparte de sexuales. Y capaz que a tu gatita la agarró más de un gato… es probable que los gatos que tengas no sean todos del mismo padre… las gatitas de la calle suelen ser muy promiscuas… Y los gatos de la calle un poco obstinados– habló con dulzura-. Pero a vos te interesa el sexo, ¿no?  
Sin apuro pero con convicción, llevó mi mano hasta su entrepierna.
Se puso seria. Las palabras me cayeron con una importante gravedad agregada.
-Si abajo del ano ves una rayita es una gata… si ves algo como un punto es un pene. Cuesta verlos. Porque capaz que los gatos son la prueba de que el tamaño no importa… ¿Acaso no escuchaste a una gata gemir, alguna vez? Uf. Es una fiesta. Los gatos se re enfocan a la hora de garchar... Imaginate si se hicieran la paja con la misma intensidad...
Pude notar todo el brutal latir de su erección.
Esa mañana, en esa veterinaria, se me llenó la mano de preguntas.


***


viernes, 25 de noviembre de 2016

APRECIACIONES LIBRES SOBRE EL PUNK, LAS DROGAS y JESÚS





-¿Qué me trajiste?
-Un chiste que se va de las manos.
-Ahhh… qué lindo…
-Es que escuché que querías un chiste y pregunté en la tienda de chistes sobre el chiste más popular entre los chicos de tu edad y bueno… me dieron ese…
-Ah, sí… eh… gracias.
-De nada, de nada… te lo merecés.


EL PUNK y LAS EXCUSAS

Las bandas contestatarias no tienen la culpa.
No es que se estancan.
Lo que pasa es que el mundo se acelera, se hace cada vez más punk… y al final era mejor frenar en lugar de seguir corriendo.
Quedarse quieto y mirar cómo el mundo pasa, una y otra vez.
No digo que yo esté de acuerdo.
Tampoco me parece mal.
Además, la imagen del cadáver bonito se opone conceptualmente a la idea de persistencia.
Persistir a veces no es siempre golpear, sino que también golpear siempre en el mismo lugar.

La clave es la repetición: SIEMPRE.

Y a eso se le llama “causa”.
(de “religión” hablaremos más adelante)

*

Si el punk más genuino ahora me parece un poco superficial no significa que el punk o yo estemos mal.
Significa que el punk a veces siempre va a ser punk y yo estoy feliz si mañana alguien puede sentir lo que sentí yo. O que pueda sentir. Y listo.

Y nótese que creo en la existencia de un punk genuino. Creo que todo puede ser genuino o no serlo. El punk por sobre todo. Porque me lo enseñó el punk.
¿Qué cosa con más aspiraciones de pureza y autenticidad que el punk?
Que tenía que dejar de escuchar ciertas bandas punks también me lo enseñó el punk.
No pasan ni dos apreciaciones que el punk ya te está enseñando algo.

Intenso.
Genuino o superficial.

*

Para terminar la trilogía de análisis incompleto y subjetivo del punk (por eso mismo análisis punk) quisiera aclarar que creo con descarado romanticismo que el punk se trata de no estar solo.
El punk es pandilla.

El punk es como una voz en la cabeza.
Algo parecido a “no sos el único”
… y te quedás con la vista clavada en la nada, recontra prendido fuego por el milagro de la eterna empatía.


*

LA DROGA y LA AMISTAD

Me imagino que los apodos de las drogas los inventan los dealers.
Si los inventaran los adictos sería un despelote.
Cada uno le diría a la droga como le pintara y, peor aún, cada uno olvidaría cómo la bautizó con anterioridad.
El dealer, en un punto, asume zarpada responsabilidad. Porque no podés decir lo que se te venga a la mente y pretender que se te entienda.

La misma relación dealer-adicto aplica a amigoquetodavíanoselapuso- amigopuesto.

Todo se resume a: necesito un tiempo para decodificarte.

PD: el tiempo es VIDA. 
                                   
Aguante drogarse de vida.

*

Toda persona que se inicie en un estado de droga-amistad con otra (estado en el que siempre que se juntan las partes ambas están drogadas y/o se drogan) debería sentirse libre de poder contarle a su interlocutor en qué momento justo empieza a sentirse droga-amistada.
Porque las cosas hay que hablarlas.
Porque sino producen enajenación y otro montón de cosas feas.

Entre ellas, que se separe una banda… por ejemplo.

*

Nunca voy a saber si lo que me dijo ese día tenía sentido.
Dije que sí.
Y guardé el secreto.
A veces, y por las dudas, una dósis de mentira es igual a una dósis de verdad.

*

JESÚS y EL ROCK

Un montón de punkys quiebran y siguen sin creer en la iglesia pero re bancan a Jesús.
No es la primera vez que el rock salva a Jesús.

Todos somos demasiados buenos.
Ese es el problema.
Nadie es malo.
Es así de simple.

