¡BATMAN VS SUPERMAN!
¡Crítica definitiva!
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*
Estimado e ingenuo lector, usted ha sido… ¡estafado!
¡Ha sido víctima de un engaño!
Claro que también podemos ver el otro lado de
la moneda, podemos ver lo mismo del mismo modo que lo ve el espejo, y podríamos
concluir que usted, lector, ¡sólo ha sido el objetivo de una simple, inofensiva
e insignificante broma! ¡Sí! ¡Porque aquí no hay ninguna crítica (¡y mucho
menos una definitiva!) de Batman vs
Superman! ¡Feliz April Fools´ Day, lector!
¿Eh?
¿Cómo? ¿No sabe lo que es el April Fools´ Day?
Es como el Día de los Inocentes y se festeja en algunos países en esta época
porque… Bah. No tiene sentido.
Ahora siento, mal predispuesto e ignorante
lector, que sí, que lo estafé. Pero en el mal sentido. Si usted no sabe que hoy es el día de los inocentes,
mi inocente broma no es más que un sin sentido. Ahora me siento en la
obligación de enmendar las cosas… pero no… ¡No piense que voy a gastar mi
tiempo escribiendo sobre esa estúpida y sensual película! No. No voy a hacerlo
por mucho que usted esté ansioso de seguir leyendo cómo algunos la destruyen
con un odio infantil al tiempo que otros, adictos al crack cultural, la
aplauden de pie y babeando. No. No quiero actuar como un niño ni como un
drogadicto…
Pero sí puedo acceder a hacer algunas
observaciones sobre otra historia del ancestral encapuchado… Una que
casualmente sucede un primero de Abril. En Gotham, por supuesto, más
precisamente en el Arkham Asylum.
Bien. Déjeme tomar aire.
Uf. Y pensar que sólo quería divertirme…
En fin... sígame, lector. Es por acá.
***
DESDE AFUERA
La década del 80 llegaba a su fin, los 90s
estaban en la puerta. Frank Miller y Alan Moore habían sentado las bases para
un universo de superhéroes mucho más realista. Un universo politizado, adulto,
áspero, de maduración pesimista y tono lúgubre. La solemnidad de los héroes
pedía altura. Ya no eran los ojos de los niños elevándose para mirar pasar al
tipo de traje colorinche. Ahora eran los ojos de los héroes puestos sobre
nosotros. Una mirada seria, de esas que tácitamente conllevan un movimiento de
negación con la cabeza, algo que suele indicar desencanto. Los superhéroes se
desencantaban, cosa que tenía a todos muy preocupados. Entendiendo que la
sesuda tarea de entender a los superhéroes en estas condiciones no era del todo
atractiva, el escocés Grant Morrison, que ya se ganaba la vida como guionista
luego de soltar, como quien no quiere la cosa, títulos como Animal Man y la
Doom Patrol (tranqui, 120), tuvo la idea de, otra vez, llevar las cosas a otro
nivel. Fue entonces cuando nació Arkham
Asylum: A serious House on Serious Earth (1989), que fue ilustrada por un genial Dave McKean y tiene la
particularidad de ser (de nuevo, tranqui 240) la novela gráfica original más
vendida de todos los tiempos.
*
Así lo describe el mismísimo Morrison en Supergods: “…yo decidí plantar mi
bandera en el mundo de los sueños, de la escritura automática, de las visiones
y la magia. Arkham Asylum iba a ser
denso, simbólico, interior, una respuesta intencionada a la corriente
predominante de realismo hollywoodiense. Nuestra historia nos permitiría
explorar un ícono estadounidense de una manera hierática, llena de alusiones y
deliberadamente no estadounidense. Era una historia de dementes y marginados,
una historia que no se desarrollaba en el mundo real, sino en una mente, en la
mente de Batman, nuestra mente colectiva.”
