Y de
repente te despertás.
Te das cuenta
que seguís teniendo quince años.
Te quedaste
dormido en el ciber, mientras leías el fotolog de esa pibita media darky que
siempre te gustó.
Estás
confundido. La pesadilla, tan vívida hace unos segundos, empieza a ponerse
borrosa.
Se
convierte en una sensación.
Abrís tu
blog, escribís una pavada.
La borrás.
Pensás con
un movimiento de pierna nervioso. Algo que a partir de ahora no vas a dejar de
hacer.
Buscás una
epifanía antes de que todo se pierda para siempre.
Escribís.
Borrás.
Terminás
volviendo a fotolog y subís una foto de los x-files.
Suspirás.
En el pináculo
de la frustración te percatas de que te dormiste más tiempo del que estimabas:
afuera empieza a oscurecer.
Salís
corriendo.
No mirás al
viejo del mostrador. Una vez buscaste porno y sabés que él lo sabe.
Corrés por
un atardecer que sabés que va a perdurar mucho.
De pronto
descubrís que estás grande para correr por la calle.
Tenés
quince años.
No te
detenés, pero sabés que es la última vez que lo hacés.
Saltás a un
perro, esquivás a dos viejas; desde la ventanilla trasera de un vehículo, un
pibe de tu edad te mira, con aburrimiento rotundo en el rostro.
Tristeza y
vértigo.
Para vos,
la noche sigue siendo un misterio.
Cruzás
justo cuando el semáforo cambia, no te matan de pedo.
En la cena
no tocás la comida.
Que mamá y
papá se preocupen no te importa.
O que te
importe hace que te duela. Así que duele, no importa.
No es lo
mismo.
Te das
cuenta de que pensás como escribís. No es que escribís como pensás. La forma en
que escribís lo que pasa es lo que te sirve de orientación para entender al
mundo. Sos vos mismo explicándote cosas.
Y vos no
entendés nada y lo sabés.
Tenés que
mentirte.
Y, sabiendo
que te mentís, creerte.
No te sentís
inteligente.
Te sentís
solo.
Debajo de la
foto de x-files no escribiste nada.
Es ese día
específico del que estoy hablando.
Ese día en
el que no dormiste porque estuviste ocupado tratando de recordar los sueños que
hablaban del futuro.
***
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