Malo es sólo una apreciación.
Y Jesús y el rock viven de las apariencias.

*

Ayer entendí la culpa.
Hoy entendí el agradecimiento.

Estar agradecido, no sólo por lo que uno no llegó a romper sino por lo que no se llegó a romper por capricho mismo del destino.
Eso es un montón de equilibrio.
Re místico.

Aceptalo.

Si no lo aceptás no lo podés cambiar.

O te come el ayer.
La culpa.

Entendelo.

Antes de comer damos las gracias, tomados de las manos, con los ojos cerrados, como una tribu que, bajo la supuesta presencia de una divinidad, da rienda suelta a la más concreta de las sinceridades: a pesar de que nunca dejé de ser el culpable, no tengo idea de cómo es que hoy todo llegó a donde llegó.

Me siento lleno de todo.
De nada.   

*

Jesús no sólo no se mató a los 27, sino que, teniendo en cuenta la época en la que nació, vivió bocha de tiempo.
No era como ahora, que a los 30 recién te estás mudando de lo de tus viejos.
Estaba viejo y cansado.
Eso es algo de Jesús que siempre nos encanta ignorar: no fue ningún punk.

Y jamás sabremos si sus amigos y él no estuvieron todo el tiempo re drogados y flasheando cualquiera.  


***



espejito-espejito

Dale a una persona un juego y una respuesta dada vuelta al pie de página y preferirá girar el cuello a tratar de divertirse.
***
Nos aburrimos mucho porque somos demasiado ansiosos. Superamos los desafíos pero todavía no entendimos el chiste. 
Da la sensación de que no nos interesa el contenido. 
Garpa más la conclusión siempre rígida, jamás maleable, no quedarse atascado atrás de ningún concepto, ser intrépido y tenaz en el arte de esquivar a toda velocidad. Y la velocidad es porque queremos que alguien nos siga, porque es nuestro modo de seguir a alguien. Seguir no es lo mismo que acompañar, por si no se entiende. Corremos porque sino habría que intentar llenar la vida de pensamientos y no de estrategias. 
¿Y qué clase de loco podría elegir pensamientos en lugar de estrategias? 
La estrategia es simple: no hay más tiempo, giremos la cabeza, veamos la respuesta, desarticulemos la magia, si total, muy adentro, sabemos que esto, esto que está pasando ahora y acá, es sólo un espejismo creado por el calor de las letras reflejadas en el desierto cerebral… 
pasemos a lo que sigue, a lo que sigue…

Si en serio pensás que todo vale tan poco deberías también haber llegado a la conclusión de que no te sirve de nada ser tan capo en un mundo donde el más capo sos vos… ¿No te diste cuentas de que corrés rumbo a la nada porque para vos el horizonte es eso: nada? 
¿Mirá si en lugar de haber girado la cabeza con tanta ambición tonta llegabas hasta acá y recién ahora yo te daba el “ok”, después de toda esta intro, para que, ahora sí, gires la cabeza y se resuma en vos lo que vengo tratando de decir?
Hubiera sido diferente. Lo único que necesito para tener épica en vez de parecer un boludo es que me den una página de argumento. 
Es un truco que parece fácil, pero no lo es. 
Ahí va…

(gracias posta si te la bancaste hastá acá sin haber hecho trampa… me resulta muy emocionante que hayamos superado la barrera de la estrategia y nos hayamos mirado a los ojos así, diciéndonos cosas mientras en realidad le hablábamos al que no está… En fin: girá la cabeza, a vos no te voy a mentir)




martes, 1 de noviembre de 2016

fiel y sin censuras



El Asesino de Mascotas es un cuento de terror para niños de la década del 80 que se volvió de culto y objeto de investigación de varios letrados a razón del misterio que implica la identidad de su autor (algunos hablan de algún famoso escritor ocultándose en el anonimato, otros hablan de un vagabundo y una carta de suicidio, entre muchas otras, casi siempre infundadas, teorías) y por el hecho de que junto con la historia se popularizó la idea de que la misma incluía, en su versión original, dibujos que son descriptos como “simples pero tenebrosos… salvajes e infantiles”.

No hay registro real de un ejemplar que incluya los supuestos y perturbadores dibujos, lo que no ha prohibido que muchos artistas, a lo largo del tiempo, ilustraran la oscura narración, muchos de ellos acusando un estado de trance y especulando, quizás, con los rumores acontecidos para alcanzar algo de popularidad.

La versión que sigue es la que se considera como “fiel y sin censuras”.
Para escapar a la controversia se presenta el cuento sin ilustraciones.

Quedará en cada cuál imaginar las secuencias con la inocencia y la brutalidad pertinentes.


***

EL ASESINO DE MASCOTAS
(versión fiel y sin censuras)


Tuvo una pesadilla con el Asesino de Mascotas.
En la pesadilla, el Asesino de Mascotas vivía en la fábrica abandonada que había junto a su casa.