El tan mencionado Arkham Asylum no es más que
el hospital psiquiátrico que tiene la ardua misión de contener en su interior a
los dementes de la ciudad que Batman custodia. Allí van a parar esas mentes
enfermas que el hombre murciélago captura. Allí la locura no tiene un fin, sino
que todo lo contrario: allí la locura se multiplica al tiempo que se vuelve
fractal de si misma. Todo se hunde y todo se eleva, todo se vuelve mundano y
celestial en partes idénticas: Arkham Asylum posee una arquitectura particular,
desobediente, espejada, infinita.
Entremos.
***
DESDE ADENTRO
1 de Abril. Los internos del Arkham Asylum
toman el psiquiátrico. Ya extorsionaron al personal policial, amenazando con
asesinar a los internos que quedaron de rehenes. Ya se divirtieron y es hora de
hacer un último pedido: que entre Batman. “Te queremos a ti, aquí con nosotros
en el manicomio… donde perteneces”, dice el Joker en la línea telefónica. Batman
accede al pedido para luego hacer una confesión a Gordon: “Batman no le teme a
nada. Pero yo sí tengo miedo. Temo
que Joker tenga razón respecto a mí. A veces yo cuestiono la racionalidad de
mis actos y temo que al atravesar las rejas de ese asilo, cuando entre a Arkham
y las puertas se cierren tras de mí… sea como llegar a casa”.
Bienvenido.
*
Bruce Wayne es vulnerable. Bruce Wayne le teme
a la locura. Bruce Wayne está atrapado por sus actos, como si hacer lo que hace
no fuera lo que desea, sino lo que sucede. Como si no fuera dueño de ese ser
oscuro que, como él dice, no le teme a nada. Bruce Wayne no va a aparecer sin
su disfraz en toda la historia (excepto cuando lo vemos de niño) pero sin
embargo sabemos que está ahí, incómodo, asustado, debatiéndose entre las garras
de su propia creación. Porque el monstruo acude al llamado, pero la experiencia
es para el hombre… las respuestas las necesita ese que tiene que saber si lo
que hace tiene sentido, ese que tiene que aprender que a veces todo es un poco
más casual, que no es necesario que todo tenga una consecuencia. O quizás sea
que el sentido es tan elevado que es imposible siquiera intentar entenderlo.
Así se retira el hombre de la aventura, confundido y abatido, sin saber si le
jugaron una broma realmente pesada o si acaba de reír último y mejor.
El monstruo, sin embargo, sale victorioso,
porque al monstruo le alcanza con sobrevivir. Con seguir siendo un futuro
anclado al pasado.
*
La historia de Batman es puesta en paralelo con
la historia de Amadeus Arkham, el fundador del asilo en cuestión. Amadeus es un
personaje quebrado que, de niño, luego de la muerte de su padre, tiene que
hacerse cargo de su madre, una mujer que, tal como describe en sus diarios: “ha
vuelto a nacer, en otro mundo. Un mundo de presagios y señales insondables. De
terror y magia. Y símbolos misteriosos”. Hablamos, claro, del mundo de la
locura.
Desde pequeño, el bueno de Amadeus tiene que
lidiar con la locura ajena, con la soledad. ¿Qué es la locura ajena? ¿Qué es la
soledad? ¿Existe la locura ajena en la soledad? ¿Qué es el otro? ¿Se puede
habitar un otro? Amadeus no termina eligiendo las capas ni los calzoncillos
sobre los pantalones… Amadeus vive en otro traje. En su madre. Amadeus, de
mayor, estudia la locura, convierte la casa de su madre en Arkham, se dedica a
una causa noble… Amadeus necesita, por sobre todo y como Wayne, entender. La
racionalización de su vida lo lleva a encontrar en sí al monstruo, un monstruo
conjurado por un demonio aún mayor, el mismo que acosaba a su madre. Amadeus
encuentra en el terror de su madre, el terror de su propia locura y, antes de
morir, deja un críptico mensaje escrito con sus propias uñas en el piso de su
celda: el demonio mayor debe ser encerrado, debe ser convocado a su casa de
origen, el asilo, para por fin ser atrapado, para que la cordura pueda prevalecer,
para que termine, de una vez y para siempre, el nefasto dominó de horror que
amenaza constantemente con dejarnos solos, frente a la locura de un mundo simplemente
caótico.
