NO QUIERO ASUSTARTE
PERO…
Todo comenzó hace muchísimo tiempo.
El origen no es claro, pero la poesía que le
rinde culto ha permanecido inmutable:
“duérmete niño, duérmete
ya, que viene el Coco y te comerá”.
EL ETERNO SUEÑO DE LOS INCAUTOS
Un mal abstracto, con nombre de fruta peluda, el
guardián de los roperos entreabiertos, el señor de los reinos del bajo la cama.
La sombra sospechosa, la posibilidad absoluta de que todo sea malo, la certeza
de que por cada amigo imaginario diurno existe, casi por lógica, ¡cómo no
habernos dado cuenta antes!, su antítesis.
No todos son amigos en la vida. Lo mismo en el
universo de la imaginación.
Por eso él.
El Coco.
Sin poética de venganza, sin justificativo, sin
reglas, sin instrucciones para romper la maldición. Sólo cerrar los ojos y
dormir, porque la única fragilidad de lo absoluto es la conciencia que
consecuentemente teje sobre sí. Ante un mundo tan peligroso, mejor escapar.
Las pesadillas son un hogar, de lo contrario,
todos moriríamos de miedo… de modo literal.
EL REY HA MUERTO, ¡LARGA VIDA AL REY!
Sin embargo, ese mal de antaño empieza a
desdibujarse… sus sílabas gemelas hoy sólo despiertan un amargo sabor en
quienes mamaron su cruel canción de cuna… los nuevos niños se encargaron de
construir a su propio rey de lo oscuro.
Las palabras susurradas al oído en pasillos
oscuros, mantra y arquitectura de nuestra filosofía arquetípica, hoy se
reproducen en ecos por los sórdidos rincones de la web.
Un joven hace un trabajo para una página web…
altera una foto, inventa una historia, un monstruo.
Otro niño difunde, proclama la veracidad de lo
difundido. Ese niño ya no está mintiendo.
Tampoco mienten los que empiezan a indagar, los
que reconocen en la extraña figura a un ser que de pronto recuerdan haber visto
en momentos de una infancia más primigenia, de esa que generalmente no acarrea
recuerdos.
Niños artistas, creando un hogar en la boca del
lobo, atrapándose a si mismos.
QUÉ BRAZOS TAN LARGOS TIENES…
La plataforma de experimentación es basta.
Es una imaginación comunitaria, colectiva.
Las proyecciones, en el mejor (y mayor) de los
casos, son sin segundas intenciones. De pronto las hojas en blanco se
multiplican en ceros y unos, la posibilidad de formar parte de un fenómeno se
incrementa, el terror desorbitado es muestra de que no estamos solos. Cada cuál
narra su horror… las piezas encajan solas.
Y para no estar solos seguimos argumentando.
Ahora el mal parece teñido de una gracia
timburtonesca (delgado, alto, de movimientos arácnidos), posee dotes
biográficos romanticoides (fue abusado en la escuela), posee una doble motivación
tan atractiva como sospechosa (¿monstruo o ángel de la guarda?), se convierte
en conflicto de fe.
Mientras su antecesor logró causar infartos en
infantes, él consiguió un universo, justificación, la posibilidad de descubrir
más… consiguió adoración, profundización, sacrificios.
Internet, de pronto, es cuna para que los
nuevos niños no duerman. El amor, el dolor, el miedo… todo convive en el nuevo
villano de turno. Simple como cualquier villano que entretiene a la
adolescencia gore, mucho más capaz y tridimensional que los malosos de las
pelis que los padres observan con sopor, entre suspiros de escepticismo y
sonrisas forzadas.
Los más fértiles del planeta empezaron a estirar
sus tentáculos creativos.
Slenderman llegó… para quedarse.
COCO, VERISIÓN 2.0
El mito siempre cuenta con el atractivo de
haber ocurrido al amigo de un amigo, al primo de un primo o, por qué no, al
primo de un amigo del amigo de un primo. Internet da señales claras: lugar,
fecha, personas involucradas, evidencias borrosas. La realidad es consensuada. Todo
podría ser real. Todo es real.
La misma chica de 12 años que en pleno juicio
dijo haber tenido conversaciones con una de las Tortugas Ninjas y con Voldemort,
apuñaló 19 veces a su mejor amiga, con afán de convertirse en “sirviente” de
Slenderman y poder así tener acceso a la mansión que se oculta en medio del
bosque y en la que viven todos los creepypastas.
Hoy día están esperando su mayoría de edad y su
mejoría mental (está siendo medicada con diagnóstico de esquizofrenia) para enfrentar
una posible condena de 65 años.
Ahora el monstruo es ella.
Está catalogada de “loca”, carga con un intento
de homicidio.
Mientras tanto, quien fuera el creador de
Slenderman, Eric en la vida real, Victor en su vida virtual (¿referencia al
doctor Frankenstein?), dijo estar muy triste por lo acontecido, al tiempo que
los juegos, las películas, las historias y el universo de su creación se
expanden, fuera de control. Él ya no puede medir lo que le pase a su personaje.
No podría evitar que su propio personaje, llegado el caso, devorase a su hijo. Puede
corroborar su cuenta bancaria, cobrar los derechos intelectuales pertinentes,
pero los primos de los amigos de un primo de un amigo serán los encargados de
narrar los nuevos ataques, actuar en consecuencia, cansarse de tener miedo o
afiliarse a las líneas del mal.
¿Y si hoy soñaras con Slenderman? ¿Tan fácil te
sería decir que todo es una alucinación? ¿Bastaría con volverte a dormir y nada
más? ¿Y si el Coco existió y se extinguió? ¿Y si estamos acá de pura
casualidad, sólo por haber hecho caso en el momento indicado? ¿Y si ahora hay
un nuevo mal? ¿Somos inmunes por ya no ser niños?
Lo que antes eran noches de insomnio hoy son búsquedas.
Los niños ya no duermen para evitar el terror.
Los niños están despiertos, más que nunca.
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