Despertó y Buki no estaba aullando, a pesar de que eran sus aullidos los que habitualmente lo sacaban del sueño.

El nombre “Asesino de Mascotas” se lo puso él: era una especie de hombrecito con rasgos de viejo y patas de cabra.

No más de un metro cincuenta de alto. Cocinaba perros en una gran cacerola.

El Asesino de Mascotas dejaba que los gatos se desangraran, colgados de árboles esqueléticos propios de un cementerio embrujado.

“No son perros y gatos cualquiera”, se había dicho Esteban en la pesadilla, “…son los perros o los gatos de alguien. Son mascotas…”.

Supo, con terror, que ese bicho horrible mataba animales sólo para causar un dolor en sus dueños.

Si Esteban no hubiera tenido 12 años hubiera sacado una conclusión referida a que el concepto de “dueño” es sólo un arma de extorsión. O algo así.

Como Esteban tenía 12 años optó por la decisión más romántica. Decidió ir a salvar a Buki. 

No le importó lo que le pudiera pasar o sus padres o estar volviéndose loco.
Fue hacia la fábrica abandonada.

Cruzó la casa a oscuras, se escapó a la fría noche, enfrentó las luces amarillentas de la calle.
Todo lo hizo descalzo, en pijama.

La fábrica le guiñaba un ojo desde su ventana rota. Las chapas por las que espiaba de día parecían menos duras, menos peligrosas.

Todo tenía un tinte espectral, todo parecía sensible al menor soplido, todo podía derrumbarse.

Esteban, por primera vez, empujó la chapa.
Ocurrió lo que siembre había sospechado: la fábrica abandonada se abrió.

Rememoró primaveras sentado desde el cordón de enfrente…
Rememoró el miedo.
Rememoró preguntas.
Cruzó el portal.

Estar adentro era un poco como estar afuera.
Parte del techo había desaparecido.


La Luna, testigo morboso de todo. Luna pervertida, borracha, horrible, enajenada.
Comiendo pochoclos.
Esperando el final.

El pasto largo, casi hasta la cintura. Rocío de madrugada. Chirridos. Insectos.
Botellas de cerveza, jeringas.
Símbolos raros.
Forros usados.

Un niño de 12 años con determinación siempre es un héroe.
No dudó.
Su sombra se estiró detrás de él.

La oscuridad lo hizo grande.

Aunque hay que admitir que su voz fue temblorosa cuando dijo, por lo bajo: “¿Buki?”

Se agachó y recogió una rama que había en un pequeño fragmento de tierra seca sin vegetación.

Levató la rama y dijo, con más énfasis: “¡BUKI!”.

A Buki le encantaba jugar con ramas. Lo habían adoptado cuando Esteban había cumplido cuatro. Todos sus recuerdos involucraban a Buki.

Buki había sido abandonado en la puerta de la fábrica, que para ese entonces también ya había sido abandonada.

A la fábrica la habían abandonado hacía mucho.
Habían perdido plata, se había muerto gente.

La gente solía tirar basura en la puerta de la fábrica abandonada. Basura y animales recién nacidos o muy viejos.

A Buki lo habían encontrado recién nacido.
Buki estaba viejo.
“¡Buki!”
Buki no acudió al llamado.

Esteban se giró sobre sí y se encontró al Asesino de Mascotas.

Gritó, asustado.

Un golpe y recordó la vez en la que Buki se había escondido en su mochila y todos se habían asustado.

Otro golpe y recordó su primer caminata a la plaza sin un adulto, llevando a Buki consigo.
Sentirse mayor y sentirse cuidado.

Buki durmiendo en su habitación, Buki bajo la mesa chupándose el pito, con esmero y dedicación.

Buki aullando por las noches, con dolor.
El veterinario y un diagnóstico que Esteban no llega a entender.
Papá y mamá abrazándose, con ojos llorosos.

Un aullido.
Un aullido que era de dolor. 
Dolor que no era de Buki.

Luego un silencio.
Un silencio profundo.
Silencio de noche.
Silencio de estar dormido.

Buki ya no está.
El Asesino de Mascotas yace muerto.
Esteban respira agitado, con sangre en el rostro.

Vuelve a pensar en el veterinario y, aunque sigue sin entender, sabe que hizo lo
correcto: “para que no sufra hay que dejarlo ir…”.

“Escapate, Buki…”, piensa, tembloroso, con la vista clavada en la nada: “Ningún monstruo te va a llevar esta noche”.

“Te voy a extrañar”.

Supo la fábrica abandonada, con algo de tristeza, que Esteban ya no volvería a sus misterios del mismo modo que muchas otras cosas habían dejado de volver.

“Siempre te voy a recordar”.

Supo Esteban que nunca saldría de ese lugar.

Alguien, con amor, se había adueñado de su rabia interior.



*