Ese demonio es descripto por Amadeus como un
murciélago.
*
Arkham Asylum es la historia de esa enorme casa
devenida en psiquiátrico, más precisamente la historia del cerebro afiebrado de
esa casa, de las mentes que allí colapsaron otorgando textura a las paredes,
sangre a las cerraduras, vida propia a los reflejos. Los internos escaparon de
sus celdas y si bien todos tienen un plan, poder encargarse de Batman, no se
organizan para crear en conjunto una trampa. Son locos, no trabajan en equipo. Cada
cuál tiene su dominio, su lugar de reflexión, su rincón de reproches, cada cuál
pide, como Wayne, como Amadeus, entender, hacerse escuchar, extrapolar la
soledad, encontrar a alguien del otro lado. Batman está ahí para escucharlos y,
aunque nos dicen que ellos salen a cazarlo por esos infernales corredores, el
que siempre avanza es Batman, él atraviesa puertas, él une las habitaciones y
es ese azar el que teje la constelación que de a poco empieza a ahondar
profundo en su interior, en su cruda y frágil realidad. ¿Por qué hacer esto? ¿Por
qué hacerlo de éste modo? ¿Qué hacer, de nuevo, con tanta locura ajena? Nadie
niega la existencia del demonio, pero… ¿para qué existe el demonio? El demonio
hiere su carne humana, se estigmatiza al principio, recibe la lanza al costado
hacia el final, se diviniza como símbolo: escapa, comprueba su miseria, golpea,
recuerda; recuerda como recuerda Amadeus el nacimiento de la casa, una casa que
de niño dice percibir como “real” y que luego entiende como un lugar vivo, que
quiere comunicarse con él. La experiencia recae en el recuerdo, se recorre
desandando, en un hipnótico espiral que gira, que no taladra, que no es un remolino
alterando las aguas, se vale de sí sólo para girar, otra vez y otra vez y otra
vez y quien quiere ser el salvador se descubre asesino y culpa y el inocente quiere
evitar la tragedia y nunca se acepta culpable.
Lo importante es que hay fatalidad. Y si hay
fatalidad hay un dios. Un alguien al que poder quejarse, al que poder entender
de un modo u otro, un alguien a quien poder negar. Cuando alguien dice que, ya
que lo atraparon, es hora de desenmascarar a Batman, el Joker proclama que eso
es una tontería, que la verdadera cara de Batman es esa… la de Batman. Lo
acepta tanto que es doloroso para todos… menos para él. Los demás buscan
redención, y un iluminado Sombrerero Loco, exclama: “a veces… a veces creo que
el asilo es una cabeza. Estamos dentro de una gran cabeza y existimos porque
nos sueña. Quizás es tu cabeza, Batman. Y Arkham es un espejo. Nosotros somos tú”.
Pero ese 1 de Abril, el demonio elige a otro de
los mortales para convertirlo en la expiación definitiva. Y ese alguien es
Harvey Dent. Dos Caras.
*
Junto con el grupo de internos se encuentran
dos doctores del asilo que deciden quedarse dentro del lugar por razones
personales y profesionales. Son una trampa y no. Son causa y efecto, se anulan
entre sí, son víctimas de su propia intervención en ese lugar. Son daños
colaterales. Son los que pagan todas las consecuencias caras. Los que no están
ni encerrados ni fueron invitados. Y sin embargo todo sucede por uno de ellos.
Y todo termina por uno de ellos. ¿Qué fuerzas protegen a esa casa? ¿O es la
casa alimentándose? ¿Acaso la casa engaña, ese primero de Abril, a los internos
y a Batman y los usa de excusa para seguir alimentándose? ¿Tan secundaria es la
historia que vemos delante nuestro? ¿Tan hambrienta está la locura de seguir
sumando adeptos?
*
La doctora explica al Batman recién entrado en
Arkham los métodos que usaron para tratar el mal de Dos Caras: “nosotros lo
apartamos de la moneda y le dimos un dado. Así le dimos seis opciones de decisión
en lugar de dos, le fue tan bien con el dado que le dimos una baraja de Tarot…”.
Batman no duda en replicar que “pero ahora… ¿no puede tomar una simple decisión
como ir al baño sin consultar las cartas? A mi me parece que destruyeron
eficazmente su personalidad, doctora”.
Cuando Batman empieza a huir, o cuando empieza
a conectar los puntos azarosos de una trampa que en realidad no existe como
tal, Dos Caras se queda mirando la luna por una de las enormes ventanas y
rememora su moneda, la simpleza de su moneda, y encuentra en esa nostalgia un
modo de mirar al cielo y ser honesto y estar triste y permitirse unos segundos
de lucidez sin segundas intenciones: “es un gran dólar de plata que dios lanzó
en un volado… y aterrizó del lado tachado, ¿verdad? Así hizo el mundo”.
La historia de Batman, de Amadeus, de la casa,
nos teje la idea de una conexión en base a peces payasos que alguna vez
existieron allí, en una gran pecera… Peces que hacen una alusión directa al
villano más mítico del encapuchado pero que recién se re-simbolizan y hacen
girar la tésis de la historia cuando se cruzan y forman el signo de piscis, la
atribución astrológica de la carta de la luna en el Tarot. La luna que Harvey
mira, la luna que ahora lo mira a Harvey encerrado en esa casa, como encerrada estaba
la cabeza de la mujer de Amadeus en una casita de muñecas luego de que un demente se la cortara.
*
Cabezas muertas dentro de casitas de muñecas,
castillos hechos con cartas de tarot y un demonio que desanda lo andado y le
otorga a Dos Caras la posibilidad de que vuelva a ser el de siempre, el de
blanco y negro, el de la vida no tan complicada. Le da una moneda y se entrega: depende qué
salga él se queda o se va, porque, dice: “Arkham tenía razón. A veces es la
locura lo que nos hace ser lo que somos. O quizás el destino”.
Dos Caras vuelve ansioso a su antigua cosmovisión…
Pero esta vez miente. Acaba de decidir mentir, quizás en agradecimiento por
recuperar un poco de la cordura que le habían arrebatado, quizás porque ahora
ya no puede no mentir.
Batman sale de la casa y el Joker lo saluda: “Y
no lo olvides: si todo se complica… aquí siempre habrá un lugar para tí”.
Mientras tanto Dos Caras destruye el castillo
de naipes, más dueño o más prisionero. Más libre. O todo lo contrario.
***
VUELVA PRONTO
Palabras más, palabras menos, eso es lo que
puedo decirle, estimado lector, al respecto de Arkham Asylum, esa historia que ocurre un primero de Abril y que
cuento para no sentirme un estafador por no hablar de Batman vs Superman. Tengo miedo de reírme solo de los chistes,
lector. Por eso lo obligué a recorrer este camino, porque nunca sé qué tan
inocentes somos. O que tan locos estamos. Llego a la conclusión de que nada es
necesario, pero todo es inevitable.
“¡Sólo soy un hombre!”, grita Amadeus. “¡Niño
de mami!”, grita quien casi asesina a Batman. Y Batman obliga a que alguien
mate. El demonio es el dios. Y viceversa. Atrás, siempre, la humanidad. Accidente
o destino. ¿De qué podemos escapar? ¿de qué no? ¿Cuál es, finalmente, el
sentido del chiste cuando no hizo gracia y debemos tratar de explicarnos? ¿será
que sólo somos divinidades tontas y pretenciosos intentando sacarle una sonrisa
a la razón?
¿Estoy sólo divagando, haciendo que usted,
lector, pierda su preciado tiempo?
De ser eso, de limitarse todo a eso y nada más
(“¿así termina todo? ¿todos nuestros sueños, esperanzas y aspiraciones? ¿sólo
en vómito?”), si sólo signifiqué un extenso spoiler, déjeme repetirle algo: feliz April Fools´ Day, estimado lector.
(y no se haga tanto problema… más tiempo
hubiera perdido en el cine viendo ya sabe qué)
Gracias. Y vuelva pronto.
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